Día 14: 69

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El aroma de las flores del pianista volvía a embriagar el aire de la habitación totalmente cerrada. En el suelo se encontraba, de nuevo, el círculo de hechizos característico de Liv, hirviendo en su centro una nueva poción.

Onyx no apartaba los ojos de la botella de cristal, monitorizando hasta el último detalle del líquido transparente almacenado en su interior. Su esposa nunca fallaba con las nuevas recetas, ni mágicas, ni de repostería, aunque no era recomendable descuidarse.

—¡Listo! —exclamó Liv apartando el mejunje del círculo y colocándolo en una bandera de madera robada de la cocina.

Su marido alzó las orejas, siguiendo a la mujer con la mirada mientras ella abría la ventana de par en par, dejando pasar la luz del sol de la tarde. El círculo mágico se desvaneció al instante.

—He tardado más de lo que me esperaba, pero seguro que ha merecido la pena —se quitó la sudadera gris, lanzándola a la otra punta de la habitación hasta quedarse en sujetador. El sudor le empapaba la piel.

—Deberías haber bajado a la piscina junto a Nare y Aruna. Hoy hace demasiado calor, incluso con el aire acondicionado activado —le reprochó sintiéndose culpable. Liv se arrodilló frente a él, tomándolo de las mejillas. El dragón no pudo evitar sumergirse en los bellos ojos de su amada.

—Vamos, no seas tonto. No quiero que te pases todas las vacaciones aquí encerrado por culpa de esas marcas tuyas.

—Sabes muy bien que eso es secundario, lo primordial es vuestro disfrute, tu disfrute.

Liv frunció el ceño, tirándole de la oreja derecha. Un quejido de dolor y sorpresa le escapó de la garganta.

—Quiero pasar unas buenas vacaciones con mi marido, ¿es mucho pedir?

—Puedo ir en manga larga y con la bufanda.

—Estamos a veintisiete grados de mínima, cariño. Soportas el frío, no el calor.

—Por ti, haría cualquier cosa.

—Lo sé, y yo por ti, es por eso que he decidido no dejarte solo y hacer esta poción para ayudarte, mi querido dragoncito.

Liv se alejó de él, tomando el bote de cristal de la bandeja y, entre pasos delicados, se encaminó hacia la cama, donde se tumbó bocarriba, dejando caer la cabeza por el borde. Alzó la poción al aire, zarandeando el líquido hasta crear un pequeño remolino.

—¿Vienes o qué?

Onyx se levantó rascándose el cabello, pero cuando estiró el brazo para tomar el cristal, Liv lo apartó rápidamente, derramándoselo en el ombligo. Esbeltos ríos se le deslizaron a lo largo del vientre, arqueándole levemente la espalda.

—Vamos, dragoncito —lo tentó manteniendo la cabeza entre las piernas del dragón. Onyx carraspeó al tenerla tan cerca de la entrepierna—. No me hagas esperar, que no quiero derramar más poción por error. ¡No me mires así! Un desliz lo puede tener cualquiera —le guiñó de manera seductora.

Su esposo se inclinó sobre ella sin pronunciar palabra, apresándola entre sus brazos. El exquisito aroma del perfume de la bruja se le quedó impregnado en la nariz, dibujándole una sonrisa repleta de picardía al presenciar cómo el roce de su aliento frío bastaba para excitarla.

No quiso hacerla esperar más. Posó los labios alrededor del ombligo, paseando la lengua sobre los bordes, deleitándose con los dulces gemidos de su amada, bebiendo de ella poco a poco.

Se trataba de un sabor inusual. Estaba caliente y agrio, pero a la vez salado, espeso y suave con leves toques de miel. Sin embargo, todo sabía mejor con los quejidos de su mujer.

Kinktober 2024.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora