El piso era enorme cuanto menos. Al cruzar la puerta, un amplio comedor los recibía, equipado con todo lo necesario; una televisión de pantalla plana; dos butacas y un sofá en un muy buen estado; una mesa para tomar café y otra de madera robusta donde almorzar. A mano derecha se encontraba la cocina, era pequeña, solo dos cabían al mismo tiempo, aunque los electrodomésticos tenían una calidad envidiable. Al lado izquierdo estaban las habitaciones y el baño compartido. Dos de las habitaciones eran individuales, la restante de matrimonio, la cual incluía un baño privado.
Sin embargo, Aruna no pudo resistir la llamada del balcón que se extendía a lo largo de la superficie del apartamento, regalándole unas vistas privilegiadas del casco antiguo de la ciudad, Almendros, sus edificios históricos, el bosque de árboles milenarios y las montañas que se rumoreaban que en realidad se trataban de los restos de titanes fallecidos.
Aruna se acomodó en la tumbona colocada en la terraza, disfrutando del frescor de la mañana. Acaban de llegar al hotel, todavía debían deshacer las maletas y, Nare y Liv bajaron al bar de la esquina a reservar una mesa. El hechicero se colocó las gafas de sol y apoyó las manos detrás de la cabeza.
—¿No deberías estar alistándote para ir a comer? —la repentina aparición de Onyx lo sobresaltó.
—¡No hagas eso! —le gritó dando un golpe al aire—. ¿Y tú por qué estás aquí? Seguro que no te has podido resistir a ver estos perfectos pectorales al sol, ¿eh?
—Baja ese ego, Aruna, o si no, te irá muy mal en la vida.
—Claro, claro. Pero aun así me soportas, guapetón.
Un bufido molesto resonó en el aire, no obstante, el dragón no tardó en reaccionar ante aquellas burlas.
Con una sonrisa de picardía, se sentó a horcajadas en la tumbona, clavando sus hermosos ojos verdes como las esmeraldas en los azules del hechicero. Aruna se aferró a los bordes del asiento, sintiendo el corazón bombeando sangre hasta el último rincón de su cuerpo y provocándole un nudo en la garganta después de que se acomodara entre sus piernas.
Poco a poco, el dios comenzó a inclinarse hacia su rostro, paseando las manos a lo largo del torso, oculto tras una camiseta de manga corta oscura. Aruna se estremeció después de sentir el frío de la piel del dragón atravesando la tela mientras las caricias subían a su cuello descubierto.
—¿Eso es lo que quieres? —le susurró a escasos centímetros de la boca. Los labios de ambos se rozaron, provocando una ligera descarga de electricidad que dejó deseoso a Aruna. El hechicero asintió levemente, hipnotizado por esos ojos cargados de lujuria—. Eso no es suficiente, Aruna. Dilo.
Aruna tomó una gran bocanada de aire, armándose del suficiente valor:
—Voy a per-permitirte el lujo de hace-hacerme una paja, ¿qué te par-parece? Deberías sent-sentirte honorado.
Onyx sonrió, un sonido similar a un ronroneo le brotó de la garganta a la vez que sus manos conseguían abrirse paso bajo la camiseta. Aruna se sacudió, aquellos dedos ágiles no tardaron en explorar hasta el último rincón de su pecho, trazando cada curva, formando extraños dibujos. Un gemido de sorpresa le escapó de la boca en cuanto empezaron a juguetear con sus pezones endurecidos.
—Veo que te quedaste con las ganas de unirte a Liv y a mí la última noche —habló el dios juntando su cadera contra la del hechicero. Aruna no conseguía apartar la mirada de esa boca que lo estaba volviendo loco—. Escuché lo que estuviste haciendo después, ¿lo sabías? Eres demasiado ruidoso.
Sin previo aviso, Onyx apoyó los labios sobre los de Aruna, uniéndolos en un beso que le activó los sentidos, sobre todo cuando la lengua húmeda consiguió abrirse paso, enredándose en una danza lenta de la cual no tardó en tomar el control. Los dientes chocaron un par de veces, los gemidos acababan perdiéndose conforme Onyx hacía descender las caricias.
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Kinktober 2024.
RomanceAdéntrate en este reto cargado de amor, pasión y desenfreno durante 31 días.