Los primeros rayos del sol entraron a través de los finos huecos de la persiana, bañando la habitación en una tenue luz reconfortante, junto al frescor que la envolvía gracias al aire acondicionado y el frío emanando del cuerpo de Onyx.
El bostezo de Liv lo hizo entreabrir un ojo, contemplándola sentada de piernas cruzadas en la cama totalmente desnuda, estirándose. Estaba despeinada, pero no importaba, seguía siendo la mujer más hermosa que el dragón tuvo el placer de conocer. Y era suya. Su esposa.
—Buenos días, cariño —Liv se inclinó, besándole la mejilla. Pero Onyx no se movió, seguía demasiado cansado, necesitaba dormir algo más. Las ánimas atormentándolo se habían cebado con él durante el sueño, dejándolo prácticamente sin fuerzas—. Vamos arriba, estoy muerta de hambre, ¿tú no?
—No te vayas, Liv —susurró pasando el brazo sobre la cadera de su amada, apresándola.
—Pero ya es hora de levantarse, cielo —le rebatió, trenzándole varios mechones grisáceos. El dragón no pudo evitar ronronear ante las caricias y la proximidad de Liv.
—Estamos de vacaciones, no importa...
Liv rio.
—Eres de lo que no hay. Bueno, pues iré a desayunar yo sola.
—No te vayas, vuelve a la cama.
De un movimiento demasiado rápido, Onyx consiguió capturarla en un abrazo fuerte, apegándola todo lo posible a su pecho y volviendo a cubrirla con las mantas hasta la barbilla. Entre risas, ella trató de liberarse, solo para que unas esposas de hielo le atasen las muñecas.
—¿Grilletes, es en serio? ¡Eso es trampa! —le regañó la bruja entre carcajadas, acurrucándose en el pecho de Onyx—. No puedes usar tu control sobre el hielo para controlarme a mí, ¿qué hay de mi tostada de mantequilla con mermelada de naranjas y té de frutos rojos?
Onyx cerró los ojos, disfrutando del dulce aroma a azúcar y masa de hojaldre adherido a la suave piel de Liv. Le acarició las mejillas con la mano libre.
—Te prepararé el mejor desayuno del mundo. Solo... quédate un poco más de tiempo conmigo en la cama, te necesito, mi amor.
—Últimamente estás más cansado de lo habitual, ¿necesitas contarme algo?
—No, cariño, todo va bien. No tienes que preocuparte por nada. Solo déjame descansar diez minutos más junto a ti.
—De acuerdo, dragoncito. Que tengas dulces sueños —dijo antes de darle un beso en el cuello y acurrucarse entre sus brazos—. ¿Me vas a quitar las esposas?
—No —canturreó de manera juguetona.
—Algún día descubriré tú secreto —le respondió en un bufido.
—Me encantaría ver cómo lo haces —le dio un delicado beso sobre el cabello, estrechando el abrazo—. Descansa, mi querida reina.
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Kinktober 2024.
RomanceAdéntrate en este reto cargado de amor, pasión y desenfreno durante 31 días.