capitulo 3

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Capítulo 3: La Llamada del Teseracto

Rachel se quedó en silencio, dándole vueltas a lo que él había dicho. ¿Los Vengadores saben sobre mí?. Si los héroes más poderosos de la Tierra estaban al tanto de su existencia, ¿por qué no habían venido por ella? ¿Acaso era tan buena escondiéndose que se les hacía difícil encontrarla, o había algo más en juego?
Sentía una tormenta de preguntas agolpándose en su cabeza, buscando respuestas que no tenía. ¿Qué querrían de mí? Se cuestionaba mientras cruzaba la habitación. Suspirando, decidió que dejaría esos pensamientos a un lado por el momento. Su estómago rugió, recordándole que hacía horas que no comía. Se levantó y fue a la cocina. Abrió el refrigerador, ahora lleno gracias a sus compras recientes, y comenzó a sacar algunos ingredientes.
Mientras preparaba algo sencillo, sus pensamientos seguían volviendo a la conversación. Sabía que nada en su vida era casual, y si los Vengadores estaban involucrados, era solo cuestión de tiempo antes de que algo grande sucediera. Pero si me están buscando... tendrán que esforzarse más, pensó con una leve sonrisa, una mezcla de desafío y desconfianza.
Una vez que Rachel terminó de preparar su comida y la devoró en silencio, su mente aún seguía atrapada en los pensamientos de lo que vendría. Lavó los platos con movimientos mecánicos, cada acción un reflejo de rutina que la distraía de la inquietud creciente.
Finalmente, tras recoger todo, fue a su habitación. Se dejó caer en la cama, acomodándose entre las sábanas mientras miraba el techo. El silencio de la habitación la envolvía, pero su mente no se callaba. Sabía que, tarde o temprano, las respuestas vendrían, y tendría que enfrentarlas, tal como lo había hecho con todo en su vida. Pero ahora, en la soledad de su cuarto, trataba de encontrar algo de paz, aunque fuera solo por un momento. Cerró los ojos y dejó escapar un largo suspiro.
"¿Si vuelvo a Hydra... ¿quién seré realmente?". penso antes de dormirse completamente.
Cuando despertó al día siguiente, el amanecer ya había teñido el cielo con tonos anaranjados. Rachel se levantó de la cama, su mente despejada y su cuerpo listo para lo que venía. Se vistió con su atuendo de combate, ajustándose las botas y el cinturón con precisión. Hoy, volvería a Hydra.
Sabía que la recibirían como una leyenda viviente. En Hydra, su nombre era sinónimo de caos y poder, una sombra que había sembrado terror y destrucción en incontables misiones. Las barbaridades que había cometido en nombre de la organización eran incontables, y aunque en lo profundo de su ser se debatía entre la culpa y la indiferencia, había aprendido a bloquear esos sentimientos. Miró su reflejo en el espejo por un momento, ajustándose la chaqueta. No había espacio para dudas ni remordimientos. Tomó su arma, la deslizó en su funda, y salió de la habitación. El camino hacia donde la esperaba su "padre" estaba claro, y aunque sabía que nada en Hydra era tan sencillo como parecía, no podía evitar sentir una mezcla de familiaridad y desconfianza. Sabía que algo grande se avecinaba, algo que involucraba a los Vengadores y, tal vez, su propio destino.
"Seré una leyenda de nuevo... o quizás algo más",pensó mientras cerraba la puerta tras de sí, lista para lo que vendría.
Al llegar a la base secreta de Hydra, Rachel avanzaba por los oscuros y fríos pasillos que conocía tan bien. Las paredes eran testigos silenciosos de las atrocidades que se habían cometido en ese lugar, las mismas que ella había ayudado a ejecutar. El eco de sus pasos resonaba en el silencio sepulcral, mezclándose con los recuerdos de gritos apagados y súplicas olvidadas.
Pasó frente a los cuartos de tortura, donde las víctimas habían sido despojadas de su voluntad, su humanidad arrebatada con cruel precisión. Las puertas cerradas ocultaban horrores que Rachel ya no necesitaba ver para recordar.
¿Cómo llegué a esto?, pensó por un instante, pero rápidamente desechó la idea. No sentía nada. Era como si algo dentro de ella se hubiera apagado hace tiempo, dejándola vacía, fría. Miraba hacia adelante, sus ojos sin brillo, su mente en blanco. No había remordimientos, ni culpa, ni dolor. Era la soldado perfecta. Una vez más, se había convertido en lo que Hydra necesitaba de ella: una máquina.
—Esto es lo que soy ahora, —se dijo mientras seguía caminando por los oscuros pasillos, acercándose al corazón de la organización que una vez la había creado y destruido al mismo tiempo. Al llegar al centro de la sala, Rachel vio a su "padre" de espaldas, mirando a través de una ventana que daba hacia el campo de entrenamiento. Allí, nuevos reclutas se enfrentaban a pruebas que ella misma había superado hace años. Sus movimientos eran toscos, inexpertos, y le recordaban lo lejos que había llegado.
—Ya estoy aquí —dijo Rachel, con una voz firme y vacía de emociones. Él se volteó lentamente, su rostro reflejando una frialdad impenetrable. La observó con detenimiento, de arriba abajo, tomando en cuenta cada detalle de su traje ajustado, diseñado para una asesina perfecta. El traje negro y táctico que llevaba no dejaba dudas: era una máquina de matar, una sombra silenciosa.
—Veo que no has olvidado quién eres —dijo él, con un tono sarcástico, pero cargado de autoridad. Sus ojos la recorrieron con desdén y aprobación al mismo tiempo—. El traje te queda como anillo al dedo. Listo para hacer lo que mejor sabes hacer.
Rachel lo miró sin expresión, sin una palabra más. Había aprendido a no demostrar nada frente a él. Él era el único que podía manejar las cuerdas que controlaban su mente, que la había usado como arma tantas veces.
—¿Qué es lo que quieres esta vez? —preguntó finalmente, rompiendo el tenso silencio que se había instalado en la habitación.
El sonrió con una satisfacción oscura, como si hubiera esperado esa pregunta.
—Quiero que recuperes algo muy importante para nosotros, algo que pondrá a los Vengadores de rodillas... y tú serás la clave para hacerlo.
—Te das cuenta de que estamos hablando de los Vengadores, ¿no? —dijo Rachel, con tono serio y desafiante—. ¿Qué tienen ellos que te importa tanto?
Su "padre" se acercó a la ventana nuevamente, observando con calma los entrenamientos al otro lado del vidrio. Por un momento, no respondió. El silencio pesaba en el aire.
—Tienen algo que siempre ha pertenecido a Hydra —contestó finalmente, sin mirarla—. Algo que puede cambiar el equilibrio de poder... El Teseracto.
Rachel frunció el ceño. Había oído hablar de ese objeto, sabía lo poderoso que era. Pero algo seguía sin encajar para ella.
—¿Y por qué yo seré la clave de todo eso? —preguntó, impaciente, sintiendo que estaba siendo utilizada de nuevo.
Él se giró lentamente hacia ella, con una sonrisa calculadora y fría.
—Porque ellos no saben quién eres realmente, Rachel. No saben tu verdadero potencial. Te has escondido bien todo este tiempo, pero ahora es momento de que juegues tu papel en este tablero. Tú puedes infiltrarte donde otros no pueden, puedes acercarte a ellos sin levantar sospechas. Y cuando llegue el momento adecuado... destruirás todo lo que ellos valoran.
Rachel lo miró, sintiendo una mezcla de enojo y resignación. Había esperado que, en algún momento, las cosas fueran diferentes, pero parecía que estaba atrapada una vez más en el mismo ciclo de manipulación. Suspiró, sin apartar la vista de él.
—Siempre me usas como tu herramienta —murmuró, más para sí misma que para él—. No soy más que una pieza en tu juego.
Él sonrió con crueldad, acercándose un poco más.
—Eres la mejor pieza que tengo.
Él la miró fijamente, sin parpadear, con una sonrisa casi cruel en los labios, mientras ella mantenía su expresión serena.
—Lo sé. Sé perfectamente que soy tu mejor trofeo. Porque esos inútiles que tienes no han logrado ni siquiera traer la cabeza del presidente de los Estados Unidos —dijo Rachel, con una sonrisa cínica.
El hombre entrecerró los ojos, evaluándola con una mirada fría y calculadora.

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