Rachel se encontraba en un parque tranquilo, rodeada de árboles que susurraban con la brisa, y un cielo teñido con los últimos tonos dorados del atardecer. Se había escapado de la Torre por un momento de libertad, con el único propósito de encontrarse con Bucky en ese lugar escondido. Sentada en una banca, miraba el paisaje mientras sus pensamientos iban y venían, preguntándose por qué él tardaba tanto.
Lo que ella no sabía era que Bucky llevaba observándola desde la distancia durante al menos veinte minutos. Oculto tras los árboles, se había quedado atrapado en la forma en que el sol resaltaba sus facciones, cómo una suave sonrisa cruzaba su rostro mientras miraba al horizonte. En silencio, había olvidado incluso la razón por la que la había hecho esperar tanto; simplemente, no podía dejar de mirarla. Había algo en la paz que Rachel emanaba, una calma que contrastaba con todo el caos que ambos llevaban dentro.
Finalmente, decidió acercarse, con el corazón latiendo más rápido de lo que esperaba. Caminó hacia ella con pasos firmes pero cautelosos, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, Rachel lo notó y le sonrió, esa sonrisa que siempre lograba desarmarlo.
—Pensé que me habías dejado plantada, soldado —bromeó ella, levantándose de la banca y acercándose a él.
Bucky sonrió, algo raro en él, pero auténtico. —Nunca haría eso, solo… necesitaba un momento para apreciar la vista —dijo, con una chispa de humor en sus ojos, aunque sus palabras tenían un significado más profundo del que ella percibió.
Rachel rió suavemente, sin sospechar que él se refería a ella. Juntos comenzaron a caminar por el sendero, sus pasos sincronizados sin esfuerzo. Había una conexión entre ellos que no necesitaba explicación; ambos la sentían, pero ninguno se atrevía a romper el hechizo para ponerlo en palabras.
Mientras caminaban en silencio, Bucky se sintió extrañamente en paz, como si aquel pequeño instante en el parque pudiera borrar las sombras que siempre lo acechaban. Y, sin darse cuenta, Rachel estaba comenzando a sentirse de la misma manera.
Con cada paso, el silencio entre ellos se volvía cada vez más cómodo. Rachel, sin necesidad de palabras, percibía la tranquilidad que Bucky sentía a su lado, y eso le provocaba una sensación de paz que era difícil de encontrar en su vida llena de conflictos internos. Mientras avanzaban por el sendero bordeado de árboles, ella extendió su mano de manera casual, rozando la de él. Al principio fue un gesto tímido, pero cuando sintió que él no se apartaba, entrelazó sus dedos con los de él.
Bucky miró hacia sus manos unidas y luego a Rachel, su mirada suave, aunque sorprendida. Ese gesto sencillo pero profundo le hizo sentir una especie de alivio. Después de todo, él también estaba acostumbrado a vivir con miedos, y ella lograba despejar esos temores, aunque fuera por unos momentos.
—¿Sabes? —comenzó Rachel, rompiendo el silencio—. Me siento más libre cuando estoy aquí contigo. No tengo que ocultar lo que siento, ni pretender ser alguien que no soy.
Bucky asintió, apretando suavemente su mano, como si sus palabras fueran el ancla que ambos necesitaban. —Entiendo lo que dices, Rachel. A veces, siento que mi vida siempre ha estado llena de cadenas… incluso ahora. Pero contigo, esas cadenas se sienten menos pesadas.
Rachel le dedicó una sonrisa cálida, apreciando su honestidad. Habían pasado por tanto, y en su presencia, ella sentía que podía ser ella misma, sin miedo a sus poderes o a su pasado incierto. Los dos continuaron caminando, perdiéndose en la charla sobre pequeñas cosas, recuerdos, e incluso sueños para un futuro en el que no tenían la certeza de estar juntos, pero en el que secretamente esperaban encontrar algún lugar el uno junto al otro.
Finalmente, llegaron a un pequeño lago en el centro del parque, donde las luces de la ciudad comenzaban a reflejarse en el agua. Rachel soltó su mano y se acercó a la orilla, observando el reflejo de ambos bajo las estrellas.
—¿Alguna vez pensaste que podrías tener algo así? —le preguntó, apenas un susurro en la quietud de la noche.
Bucky se acercó y, sin dudar, puso una mano en su hombro, transmitiéndole la seguridad que tanto necesitaba.
—No, nunca pensé que podría —admitió en voz baja—. Pero ahora… ahora empiezo a pensar que lo quiero.
Ella volvió a mirarlo, y en un impulso, se acercó hasta que sus rostros estuvieron a centímetros de distancia. Las dudas, los miedos, y todo lo que los había retenido antes, se desvanecieron mientras ambos cerraban los ojos y se dejaban llevar por el momento. Sin más, compartieron un beso que era una promesa silenciosa, un lazo inquebrantable que ambos sabían que los ayudaría a enfrentar cualquier obstáculo que viniera.
Cuando finalmente se separaron, Rachel rió suavemente, una risa cargada de alivio y felicidad.
—Creo que esto es algo que realmente vale la pena pelear —dijo, su voz apenas un susurro, pero llena de determinación.
Bucky asintió, mirándola con la misma seriedad y convicción. —Entonces pelearemos juntos.
Después de aquella tarde compartida, Rachel y Bucky regresaron a la Torre. Con suerte, nadie parecía haber notado su escapada. Mientras Rachel bajaba a la cocina en busca de algo para comer, Bucky se dirigía a buscar a Steve para discutir algo que tenía en mente.
Mientras Rachel abría el refrigerador, un sonido sutil atrajo su atención. Un pequeño aparato sobre la mesa emitía una señal intermitente, seguido de una voz que le resultaba perturbadoramente familiar. Dudó por un momento, pero finalmente se lo puso cerca del oído para escuchar mejor.
—¿Hola? —dijo con cautela, su voz apenas un susurro.
—Tanto tiempo sin escucharte, Rachel —respondió una voz fría y calculadora que reconoció al instante. Era la voz de quien alguna vez había llamado “padre”.
El aire pareció volverse más pesado a su alrededor. —¿Qué quieres? —preguntó, intentando controlar el temblor en su voz.
—Así que ahora estás del lado de los Vengadores… —La burla en su tono era inconfundible.
—Eso no te importa —respondió, tratando de sonar firme.
—Oh, pero te va a importar, Rachel. Hay algo que ellos no te han contado.
Rachel sintió que algo oscuro y desconocido se revolvía en su interior. —No te creo —replicó, aunque la duda ya comenzaba a infiltrarse en su mente.
—¿De verdad? ¿Y si te digo que tiene que ver con tu familia? Con lo que les ocurrió…
El corazón de Rachel latía con fuerza. ¿Su familia? Todo lo que sabía era que había sido criada bajo las manos de Hydra, y cualquier cosa relacionada con sus orígenes había sido un misterio. —¿Qué sabes sobre ellos? —preguntó, la firmeza en su voz debilitándose.
—Oh, querida, sé muchas cosas. Cosas que los Vengadores te han ocultado. Pero si quieres saberlo todo, tendrás que venir a buscarme.
—¿A Hydra? Ni en tus sueños.
La voz rió suavemente, una risa que le helaba la sangre. —Vendrás, Rachel. Lo harás si deseas conocer tu origen... o, mejor aún, si quieres saber quién es tu hermana.
Rachel se quedó paralizada. —¿Hermana? —Sus palabras salieron en un susurro apenas audible. La idea la golpeó como un puñetazo, llenando su mente de confusión y su corazón de un nudo de ansiedad.
—Así es —dijo la voz, disfrutando de su desconcierto—. Pero solo sabrás la verdad si tienes el valor de enfrentarte a ella.
El aparato emitió un clic, y la conexión se cortó, dejándola sola en el silencio de la cocina. Rachel se quedó allí, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. La idea de tener una hermana, de una familia que nunca conoció y de secretos que los Vengadores podrían estar ocultándole, la llenaron de una mezcla de miedo y determinación.
Sabía que no podía compartir esto aún con nadie, ni siquiera con Bucky. La verdad era algo que tendría que descubrir por sí misma, aunque eso significara enfrentar el lado más oscuro de su pasado.
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Entré el amor y el odio
DiversosEn un mundo de sombras y secretos, Rachel, una joven agente de Hydra, se encuentra con Bucky Barnes, el Soldado del Invierno. Criada para ser una arma letal, Rachel busca escapar de su pasado y encontrar la verdad sobre sí misma. A medida que se enf...