TURBULENCIA (53)
Los ojos de ambos se miraron quedando prendidos hasta que el sonido de la campanilla les indico que el elevador estaba cerrándose.
- Lo siento - 'Akil dio un paso hacia atrás guardando sus manos en los bolsillos de sus pantalones.
Anna bajó la mirada sonrojada y logró acomodar las carpetas antes de que se cayeran.
Un guardaespaldas se acercó apresurado a la joven secretaria y sostuvo las carpetas con gran facilidad. Ella le sonrió agradecida y el príncipe árabe hizo una mueca dando una orden seca en su idioma natal.
Sus guardaespaldas le siguieron, el que sostenía las carpetas se puso pálido y llevó la carga hasta el escritorio de Anna.
- Muchas gracias -
Le sonrió al hombre amable y pasó junto a él indiferente. 'Akil le dirigió una mirada glacial a su empleado que salió casi corriendo del lugar, Anna se sentó en su silla revisando las carpetas como si no estuviera ahí.
- ¿Estas bien?
Anna mantuvo por unos segundos la mirada en la hoja que revisaba antes de levantarla y mirarle. Sus ojos azules se mantenían en reserva; una reserva que estaba seguro era por él.
- Lo estoy - le aseguró regresando a su trabajo.
Él la miró por unos minutos que le parecieron eternos, casi aguantó la respiración hasta que 'Akil asintió y fue hasta el elevador desapareciendo en su interior.
Anna suspiró recargando su cabeza en los papeles sobre su escritorio. ¡No sabia lo que le estaba pasando! ¡Ese hombre la estaba sacando de su cómoda vida! No iba a permitirlo, la última vez que un hombre lo hizo su vida fue todo un infierno. Cubrió su rostro angustiado, todavía el pasado le lastimaba. Empero lo que más le dolía era que ya no podía ser una mujer normal, aquellos sueños y anhelos se acabaron cuando pasó aquello.
¡No, ya no más! Se levantó de la silla y miró por todos lados sin saber que hacer, de pronto fue hasta el perchero y buscó su abrigo, tomó su bolso y salió de la oficina sin decir nada.
El grupo de secretarias miró a la joven mujer con sorpresa, ella nunca dejaría la oficina en horario de trabajo.
•
Anna caminó por el parque, aún traía el abrigo en su brazo, parecía que el frío de la tarde no hacia mella en su persona. Su cabeza estaba en otro sitio, en un pasado oscuro y lejos de la vida libre que ahora vivía.
En algún momento podía verse joven despreocupada, mirando hacia el futuro con emoción ansiando terminar sus estudios y lograr sus objetivos. Podía verse con su cabello rubio volando por el viento cada vez que corría por el campus de la universidad dispuesta en ser siempre puntual. Quería ser el orgullo de sus padres que estaban haciendo todo tipo de sacrificios para que ella, su única e inteligente hija llegara a ser lo que ellos nunca pudieron ser. Bajó la mirada oprimiendo sus manos en apretados puños, ¡Maldición! ¿En qué momento perdió el camino, el entusiasmo? ¡Oh demonios, lo sabia muy bien! Cuando pasó se encontraba en todos sus sentidos, y así completamente consciente se arrojó sin importarle las consecuencias.
Miró la banca vacía y fue hasta ella sentándose colocando descuidada el abrigo sobre sus piernas. ¡Debería odiarse!, pero ya sabia lo que podía pasar si lo hacia. Acomodó sus manos sobre su regazo y las miró pálidas y frías, sus ojos se agüaron y parpadeó reteniendo las lágrimas que hacia tiempo no dejaba salir.
Él, un hombre atractivo, inteligente, maduro, completamente libre, conocedor del mundo. Un hombre ideal, el príncipe azul ideal de cualquier mujer, sin importar la edad.
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DEMONIO DEL DESIERTO
Romance2da. parte de la Bestia y la bella escrita al par con la misma novela. A partir del capítulo 45.