Día 7: aftercare

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Liv accedió gratamente a que su marido la cargase hacia el baño como si fuera una auténtica reina. La mujer no podía evitar reír y acariciarle las mejillas con ternura, Onyx era demasiado adorable ante sus ojos.

—No sabes lo mucho que me alegra que hayamos podido tomar estas vacaciones —Liv se acurrucó en el pecho del dragón, esbozando una sonrisa cansada, ya no solo porque acababa de masturbarlo con las tetas todavía manchadas se semen, sino por el día a día.

—Ten cuidado con la cabeza —le respondió al atravesar el umbral de la puerta que conducía al baño y la dejaba de nuevo en el suelo—. Yo también me alegro, la pastelería ya comenzaba a agobiarme demasiado, ¿cómo lo hacéis los mortales para soportar un ritmo de vida tan frenético?

Liv se encogió de hombros, abriendo el grifo de la ducha.

—Terapia. ¡Pero estamos de vacaciones, no hablamos de trabajo!

—Claro, por supuesto. Entra a la ducha y límpiate, yo me encargaré de ir a por la ropa.

—¡Ay, no, eso lo buscas luego! —río la sujetándolo de la camisa, tirando de él. El vapor comenzaba a cubrir hasta el último rincón del baño, sumergiéndolos en una nube espesa—. Venga, vamos a relajarnos un poco, me prometiste un masaje —le guiñó el ojo con picardía.

Onyx cedió a su capricho. Echó el pestillo y se dejó desnudar entre carcajadas y caricias.

Cuando Liv sintió el agua caliente recorriéndole la piel, suspiró de alivio. Los músculos se liberaron de cualquier tensión, como si la calidez evaporase cualquier mal pensamiento que osase invadirle la mente. El masaje de su marido solo incrementó aquella sensación de paz.

—La verdad es que necesitaba este viaje urgentemente —admitió sin pensarlo—. La pastelería siempre ha sido mi sueño y no puedo estar más feliz de haberlo cumplido, sobre todo con la persona a la que más amo —su marido le besó el cabello empapado, reconfortándola mientras un ronroneo dulce hacía eco en el baño—. Pero no sé qué habría sido de mí si hubiera estado sola, nunca pensé que llevar un negocio fuera tan abrumador. Que si atender a clientes desagradables, que si más de ocho horas de pie, que si estar sudando en los hornos, que si pagar el alquiler, a los empleados, estar al corriente en todos los pagos... Siento que la cabeza me va a estallar. Si no hubiera sido por ti, amor, me habría derrumbado en muchísimas ocasiones, tal vez incluso habría renunciado al local por tal de tener una vida más tranquila.

—Oh, Liv... —susurró estrechándola entre los brazos, apegándola todo lo posible a su cuerpo—. Jamás te dejaré sola, seré tu apoyo más firme. Ven, permíteme que te enjabone.

Liv se dio la vuelta hasta quedar frente a él, descubriendo su sonrisa amable y comprensiva. El olor a rosas se le asentó en la nariz mientras Onyx la lavaba con sumo cuidado, pasando la esponja hasta por el último rincón mientras le daba suaves besos en las mejillas enrojecidas.

—Eres la mujer más fuerte que he tenido el placer de conocer, pero comprendo que el estrés y la mente nos pueden jugar malas pasadas a todos. No permitiré que la sociedad te obligue a abandonar tu sueño, ¿qué clase de marido sería si no? Trabajaré junto a ti en la pastelería, continuaremos utilizando mi tesoro cuando nos veamos en aprietos, seré tu mayor confidente en todos los problemas, el hombro en el que podrás llorar si así lo requieres, los brazos en los que podrás refugiarte tras un largo día en el que solo quieres llegar a casa y dormir.

—Eres todo un romántico —se rio Liv agachando la cabeza, tratando de contener las lágrimas—, deberías plantearte ser un poeta.

—Anda, ven aquí —sin darle tiempo a rechistar, la abrazó con fuerza, acariciándole el cabello—. La pastelería no es lo único que te preocupa, ¿cierto?

—Supongo que no te puedo ocultar nada —dijo en una carcajada amarga.

—No, supongo que no.

—Mi sueño no solo ha sido la pastelería, ni sacarme la carrera de derecho, o convertirme en una bruja reconocida. No me malinterpretes, aunque lo último todavía es un proyecto, estoy muy feliz de haber cumplido los dos primeros —se acurrucó todo lo posible contra su marido, soñando con empequeñecer y desaparecer de la faz de la tierra a causa de la vergüenza—. Sonará a cliché, pero también he querido ser madre. Dar a luz a una niñita de pelo rubio llena de energía a la que educar en las artes mágicas y ver crecer, formar parte de su vida y quererla como a nada en el mundo —la tristeza le desgarró el corazón, las palabras emergieron temblorosas e inseguras.

—Tranquila Liv, estoy aquí contigo...

—Pero cuando el médico me dio los resultados y me dijo que concebir sería casi imposible, sentí cómo el mundo se desmoronaba a mi alrededor y yo no podía hacer nada.

—Mi amor, no te culpes a ti sola, la fertilidad de los dioses tampoco es muy alta... Pero no te preocupes, todavía tenemos posibilidades de dar vida a una criaturita, podremos tener a un par de piececitos corriendo por casa, ya lo verás —Onyx le dio un beso en la frente, luchando por mantenerse firme en una situación que incluso a él le dolía.

—Me reconforta saber que, incluso si no logramos tener un bebé, siempre te tendré a mi lado.

—Por supuesto, Liv. Estamos unidos en matrimonio, el lazo que nos une jamás se romperá.

—La semana que viene me haré otra vez el test —se acarició el vientre, ahí donde esperaba que se encontrase el bebé que tanto ansiaban.

—Cuando desees, mi amor. ¿Qué te parece si hoy paseamos por la ciudad y visitamos los sitios turísticos? Te prepararé tus comidas favoritas y, después, un bizcocho de fresa, ¿te apetece? —la mujer asintió, todavía no se atrevía a asomar el rostro cubierto de lágrimas—. Muy bien, esa es mi reina. Te prepararé un batido de frutas frescas para desayunar, con unos gofres de sirope de vainilla, estoy seguro de que eso te levantará los ánimos.

Kinktober 2024.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora