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Donghae

Tres Años Antes.







Me acurrucaba en el sillón de nuestra biblioteca, leyendo, cuando un
golpe sonó. La cabeza de Jisung descansaba en mi regazo y ni siquiera se movió cuando la puerta de madera oscura se abrió y nuestra madre intervino, su cabello rubio oscuro recogido con fuerza y anudado en
un firme moño en la parte posterior de su cabeza. Madre estaba pálida, su rostro
contraido por la preocupación.

-¿Pasó algo?- pregunté.

Ella sonrió, pero era su sonrisa falsa.

-Tu padre quiere hablar contigo en su oficina.

Me moví con cuidado de debajo de la cabeza de Jisung y lo acomodé en la tumbona. El atrajo las piernas contra su cuerpo. Era pequeño para un niño de once años de edad, pero yo tampoco era exactamente alto con un metro sesenta y dos. Ningun doncel de nuestra familia lo era. Madre evitó mis ojos cuando avancé
hacia ella.

-¿Estoy en problemas?- No sabía lo que podía haber hecho mal. Por lo general, Jisung y yo éramos los obedientes; Ryeowook era el que siempre rompía las reglas y era castigado.

-De prisa. No dejes que tu padre espere -dijo madre simplemente.

Tenía el estómago en nudos cuando llegué frente a la oficina de papá. Después
de un momento reprimiendo mis nervios, llamé.

-Adelante.

Entré, obligando a mi cara a lucir cuidadosamente reservada. Padre estaba
sentado detrás de su escritorio de caoba en un amplio sillón de cuero negro; detrás de
él se alzaban estantes de caoba llenos de libros que padre nunca había leído, pero que
escondían una entrada secreta al sótano y un pasillo que conducía fuera de las
instalaciones.

Levantó la vista de una pila de hojas, su cabello gris peinado hacia atrás.

-Siéntate.

Me hundí en una de las sillas frente a su escritorio y crucé las manos en mi
regazo, tratando de no morderme el labio inferior. Padre odiaba eso. Esperé a que
empezara a hablar. Tenía una extraña expresión en su rostro a medida que me
escrutaba.

-La Bratva y la Tríada están tratando de reclamar nuestros territorios. Son
cada vez más audaces. Tenemos más suerte que la familia de Jeju que también
tiene que lidiar con los mexicanos, pero no podemos seguir ignorando por más tiempo
la amenaza que los rusos y los taiwaneses representan.

La confusión me invadió. Padre nunca hablaba de negocios con nosotros. Los
donceles no tenían que saber de los detalles más delicados del negocio de la mafia. Sabía
que no debia interrumpirlo.

-Tenemos que poner nuestra rivalidad con la familia de Seul a un lado
y combinar fuerzas si queremos luchar contra la Bratva y la Tríada-. ¿Paz con la
familia? Padre y todos los demás miembros de la Organización de Daegu odiaban a
la famiglia. Se habían estado matando entre sí durante décadas y solo recientemente
decidieron ignorarse mutuamente a favor de matar a los miembros de otras
organizaciones criminales, como la Bratva y la Tríada-. No hay un vínculo más
fuerte que la sangre. Al menos la familia entiende eso bien.

Fruncí el ceño.

-Nacido en sangre. Jurado en sangre. Ese es su lema.

Asentí, pero mi confusión solo aumentó.

-Ayer me reuní con Cho Sunjoon. -¿Padre se reunió con el Capo dei Capi, el jefe de la mafia de Seul? Un encuentro entre Seul y Daegu
no había tenido lugar en una década y la última vez no había terminado bien. Todavía
se conoce como el Jueves Sangriento. Y padre no era ni siquiera el Jefe. Era solo el
Consigliere, el asesor de Min Hyungwon que gobernaba la Organización en ese
entonces y con ello la delincuencia en el Medio Oeste.

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