Día 25: sex toy

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Las calles de la ciudad estaban abarrotadas de turistas que, como ellas, buscaban refugiarse del sol atosigante brillando en un cielo que se negaba a ofrecer ni una sola nube.

Las mujeres visitaron todos y cada uno de los rincones más bonitos de la ciudad; ascendieron las empinadas cuestas que constituían el interior de la Torre del Cobre; fotografiaron las espléndidas campanas de bronce talladas de la Iglesia de los Santos Penitentes; saborearon el amargo sabor de las naranjas creciendo en los inmensos jardines de la Althoraz y comieron en el bar mejor valorado por los lugareños.

Tomadas de la mano, ambas buscaban desesperadas el frescor de la sombra de los árboles. Liv vestía con un vestido corto, ceñido y de escote triangular. Era negro, estampado de pequeñas cerezas y una falda de vuelo. Calzaba unas sandalias de un rojo apagado, luciendo sus uñas escarlatas recién pintadas. No llevaba ninguna joya más allá del anillo de matrimonio a juego con unos pendientes largos y celestes. Tenía el cabello recogido en un moño, desesperada de refrescarse la nuca. En el hombro izquierdo cargaba el bolso de esparto que no tenía fondo.

Nare, junto a ella, parecía estar a punto de sufrir una insolación. Su piel normalmente impecable estaba teñida de un rojo intenso, cubierta de una espesa capa de sudor. La pamela blanca le ofrecía algo de sombra, al igual que la larga trenza que se hizo en la mañana para combatir el calor. Incluso eligió las ropas más finas y holgadas, un top de encaje blanco a juego con una falda del mismo color que se zarandeaba grácilmente a la mínima brisa. Las zapatillas de tela seguramente estarían abrasándola.

—De acuerdo, reina, ¿por qué no nos paramos en esta cafetería y nos tomamos algo fresquito? —dijo Liv señalando al comercio acristalado donde todavía quedaban mesas libres, aunque no por mucho tiempo a juzgar por el número de clientes esperando a pedir en la barra.

—¡Sí, por favor! —exclamó Nare utilizando la mano como abanico.

El sonido de la campanita y el frío del aire acondicionado las recibió de brazos abiertos. La cacofonía de voces mezclándose en la alegre melodía de la radio creaba un ambiente acogedor, además de los muebles de maderas, las hermosas plantas y el dulce aroma de los variados ingredientes.

Hicieron cola, charlando de los planes que tenían para la noche junto a Onyx y Aruna. Cuando al fin se sentaron, ambas soltaron un largo suspiro de alivio, tomando profundas bocanadas de oxígeno en un intento de calmar el dolor trepándoles por las piernas.

Liv dio un sorbo largo a su batido, una mezcla de leche, macha y mochi, con bolitas de tapioca acumulándose en el fondo. Una sonrisa radiante le iluminó el rostro en cuanto saboreó la bebida.

—¡Está buenísima! —exclamó la bruja mordisqueando las esferas negras.

—¡Y que lo digas! —le respondió saboreando su té de rosas.

—Creo que es el momento de expandir un poco más la carta de la pastelería —apoyó los codos en la mesa, descansando la cabeza en las manos, de manera risueña—. Hablaré con Onyx respecto al tema.

—Entonces sí que no saldré de ahí, cielo.

Liv rio ante semejante afirmación, jugueteando con un mechón rubio.

—¡Una auténtica trampa para sirenas! Yo encantada con que me visites, bonita, así podremos ponernos al día más a menudo.

—Sí... la verdad es que el trabajo es una molestia —le contestó, removiendo la bebida.

—Bueno, cuéntame... ¿te está sirviendo este viajecito para aventurarte a hablarle a esa chica que tanto te gusta?

Nare agachó la cabeza, ruborizada.

—Bu-bueno. Un poquito de confianza en mí misma sí que me ha dado —le respondió sorbiendo ruidosamente—. Cuando vuelva de las vacaciones, le pediré su número de teléfono.

—¡Sí! —exclamó victoriosa—. Lo sabía. ¿Y la traerás a Karma para que Onyx y yo podamos conocerla?

—Ya veremos esa última parte —se aclaró la garganta, cambiando de tema—. ¿Hay que comprar algo más? ¿O nos terminamos esto y volvemos al hotel? La verdad es que bañarme en la piscina no me vendría nada mal.

—Solo queda un último viaje, Onyx y yo ya fuimos a comprarle ropa más acorde para el calor. ¡Pero vamos a descansar primero! Tampoco tenemos prisa por volver.

Abandonaron el local cuarenta minutos después con el hambre saciado y el cotilleo casi al día. Liv se arrepintió de regresar a la calle en cuanto pusieron un pie afuera, aunque eso no le impidió abrazarla del antebrazo y pasear a su lado.

Nare frenó en seco cuando llegaron a su último destino, quedándose congelada en el sitio mientras observaba la tienda de ventanas cubiertas de publicidad subida de tono y coloridas letras anunciando productos sexuales.

—Venga, Nare, ¿es que nunca has entrado en una sex-shop antes?

—Bueno, siempre lo compro todo por internet, la verdad.

—No voy a obligarte a entrar si no estás cómoda.

La sirena sacudió la cabeza violentamente, creando una tormenta de mechones rosados. Tomó una bocanada de aire caliente, armándose de valor.

—No, no, voy contigo —la agarró de la mano, estrechándosela con fuerza—. Vamos adentro.

Liv asintió, orgullosa. La guio al interior abarrotado de estanterías exponiendo productos peculiares; cuerdas robustas, vibradores variopintos, condones de sabores e incluso disfraces bizarros. La dependienta las saludó energéticamente, ofreciéndose a ayudar si la necesitaban.

Tras dar las gracias, se internaron en un pasillo lleno de juguetes. Sin embargo, detuvieron el avance cuando Nare se fijó en un dildo doble. La mujer agarró la caja, observando la forma de dos tentáculos de color violenta tan detallados como texturizados. Grandes y anchos. Se le formó un nudo en la garganta.

—Imagina lo que podría hacerte con eso —le susurró Liv al oído de repente, abrazándola por la espalda. Nare se estremeció al sentir el aliento de su amiga acariciándole la oreja—. Todo lo que podría hacerte en la cama, hacerte gritar de placer mientras te penetro por los dos lados. Mientras te beso, te acaricio el torso y hago que tus piernas se estremezcan a cada roce. Solo por... —el corazón de la bruja dio un vuelco al ver el precio. Murmuró casi sin voz—: ¿¡Ochenta lakshmi!? La madre que me... Arreando, Nare, voy a por los condones, el lubricante y nos vamos de aquí.

Kinktober 2024.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora