Cisma: división o separación en el seno de una iglesia o religión

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En el tiempo de descanso, mientras las almas se preparaban para volver a la vida, la mujer engañada, envuelta en el polvo, decidió comenzar a actuar. No iba a ser fácil romper la maldición que ella misma había creado para sus hijos y para sí misma. La rueda de reencarnación sería eterna; en su corazón, el verdadero amor no existía bajo ninguna forma.Haciendo uso de sus poderes, se invistió de magia de glamour, volviendo a ser la mujer joven que había sido una vez. Ocultó el brillo gastado de sus ojos, las arrugas de sus manos y el paso tambaleante de sus pies. Cuando sus fuerzas retornaron, salió de la cueva lejana y caminó hacia el bosque profundo, acariciando a su paso cada uno de los árboles que la habían protegido todo ese tiempo.


Llegó a la margen del río y se dejó arrastrar por la corriente, que la llevó de regreso a su pueblo de origen, un lugar que había cambiado tanto a lo largo de las centurias. Se alejó hacia el estero, observando cómo las blancas garzas ensuciaban su plumaje para conseguir lo que deseaban. Así es como se sentía ella: sucia, pero dispuesta a lograr su objetivo.Al llegar a la casita abandonada, aquella que las aguas siempre respetaban, entró imponiendo su autoridad de ancestro, llevando consigo todo su poder. Buscó hasta el fondo el libro de la mujer completa en sí misma. Su deseo era destrozarlo, ya que sabía que, si la maldición continuaba rompiéndose, ella también desaparecería. Pero el odio en su corazón aún era grande. Sin embargo, por más que buscó, no logró encontrar nada.


Salió furiosa de la casita, pensando en la casa de los hermanos. Era probable que alguno de ellos tuviera el libro, y su obsesión no la dejaba descansar. Caminando distraída, concentrada en sus pensamientos, no vio hacia dónde iba hasta llegar al borde de la roca donde su primera hija había desaparecido. Las lágrimas acudieron a sus ojos, llenos de pena y compasión, pero no había amor en ese recuerdo. Permaneció así hasta que escuchó una voz cantarina muy cerca de su oído:


—Nunca había visto a nadie tan triste y tan furioso a la vez.


La mujer incomprendida se giró para encontrarse con otra mujer, de ojos alegres, que le sonreía con una mezcla de burla y diversión. Se sorprendió tanto que, por primera vez en siglos, una sonrisa sincera apareció en su rostro. Aquellos ojos y esa risa abrieron un cisma en su interior; el fuego de su corazón apagado se encendió nuevamente. La impresión fue tan fuerte que llevó sus manos al pecho, perdiendo el equilibrio y cayendo al agua de la ría, que la arrastró hasta el fondo, directamente hacia la presencia de su ancestro, de quien no podía escapar.


Así, la maldición perdió la fuente inicial de odio que la mantenía en pie. Ahora, en otra casita, una mujer, futura ancestro del perdón, observaba cómo la fundadora del odio desaparecía para rendir cuentas por su mal comportamiento, justo después que su nieta. Ella se quedaría; no se iría. Trabajaría hasta que todos fueran libres. Esa mujer tenía en sus manos el libro de la mujer completa en sí misma y lo escondería hasta que llegara la generación correcta.

Camino de agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora