Capítulo 2: Regreso a las Sombras
Al día siguiente, Rachel despertó con la tenue luz del amanecer filtrándose por las cortinas. Sus ojos aún estaban pesados y su cuerpo agotado. Quería quedarse en cama, abrazando su almohada por unos minutos más, pero sabía que no podía darse ese lujo.
—Vamos, Rachel, levántate… —se dijo en voz baja, intentando animarse. Se quedó unos segundos mirando el techo, deseando poder ignorar la responsabilidad que la esperaba. Anoche no había dormido bien, y se había acostado tarde, atormentada por sus pesadillas habituales, pero no podía seguir postergando las cosas. Tenía que ponerse en marcha. Con un suspiro, finalmente se incorporó y se obligó a salir de la cama. Lo primero que hizo fue dirigirse al baño para darse una ducha caliente, esperando que el agua pudiera despejarle la mente y darle un poco de energía. El vapor llenó la pequeña habitación mientras ella se dejaba caer bajo el chorro de agua, disfrutando del calor en su piel.
—Esto debería ayudar, —murmuró para sí misma, mientras el agua caía sobre su rostro. Pasó varios minutos bajo el chorro antes de finalmente salir, secándose rápidamente y terminando el resto de su rutina matutina. Ya más despierta, se puso una ropa cómoda y volvió a su habitación. "Hora de ponerme a ordenar," pensó mientras miraba el desorden a su alrededor. La cama estaba hecha un revoltijo de sábanas, y la mesa de noche seguía con la taza de café vacía que había dejado anoche. Con determinación, empezó a arreglar la habitación, doblando las sábanas, guardando la ropa que había dejado por ahí y limpiando el polvo acumulado. No pasó mucho tiempo antes de que el cuarto comenzara a parecerse a lo que debía ser: un espacio ordenado y habitable. Cuando terminó con su cuarto, respiró profundamente y se dirigió a las otras áreas de la casa. La cocina era un desastre que no podía ignorar por más tiempo. Los platos sucios y la comida vieja le recordaban cuántos días había estado fuera de casa sin preocuparse por el orden.—Bien, —dijo, arremangándose. —A acabar con esto de una vez.
Poco a poco, fue recuperando el control sobre su hogar. Aunque no era algo que disfrutara, había algo casi terapéutico en el simple acto de limpiar, como si al poner en orden el espacio a su alrededor también pudiera empezar a poner en orden su propia mente.
Ya todo limpio y en su lugar, Rachel se quedó de pie en medio de la sala, observando con satisfacción el cambio en su entorno. Todo se veía tan diferente: ordenado, brillante, casi como si fuera otro lugar. El caos que había estado consumiendo su casa los últimos días había desaparecido, y eso le daba una pequeña sensación de control, algo que rara vez experimentaba en su vida.
Suspiró, pero esta vez fue de alivio. Se cruzó de brazos, mirando alrededor una última vez.
—Mucho mejor... —se dijo en voz baja, pero justo cuando pensaba disfrutar de ese pequeño logro, su estómago gruñó fuerte, recordándole que hacía horas no comía algo decente. Recordó que había limpiado completamente el refrigerador, tirando todo lo que estaba viejo o vencido.
—Genial… no hay nada aquí, —murmuró, rodando los ojos. Era lógico, después de todo lo que había pasado y el tiempo que había estado fuera, pero ahora tenía que hacer algo al respecto.
—Bueno, tendré que ir a comprar algo. No puedo sobrevivir sin comida, por más que intente actuar como si no la necesitara, — dijo, un toque de sarcasmo en su voz mientras agarraba su chaqueta. Se dio cuenta de que en medio de las misiones, el caos, y todo lo que la rodeaba, seguía siendo una "humana", al menos en lo que respectaba a las necesidades básicas. Al salir de la casa, el aire fresco le golpeó el rostro, despejando sus pensamientos. La ciudad estaba tranquila a esa hora del día, lo que le permitía relajarse un poco mientras caminaba. Decidió que primero buscaría algún lugar donde pudiera desayunar algo decente y luego haría las compras necesarias para abastecerse por unos días.
—No es tan difícil, Rachel, solo una cosa a la vez, —se dijo mientras comenzaba a caminar por las calles, dispuesta a encontrar un lugar donde pudiera comer y, quizás, por un rato, desconectar del caos que usualmente era su vida.
Al encontrar un pequeño café en la esquina de la calle, Rachel decidió que era el lugar perfecto para desayunar. Se sentó en una mesa al fondo, donde podría observar a la gente que pasaba. Mientras miraba a su alrededor, notó a varias personas, cada una absorta en su propio mundo. Algunos hablaban por teléfono, otros se reían con amigos, y unos pocos, como ella, parecían disfrutar de un momento de calma. "Intenta no llamar la atención," se recordó a sí misma, aunque el pensamiento se sentía extraño en su mente. Sabía que era un objetivo, al menos eso le había dicho un compañero de misión. Los Vengadores la andaban buscando, o al menos eso decía él, y aunque el miedo no la consumía, había un sentido de precaución que no podía ignorar.
"Esos tipos no me asustan," pensó, tomando un sorbo de su café. "No tengo por qué esconderme."
Sin embargo, se sintió aliviada de que nadie pareciera prestarle atención. Podía ser cualquiera entre la multitud, y eso era exactamente lo que quería en ese momento. Disfrutó de su desayuno: un delicioso sándwich de huevo y un café que le sabía a gloria. Mientras comía, se preguntó si alguna vez podría llevar una vida normal, alejada del caos y las misiones que solía realizar. Después de terminar su desayuno, se levantó y se dirigió a la tienda de comestibles cercana. Allí, mientras recorría los pasillos, comenzó a llenar su carrito con los artículos básicos que necesitaba: frutas, verduras, algo de carne, y, por supuesto, unos cuantos snacks.
—No puedo vivir solo de sándwiches de huevo —comentó en voz alta, sonriendo ante su propia broma. Se dio cuenta de lo mucho que había descuidado su alimentación, y eso no era algo que podía permitirse si quería seguir funcionando adecuadamente. Mientras hacía sus compras, se sintió un poco más en control de su vida. Al final, pagó y salió de la tienda con varias bolsas en las manos. Respiró profundamente el aire fresco de la mañana, sintiendo que el día comenzaba a mejorar. Aún había muchas preguntas sin respuesta en su vida, pero por un momento, todo parecía más manejable.
—Vamos, Rachel, un paso a la vez, —se dijo, mientras caminaba de regreso a casa, sintiendo que tal vez, solo tal vez, podría encontrar un poco de paz en medio de su caótica existencia.
Al llegar a casa, Rachel sintió una pequeña satisfacción al ver sus bolsas llenas de comida. La luz del sol entraba a raudales por la ventana, iluminando su espacio recién ordenado. Era un alivio ver que su hogar no solo se veía mejor, sino que ahora también tendría lo necesario para alimentarse adecuadamente.
—Vamos, Rachel, es hora de hacer algo de magia, —dijo en voz alta, como si hablara con su propia motivación. Comenzó a sacar los artículos de las bolsas y a guardarlos en los lugares correspondientes. Primero, colocó las frutas y verduras en el refrigerador, organizándolas cuidadosamente. Abrió el cajón de las verduras y sonrió al ver que se veía un poco más lleno. “Esto debería durar un par de días, al menos,” pensó, satisfechada. Luego se dirigió a los estantes de la despensa, donde colocó las latas, los cereales y otros productos no perecederos. Mientras ordenaba, se dio cuenta de que había olvidado lo mucho que disfrutaba de estas pequeñas tareas cotidianas. Eran momentos como este los que la conectaban con una vida más normal, lejos de las misiones y de la oscuridad de su pasado.
—Ya era hora de comer bien, —murmuró para sí misma, pensando en el delicioso guiso que podría preparar más tarde. La idea de cocinar algo sustancioso le trajo un pequeño destello de emoción, una sensación que rara vez experimentaba. Una vez que terminó de guardar todo, se tomó un momento para admirar su trabajo.
—Ahora sí, esto se ve mucho mejor, —dijo, sonriendo con satisfacción. El refrigerador y la despensa estaban abastecidos, y ahora podía pensar en lo que realmente significaba cuidar de sí misma. Decidió que merecía un pequeño descanso. Se sentó en el sofá, se quitó los zapatos y se permitió unos minutos para disfrutar de la calma. A través de la ventana, podía escuchar el murmullo de la ciudad, un recordatorio de que, a pesar de su vida atípica, el mundo seguía su curso. “Tal vez esto sea un buen comienzo,” pensó, sintiéndose un poco más esperanzada. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero por ahora, tenía un lugar al que volver, comida en su refrigerador y un momento de paz que le recordaba que, incluso en medio de la tormenta, había espacio para la tranquilidad.
Rachel estaba tan tranquila, disfrutando de la paz que sentía después de tanto tiempo, que casi se olvidó de la vida que llevaba. Pero esa paz se desvaneció rápidamente cuando un ruido resonó en la casa. Su cuerpo reaccionó instintivamente; en un abrir y cerrar de ojos, tomó un cuchillo de la mesa, su mano firme y lista para defenderse. Había sido entrenada para esos momentos, y el instinto de supervivencia se activó al instante.
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Entré el amor y el odio
AcakEn un mundo de sombras y secretos, Rachel, una joven agente de Hydra, se encuentra con Bucky Barnes, el Soldado del Invierno. Criada para ser una arma letal, Rachel busca escapar de su pasado y encontrar la verdad sobre sí misma. A medida que se enf...