Día 30: (almost) caught

38 7 7
                                    

El teletransporte había dejado a la pareja frente al camino empedrado que conducía al castillo achatado. Onyx miró a sus alrededores, contemplando con ojos analíticos el lugar de nacimiento de su esposa.

Un jardín frondoso los rodeaba, repleto de flores y hierbas mágicas que, aunque estaban bien cuidadas y podadas, crecían de manera abundante, dando vida a laberintos interminables y rincones ocultos. Olfateó el aire, ignorando la mezcla de aromas de la vegetación, del agua santa brotando de la enorme fuente erguida frente al portón y de la antigüedad, centrándose en el olor de la comida y la bebida procedente del interior. Todas las habitaciones estaban iluminadas, revelando las figuras de los asistentes riendo y bailando a través de los cristales de las ventanas tintadas de vivos colores.

—Bienvenido a mi aquelarre, cariño —dijo Liv de repente, abrazándolo del brazo y entrelazando los dedos con los suyos.

Onyx agachó la mirada, incapaz de mantener la expresión seria frente a ella. Vestía con un hermoso vestido de tirantes rojo y largo, su escote no dejaba demasiado a la imaginación. En el cuello llevaba un precioso collar de perlas de almas que él mismo le regaló en su cumpleaños, en conjunto al aniño de matrimonio que nunca se quitaba, atestado de piedrecitas azules que representaban a las estrellas rodeando a la luna. Tenía el cabello recogido y calzaba unos tacones de aguja negros, a juego con el pequeño bolso oscuro.

—¿Qué te pasa, amor? —Liv se colocó frente a él, arreglándole la corbata de color marino del traje azul. Se había cambiado las joyas de los cuernos por unas repletas de lapislázuli y oro cian, creando un fuerte contraste con el brazalete de matrimonio, un anillo en forma de ramas y hojas secas engrandeciendo un cristal blanco en forma de lágrima, un complemento que siempre lucía con orgullo. No tenía la cola a la vista, tampoco las alas, solo era un hombre-bestia común, un carnero—. ¿Estás nervioso? ¿Mi dragoncito tiene miedo de volver a ver a mi familia? —le acarició la chaqueta, eliminando unas arrugas—. Pero si estás como un queso.

Onyx se avergonzó un poco, sin embargo, no comentó nada al respecto, en su lugar contempló el horizonte mezclándose en el negro del universo y la plata de las estrellas.

—No, no es eso, cariño, es solo que llevaba milenios sin ver una tierra ambulante.

—Oh, ¿te refieres a Pedro el tortuleón? —el dragón arqueó una ceja, rogando porque ese no fuera el nombre real del animal sobre el que se encontraban—. Es un amor, no le haría daño a nadie. Solo a los intrusos, claro.

Onyx asintió lentamente, lanzando un último vistazo a donde, en teoría, se encontraba la cabeza de la bestia. Si se concentraba lo suficiente, podía sentir las vibraciones de las pisadas del titán, incluso el silbido lejano de su respiración entre las dunas del desierto. Por eso la capacidad de los mortales lo fascinaba, un puñado de sociedades ocultas consiguieron instalarse a lomos de criaturas muchísimo más grandes que él, tan antiguas que la vegetación crecía en ellas gracias a sus destinos errantes.

—Te lo presentaré más tarde —continuó volviendo a tomarlo de la mano, sonriendo con picardía—, así podréis tener una conversación de dragón anciano a tortuleón anciano.

—Liv... —susurró para nada sorprendido con la broma de su querida esposa.

—¡Venga, vamos dentro!

Ambos caminaron al unísono, apegados el uno junto al otro mientras la música de la orquesta se elevaba sobre los murmullos de Liv explicándole de manera superficial los cotilleos de la numerosa familia. Los guardias apostados en la entrada los saludaron en un asentimiento de cabeza.

—Aera est eoko —pronunció uno de ellos en tono grave.

—I eoko aera est —respondió la bruja sin pestañear. <<La magia es vida>> tradujo Onyx sin mayor complicación, <<y la vida es magia>>.

Kinktober 2024.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora