Tabarra: Molestia causada por algo pesado e insistente.

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—¿Pero qué pasó? —preguntó la pequeña niña sentada en la mesa, casi perdida entre sus hermanos, mientras tomaba un patacón con queso de la mesa y bebía un sorbo de colada de naranjilla helada.


La abuela, desde la cocina, vigilaba que los aparatos encargados de la comida no quemaran lo que estaba preparando. A pesar de lo que decían sus numerosos hijos, aún no se fiaba de ellos. Estaba cansada; había vivido demasiado, incluso más de lo que podía recordar. La magia que aún quedaba en ella le permitía permanecer en este mundo, pero sabía que ya le quedaba poco. Había visto varias generaciones repetir la misma historia, y esta vez tenía que ser diferente. Lanzó una mirada de reojo a la niña, quien comía feliz, ajena al arduo destino que le esperaba. Las comisuras de sus labios temblaron ligeramente, pero la mujer desquitó su frustración dando un manotazo al pequeño robot que se acercaba con una servilleta.Acercó otro plato a la mesa, invitando a los niños a seguir comiendo. "Los chicos comen mucho", pensó, y a ella le gustaba cocinar para distraerse de recuerdos lejanos. Se sentó en la silla más cercana, mientras una pequeña escoba pasaba por sus pies echando vapor y recogiendo el polvo que ella ya no podía ver.


—Bueno... —dijo, tomando un patacón y remojándolo en la salsa de ají que tanto le gustaba—. Si tanto insisten, les contaré que no fue nada fácil para el Guardián conquistar a la mujer de fuego. En realidad, le costó mucho, y cada esfuerzo que hacía llenaba aún más su corazón de deseo. Ella era como él: temperamental e intensa, pero también cálida.


Después de ese primer encuentro tan desafortunado, en el que ninguno vio lo que esperaba, el Guardián regresó innumerables veces al bosque seco. Ahora, el lugar ardía a la menor provocación, y el olor a palo santo lo acompañaba constantemente, lo que le hacía sonreír. Preocupado por el estado de los árboles, el Guardián desvió un pequeño cauce para que el agua llegara con mayor facilidad a la zona y los árboles estuvieran mejor irrigados. Era una excusa para acercarse a ella más rápidamente. Sin embargo, la mujer, al ver el pequeño cauce, lo selló y lo evaporó, molesta. Sus árboles estaban bien tal como estaban.Pero llegó un momento en el que realmente necesitó su ayuda. Los hombres estaban devastando su espacio en busca de madera para construir sus cabañas, y ella trató de espantarlos con pequeñas llamas que pronto se apagaban. Los hombres, al ver que el fuego se extinguía rápidamente, se volvieron más audaces. Desesperada, la mujer desató un incendio enorme que calcinó a varios hombres. Las llamas eran tan intensas que parecía que no se apagarían jamás. La furia del fuego subió hasta el cielo, y los animales huyeron despavoridos. La salamandra crecía sin control, extendiendo su fuego hacia los árboles más verdes.Pero entonces, un chorro de agua la sorprendió. La salamandra miró al hombre con reprobación y trató de huir hacia el bosque, pero otro golpe de agua la alcanzó. La criatura intentó intimidarlo, creciendo y lanzando llamas en su dirección, pero el hombre no se dejó amedrentar y rodeó a la salamandra con agua. La salamandra lanzó un chillido silente antes de encogerse y desaparecer entre las manos de la mujer de fuego.


—Gracias —dijo ella con voz suave, pero molesta—. Aún es pequeño y le gusta jugar. Tiene mucho trabajo por delante.Con una mirada de advertencia, desapareció a la salamandra con un movimiento de sus manos. Esta vez, miró al hombre por primera vez con más detenimiento e inclinó la cabeza en señal de respeto antes de apresurarse a regresar a su bosque.—Espera —dijo él, con voz anhelante—. Por favor, quédate un poco más.Al ver su expresión desesperada, ella vaciló.—Somos tan diferentes... —le dio la espalda—. No creo siquiera que podamos ser amigos —añadió, volviendo a mirarlo con ojos oscuros y rojizos—. Además, no paras de insistir.—¿Qué tal si damos un paso hacia el centro por cada cosa que tengamos en común? —propuso él, sonriendo—. Si llegamos a encontrarnos, intentaremos ser amigos.La sonrisa radiante del Guardián la hizo desear, por un breve instante, que tuvieran algo en común. Comenzaron a mencionar similitudes y, con cada paso que daban, se animaban más. Cuando se encontraron en el centro, no pudieron evitar reír.


Empezaron a frecuentarse, encontrándose cada vez más a menudo en el mismo lugar. Aprendieron a amarse y a convivir. El río aprendió a rodear y proteger el bosque, y el bosque se nutría del agua. Juntos, se mezclaron con los humanos y tuvieron descendencia: hombres de fuego con corazón de agua y mujeres de agua con corazón de fuego, uniendo sus habilidades y forjando la fuerza de los pueblos Valdivia, Manteño y Huancavilca.Sin embargo, una vez, una descendiente directa del Guardián, una mujer de agua con corazón de fuego, se enamoró de un hombre de fuego que no le correspondía. Por más que ella lo intentara, él le daba la espalda. Su llama interior se apagó y su magia se desvaneció. Se volvió gris y, un día, se sumergió en el agua para no salir jamás.Desde entonces, el espíritu de la mujer ha regresado una y otra vez, en busca de un hombre de fuego que corresponda a su amor. Cada tres generaciones, una mujer de agua con corazón de fuego renace, rodeada de hombres de fuego con corazón de agua. Pero cada vez entrega su amor al hombre equivocado y termina en las profundidades del río, descolorida.


El Guardián del río, enfurecido por la constante pérdida de sus hijas, no comprendía cómo era posible que siempre se equivocaran en el amor. Esta vez, decidió adelantarse, permitiendo que el alma de la mujer naciera antes, para que esta generación pudiera romper el ciclo.La anciana cerró los ojos, recordando la última vez que había presenciado la tragedia. El dolor de la mujer de agua había llevado a casi todo el pueblo a la locura. Ahora, esos ojos oscuros con reflejos vino la miraban desde el otro lado de la mesa. La niña, con el cabello recogido en una cola adornada con un lazo rosa, comía patacones, ajena a la magnitud de su historia. Pero esta vez, la rodeaban hombres de agua con corazones de fuego, listos para protegerla, como lo habían hecho durante siglos.

Camino de agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora