Día 13: unholy

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—Oye, cariño —Liv seguía a Onyx con la mirada, viendo buscar algo debajo de los bancos del antiguo lugar de culto a los dragones del invierno y el verano—, ¿qué se supone que buscas? —se fijó en las paredes repletas de pinturas que representaban eventos históricos en los que ambos hermanos acabaron implicados.

El templo fue abandonado y condenado al olvido siglos atrás. La vegetación crecía sin límites, devorando el altar del sacerdote y los bancos de madera oscura, sin embargo, el moho no se atrevía a crecer en los cuadros. Una atmósfera de magia salvaje los rodeaba, llevando al máximo sus sentidos.

—Una cosa importante, Liv —su marido se puso en pie y sonrió de manera maliciosa, acercándose lentamente. La abrazó por la espalda, dándole un beso en el cabello—. Hace siglos escondí en un templo abandonado una cajita de platino que me encantaría recuperar, pero me temo que no es aquí. Sin embargo, ya que estamos solos...

Los besos comenzaron a descender. Liv se estremeció al sentir el aliento de su amado acariciándole las mejillas mientras continuaba besándola con pasión, dejando rastros rojizos y mordiscos a lo largo del cuello, acariciándole el vientre.

—Estás hecho todo un picarón —rio su esposa apartándose el pelo para dejarle libre movimiento.

—Aprendí de la mejor —le susurró bajando una mano hacia el pantalón, desabrochándoselo poco a poco.

—Creo que tanta magia se te ha subido a la cabeza —continuó la mujer, presa de las muestras de amor—. Estamos en tierra santa.

Onyx le restó importancia.

—Un suelo santo erigido en mi honor, abandonado al clima y al paso del tiempo —<<y de tu hermano>>, quiso añadir, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta—. Además, dudo que me vaya a ofender por tener entre mis brazos a una belleza como tú, de poder escucharte gritar mi nombre mientras te repito lo mucho que te amo.

—Eres todo un romántico —giró sobre los talones, tomándolo del cuello y dedicándole una sonrisa dulce y lujuriosa al mismo tiempo. Ambos se fundieron en un beso lento, Liv no pudo evitar gemir al sentir la lengua de su dragón recorriéndole la boca, saboreándola, explorándola, devorándola a cada segundo que pasaba y arrebatándole el oxígeno de los pulmones.

Onyx la alzó entre los brazos, cargándola hasta un banco que podría soportar el peso de ambos. Cuando la acomodó sobre el regazo, la bruja no pudo evitar mover la cadera en círculos, alimentando el deseo de sentirlo en su interior. Notaba la erección de su marido presionándole contra el coño, e incluso su interior palpitaba a la espera.

Onyx subió una de las manos hacia la cabeza de su pareja, despeinándola. Se separaron por la falta de aire, quedando unidos por un fino hilo se saliva que se deshizo rápidamente. Liv no dejaba de jadear, ansiosa de recuperar el aire y volver a atarse en un beso, Onyx sonreía completamente excitado.

—Para ser el dios del invierno, estás bastante caliente —se burló, bajándole la ropa interior hasta liberar el pene endurecido.

Unas carcajadas roncas brotaron de entre los labios de Onyx mientras la tumbaba cuidadosamente en el banco, atrapándola entre sus fuertes brazos. Liv, esbozando una sonrisa felina, se abrió de piernas, moviendo el culo sobre el asiento.

Se estremeció al notar los dedos del dios tomándola de los muslos para poder besarle las piernas desnudas, embriagándose de su aroma, apoyando los labios en cada lunar, en cada cicatriz.

—Dioses, eres tan hermosa —le susurró hechizado por el momento, retirándole los pantalones y lanzándolos lejos. Onyx no tardó en frotarse contra ella—. Te amo, te amo.

—Y yo a ti, Onyx, pero deja de hacerme sufrir, tengo el coño que parece una catarata —logró decir arqueando la espalda.

—Permíteme disfrutar un poco más, mi reina —le suplicó aún sin penetrarla, sino que la sostuvo del mentón, besándole los labios una y otra vez.

—Si no quieres que esta vez sea yo la que esté encima, más te vale que empieces de una vez —dijo desesperada por el placer nublándole el juicio.

—Vaya, estás ansiosa —en esa ocasión, Onyx obedeció. Tomando la polla en la mano izquierda, fue internándose lentamente en el interior de su esposa, que gemía y se abrazaba con más fuerza—. ¿No eras tú la que decía algo sobre la tierra santa?

Liv le golpeó el pecho, dejándose arrastrar por las fuertes embestidas que la sacudían de adelante hacia atrás. El coño le palpitaba alrededor del pene de su marido, demasiado grueso para ella, pero aquello era lo que la volvía loca.

—Con-considéralo una of-ofrenda de mi parte. ¡Ahora, sigue, Onyx, por lo que más quieras!

Kinktober 2024.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora