Brío: Espíritu, valor, resolución.

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Después del descubrimiento de América, los pálidos intentaron asentarse infructuosamente a lo largo de las costas. Sin embargo, gracias a las habilidades en combate y al desarrollo tecnológico de las comunidades indígenas, fueron constantemente enviados de regreso al mar. Más tarde, llegó la iglesia, que intentó imponer su fe monoteísta sobre la diversidad de dioses que gobernaban la tierra verde. Aun así, el interés por aprender la lengua y las costumbres indígenas, para luego arrebatarlas, les permitió poco a poco establecer un entendimiento.Los sacerdotes adoptaron una estrategia distinta: optaron por la comunicación, aprendiendo la lengua nativa y enseñando la suya, intercambiando medicinas y alimentos, y adquiriendo conocimientos sobre los diversos tipos de agua que había en el continente. Sin embargo, estos intentos a menudo resultaban fallidos. Las historias de sacerdotes decapitados, asesinados, o incluso con sus cabezas reducidas, eran comunes cuando intentaban abusar de la buena voluntad de los nativos o llevaban consigo el metal de los dioses para sus tierras. No entendían que este material era sagrado y solo el Inca o los sacerdotes podían utilizarlo, ya que les servía para comunicarse con los dioses y realizar sacrificios y rituales necesarios para aplacar sus temperamentos violentos.


Las guerras se prolongaron por siglos hasta que finalmente se lograron acuerdos de comercio e intercambio de tecnología y ciencia. Esto permitió el desarrollo de puertos enteramente comerciales, como la ciudad de Guayaquil, conocida también como "La Perla del Pacífico", sobre la cual se escribieron cientos de poesías, historias y canciones. Conforme crecía, la ciudad fue cambiando de asentamiento para controlar mejor la fuerza del río y la entrada de invasores. Al final, la ciudad se asentó en los cerros que miraban al río, con un fortín poderosamente construido frente a ellos, equipado con las mejores armas que su tecnología podía ofrecer.Una vez asentada, Guayaquil se convirtió en un crisol de culturas y costumbres, transformándose en un puerto muy activo y lleno de vida. Las calles empedradas se entrelazaban con numerosos puentes de madera bellamente decorados que cruzaban los canales y esteros, permitiendo un contacto constante con la naturaleza. Las casas, de arquitectura mixta, combinaban patios interiores de influencia árabe con techos altos y soportales de otras culturas, lo que favorecía la captura de la sombra y mantenía una brisa fresca en el interior. Las construcciones, hechas de madera, caña y revestidas con una mezcla de ceniza volcánica, tierra apisonada y barro, ofrecían una cubierta resistente durante la temporada de lluvias.


El temperamento de los habitantes de la ciudad era amigable y alegre, pero también fuerte y aguerrido. Las numerosas invasiones habían forjado un espíritu que oscilaba rápidamente entre la alegría y la violencia, algo reflejado en su vestimenta y colores. Aunque el blanco predominaba, los tonos vivos y alegres lo complementaban constantemente. A lo largo de los siglos, Guayaquil se había desarrollado con brío, siempre a la orilla de la ría, la cual honraban conforme a las leyendas de su tiempo.

Camino de agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora