Noesis: Visión intelectual, pensamiento

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El intrépido cazador penetró en la oscura cueva aquel día, levantando su linterna para orientarse en la profunda oscuridad. Dio un par de pasos y se detuvo abruptamente al encontrar un pequeño agujero frente a él; afiladas rocas emergían de sus lados y no alcanzaba a ver el fondo. Lanzó una moneda, esperó unos minutos mientras consultaba su reloj mecánico, pero no escuchó que llegara al fondo. Se desplazó un poco hacia la derecha, buscando un lugar más seguro para cruzar, ya que el estrecho sendero parecía adecuado solo para una mujer delgada y muy flexible.Avanzó sujetándose de la pared, hasta que el camino se ensanchó nuevamente, preguntándose cuántas personas habrían desaparecido por accidente al llegar a este lugar. La cueva era extremadamente difícil de encontrar; él llevaba más de tres semanas buscando en la cordillera de Chongón y casi había perdido la esperanza cuando un accidente lo condujo a la entrada de la cueva, no muy lejos del área en la que había estado rondando todo el tiempo. La densa cobertura de ramas y lianas, sumada a la espesura del bosque en esa zona, complicaba las búsquedas.


De hecho, estaba seguro de haber pasado por delante de la entrada al menos dos veces sin verla realmente. Sumido en sus pensamientos, dio un respingo al sentir una suave caricia en su bota: la cola de una serpiente rozándole el pie lo devolvió al presente, obligándolo a prestar atención al lugar donde ponía los pies. Las serpientes lo dejaban pasar con tranquilidad, pero en cuanto movía un pie, cubrían el espacio que había dejado. Cerró la mano sobre su amuleto prehispánico, agradeciendo silenciosamente al Gran Espíritu por la protección. La cueva se abrió en un gran círculo, al fondo del cual podía ver un asiento formado por las raíces de varios árboles y, en el lado opuesto, una gran mesa de piedra con varios elementos dispersos sobre ella. En una esquina, iluminada desde el interior por una pequeña violeta, reposaban los restos de un trabajo de atadura.


El cazador se acercó a la mesa, y al colocar su mano sobre la piedra, las pupilas de sus ojos se alargaron, adquiriendo la forma de las pupilas de un águila, tal como su nombre indicaba. Recibiendo el espíritu de la visión, pudo ver en tiempo presente a la mujer golpeada, abandonada, herida y perdida en su dolor, miedo e ira. Observó cómo reunía los elementos que los representaban y cómo, en su intento de crear una protección para sus hijos, había generado una maldición. Todo el amor que la mujer sentía mientras realizaba lo que creía ser lo mejor para su hija y sus hijos también era visible, quitándoles el poder de decidir. Finalmente, en un destello de visión, vio la piedra rota y a su hermana en el suelo, muerta.Wari gritó, saliendo de la visión. Se acercó a la esquina donde reposaba el artefacto, lleno de ira, dispuesto a romperlo con sus propias manos. Pero al tocarlo, fue rechazado con una fuerza violenta; la mesa exigía un pago de sangre para poder levantarlo. Se cortó la mano y la apoyó en la mesa, que lo reconoció como uno de los reencarnados, abriendo todos los elementos, incluso aquellos ocultos a su vista y a su percepción de chamán.


Sacó una pequeña caja de su mochila, la cual le habían encomendado para guardar lo que encontrara. Con cuidado, colocó las piezas rotas del artefacto en su interior. Al tocarlas, tuvo visiones de las reacciones de la mujer incomprendida cada vez que uno de los aros se rompía. Al mismo tiempo, vio destellos de los amores encontrados: sonrió al tocar la pieza de cuarzo verde que lo representaba a él y a su sacerdotisa. La pieza de cuarzo ahumado que representaba a su hermano Antay le causó cosquillas en la mano, haciéndole sentir la felicidad de su hermano con el hombre que había elegido. Cuando recogió el cuarzo amarillo que representaba a Rumi, lo vio discutiendo animadamente con la mujer que lo impulsaba hacia adelante. Pero cuando tocó la piedra roja de Illa, lloró de dolor al ver la soledad de su hermano, aunque sabía que ese dolor era momentáneo; en la rueda del tiempo se volverían a encontrar en otros mundos, en otros cuerpos, en otras vidas. En esta, Illa debía atravesar ese dolor, algo que Wari no entendía ni compartía, pero aceptaba como parte del destino de todos.


Finalmente, tomó unas piezas extrañas de barro, tierra y cerámica, cada una representando una lección aprendida por su hermana menor, dejando la capa final: la gran lección que los liberaría a todos. Al tocar la pequeña piedra violeta que brillaba intensamente, los ojos de Wari se abrieron con violencia. Nuna los había engañado. La mujer completa en sí misma, sin miedo, que había aprendido a amar a los que no eran de su sangre, a los que vinieron antes que ella, a los que descendían de ella, y a ser amada por sus padres, amigos, hijos y pareja, había estado despierta desde el momento en que atravesó su menarquía, consciente de su historia y tomando su destino en sus manos.

Camino de agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora