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"QUEJUMBROSAS DECISIONES"

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"QUEJUMBROSAS DECISIONES"

Se descalzó y, con la pierna izquierda abrazada al pecho, apoyó el talón en el borde del sillón. Dejó caer su muñeca sobre la rodilla mientras con la mano libre revisaba los correos en su bandeja de entrada. Respondió a algunos antes de meterse en el programa de las cámaras de seguridad. Veinte escenarios se distribuyeron por su pantalla donde tuvo distintos planos del club, por lo que se adentró a la toma del área preferencial en el momento en que las luces adquirieron un tono rojizo y azulado, anunciando pronto el inicio de la presentación esperada de la noche.

Los ojos de Hyusang se movieron en acto de reflejo a la figura fornida que ha logrado capturar no solo la atención de sus clientes potenciales, sino a toda Corea de Sur por su carrera deportiva prometedora; pero allí estaba, el hecho de que aquel hombre luciera su belleza en el escenario lo afectaba incluso a distancia: Kim Jinwoo. Le hacía hormiguear la piel y alteraba su pulso de una forma tan sorprendente y notoria que ni él mismo podía creer. O más, llegó a plantearse la idea de solo ignorarlo.

Le gustaba Kim Jinwoo, eso era un hecho; desde el primer momento en que lo vio sintió una inmensa curiosidad por su persona y, a medida que fue espectador de cómo ese jovencito se convirtió en todo un hombre, no solo le recordó que el tiempo estaba pasando, sino que trajo consigo un hecho que no podía pasar por el alto: la finalización del contrato confidencial que compartían ambos y, aunque se repitió un centenar de veces de que una vez que eso ocurriera podría volver a la normalidad, sospechaba de que tal vez las cosas no saldrían del modo que las estaba previsto y eso lo mortificó.

El rubio se pasó el dedo índice por los labios de forma pensativa a la vez que lo miraba fijamente. Los movimientos de aquella criatura, siendo tan hipnotizantes y precisos, que casi lucía como un peligroso demonio tentando a sus pobres víctimas, almas que nunca tendrían oportunidad de escapar de su encanto; él fue una de ellas y cayó tan bajo que se sintió tonto e ingenuo por hacerlo.

Solo entonces su mente perversa le recordó todos aquellos encuentros fogosos en los que apreciaba la forma en que aquella ancha espalda se encorvaba mientras era montado por su persona. Los jadeos que pronunciaba su nombre y la posesividad que impregnaban sus caricias, intensificándose en cada encuentro, no solo le hicieron arder la sangre, sino que también le dilataron las pupilas. 

Jinwoo lucía como aquel ser intocable e inalcanzable que más de uno deseó domar. Un anhelo efímero de obtener un poco de su atención; pero a la vez emanaba una frialdad abrumadora que alejaba a los de mente débiles, intimidaba a los inseguros y causaba inconformidades a los envidiosos. Tal vez esta indiferencia hacia los demás fue lo que hizo que su ascenso a la cima pareciera, a simple vista, sencillo. No solo le facilitó el camino, sino que lo transformó en el enigma que el mundo anhelaba desentrañar.

Quizás esa era la razón por la que Hyusang había caído ante él, quizás que la fragilidad entre sus grietas, que terminaron por doblegarlo, jamás lo sabría.

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