Exhortar: Incitar a alguien con palabras a que haga o deje de hacer algo.

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La abuela miró por la ventana. Hacía tiempo que había dejado de llover; el cambio de clima se acercaba y pronto todo estaría seco de nuevo. Esta vez, podía sentirlo en los huesos: su hora de partir había llegado. Ya no le quedaba nada más por hacer. Todo lo que podía contar, prever o sentir, ya lo había intentado. Había dedicado años tratando de encontrar soluciones, pero no era su destino resolver el problema; su misión era simplemente sentar las bases para que aquellos destinados a solucionarlo pudieran hallar la respuesta final al dilema.Había visto generaciones enteras perderse en la búsqueda de la respuesta. Ella era descendiente del segundo hermano en su vigésimo quinta vida, y había sido madre, abuela y bisabuela, siendo testigo del desastre una y otra vez. Se le había concedido una gracia especial, que le permitió juntar toda su magia para sobrevivir y poder contar la historia de primera mano. Pero su corazón, ya roto, no podía soportar otro fracaso más. Estaba exhausta.


Llevaba vidas enteras exhortando a todos a poner fin a esta rueda interminable, pero nada cambiaba; en cada vida, la misma historia se repetía sin cesar. Había sido testigo de los fracasos rotundos de dos de sus hijas. Cansada, desmotivada, y aullando de dolor, no paraba de maldecir a la mujer que había convertido su miedo en el miedo de todas. Solo esperaba que le quedaran fuerzas suficientes para reír cuando, al fin, la maldición se rompiera.Escuchó pasos ligeros, delicados y silenciosos, como los de alguien acostumbrado a moverse en la naturaleza. La niña de moño rosa y ojos oscuros había crecido, desarrollando todo su potencial, y la abuela había estado detrás de eso. Cuando notó las señales del regreso, preparó todo lo que los segundos hermanos antes que ella, habían avanzado, ahora perdido y convertido en una leyenda para los demás, una historia contada a media luz como advertencia del peligro del "amor hermoso".


Esta vez, por fin estaban preparados. Contó las historias de las encarnaciones de la hermana, y, con el tiempo, la niña entendió que todas esas historias eran sobre ella. La abuela guió a los hermanos por los caminos que debían seguir, especializándolos según las anotaciones de los libros e historias de la familia, recuperadas gracias al gran libro de la hermana en la duodécima vida. Dejó que el mayor comprendiera al fin cuál era su verdadero rol, y sonrió con orgullo cuando el manto de poder pasó al tercero. Facilitó el encuentro del segundo hermano con su verdadero amor, apoyándolo en los momentos más tormentosos.Impulsó el afán investigador del segundo hermano, permitiéndole explorar los enredos de la historia y adelantarse en el tiempo, asintiendo con aprobación cuando, al fin, encontró el amor verdadero, el que no buscaba solo para continuar la rueda. Fomentó la valentía, la inteligencia y la fuerza interna del tercer hermano, esperando que pronto llegara su turno para salir de la rueda. Y enseñó al último todos los secretos de su especie, revelándole quién era y de dónde provenía. Frunció el ceño cuando la mujer extranjera llegó a su puerta, pero la aceptó al percibir el bien que se hacían el uno al otro.


Solo faltaba ella: la joven de cabello largo, ojos oscuros y lunar de luna. Para romper la maldición, debía descubrir el mundo a través de los ojos del conocimiento y del amor, un amor que ahora le dolía, pues era el recuerdo de todas esas vidas rotas y perdidas.

Camino de agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora