Día 26: pegging

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—A ver, Nare, quieta —Liv sonrió con amplitud, observando a su amiga desnuda sentada sobre la mesa del comedor—, voy a enseñarte un hechizo que desarrollé hace poco, ya verás que es mucho más eficiente que el dildo que vimos en la tienda. No te preocupes, ya lo he probado antes con Onyx.

La mujer cerró los ojos, inspirando profundamente mientras comenzaba a murmurar unas palabras en el antiguo idioma de las brujas. Las manos se le imbuyeron en hermosos destellos azulados conforme iba bajándolas a la entrepierna. Y de repente, un dildo celeste y semitransparente se le manifestó en el pubis.

Nare la contempló boquiabierta, separando las piernas todo lo posible en un acto reflejo. Se le aceleró el corazón al presenciar semejante hechizo. El pene mágico era grande y repleto de protuberancias, ancho y terminado en punta. No se sorprendió al sentir un incendio desatándose en su pecho, nublándole el juicio.

—¿A que es un conjuro muy útil? —dijo girando sobre sí misma. La polla se movió con ella, sin despegarse ni un milímetro.

—Sí, sí. La verdad es que sí —tragó costosamente, acomodándose en la estrecha mesita.

La sirena no se contuvo ni un segundo más. La tomó de las muñecas, atrayéndola hacia ella hasta capturarla entre las piernas. Liv no pudo evitar reír en voz alta durante todo el proceso, abrazándola del cuello hasta que los rostros de ambas apenas estuvieron separados.

Cuando los labios de ambas se rozaron, Nare se estremeció, mirándola directamente a los ojos. Liv le acarició las mejillas delicadamente, colocándole varios mechones revoltosos tras la oreja.

—Eres muy guapa, sirenita —le susurró, su cálido aliento rozándole la piel—. No sabes la suerte que tengo de que seas mi mejor amiga.

—Creo que eso debería decirlo yo —afirmó una última vez antes de fundirse en un beso lento, dulce, profundo y cargado de cariño.

Nare le tocó el torso, perdiéndose en la suavidad de sus pechos y trazando una línea recta hasta el ombligo. Las risas de Liv se ahogaron en la boca de su mejor amiga.

La bruja la penetró lentamente, perdiéndose en los lujuriosos sonidos emanando de la garganta de la otra mujer. Comenzó con embestidas suaves, escuchando el eco húmedo del coño conforme su dildo entraba y salía de ella, empapado de un líquido templado y denso.

El abrazo de la sirena se estrechó, sosteniéndola como si la vida le dependiera de ello.

—¡M-mas, Liv! —gritó entre jadeos entrecortados.

Liv asintió, agarrándola de los muslos para penetrarla más rápido, más hondo. Contempló, maravillada, los espasmos sacudiendo el cuerpo de su amiga. No podía apartar la mirada de ese adorable rostro ruborizado.

—Dioses, Nare, es que eres un jodido bombón —le dijo de repente, perdiéndose en la gloriosa orquesta de gemidos y exclamaciones marcando la proximidad de un orgasmo—. Creo que debería intentar mejorar el hechizo, ¿qué te parecen dos dildos a la vez?

Nare gritó hasta dejarse la garganta. Los espasmos la sacudieron, paralizándola y arrebatándole la poca fuerza que le quedaba mientras el placer la recorría de arriba a abajo, nublándole el juicio. No tenía ni idea de qué habló la rubia, tan solo se limitó a alzar un pulgar tembloroso y desplomarse en la madera. 

Kinktober 2024.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora