Crepitar: Producir sonidos repetidos.

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En su trigésima vida, la mujer de agua con corazón de fuego, que no sabía amar ni ser amada, regresó a la vida nuevamente. Sin embargo, esta vez no era la encarnación completa en sí misma, sin miedos ni sombras. En esta ocasión, el fuego de su corazón era tan frágil que el mínimo gesto, acción, palabra o pensamiento podía apagarlo. Todo a su alrededor debía proceder con sumo cuidado, y las personas andaban de puntillas en su presencia. Para colmo, su cuerpo, que solía ser fuerte y activo, estaba enfermo, reflejando la debilidad de la llama que la habitaba.Creció viendo el mundo pasar desde su ventana. No podía salir, ni explorar; sus manos anhelaban tocar, sanar, curar, amar, pero su fragilidad era extrema. Muchas veces no lograba reunir las fuerzas suficientes para levantarse de la cama o incluso comer algo. La tos, la fiebre y el dolor—vidas enteras de pena acumulada—se manifestaban en su frágil cuerpo. Su largo cabello la envolvía como un halo, y aunque las puntas se rizaban suavemente acariciando su piel, incluso ese roce le causaba un dolor espantoso. Las noches de sueño completo eran escasas, pues la tos la mantenía despierta.


Como no podía salir, sus hermanos se encargaban de traerle el mundo: flores, dulces, plantas, animales, historias... mil y un elementos para que pudiera vivir a través de ellos. Así, en esta vida, la mujer finalmente aprendió lo que era el amor familiar: el ser amada, cuidada y valorada por su propia sangre. Sin embargo, aún añoraba el contacto con otras personas. Poco a poco, sus padres y hermanos comenzaron a llevar visitantes a su casa. Cada uno de esos encuentros nutrió su corazón, avivando la frágil llama, ahora protegida y cuidada por su familia. El cariño constante fue alimentándola, y la llama pasó de un destello tenue a una hoguera intensa, como en las vidas pasadas.Cuando su corazón brillaba como una estrella en el cielo, la joven mujer cayó en un sueño profundo.


Durante ese tiempo, la casa se convirtió en un hormiguero de gente. Aquellos que la amaban por su calidez y risa pululaban por la casa a todas horas, buscando noticias y ofreciendo ayuda para que sus seres queridos pudieran acompañarla sin enloquecer de preocupación.Pasaron meses, y las lluvias reemplazaron al sol, sucediéndose incansablemente durante varios años. La gente comenzaba a perder la esperanza de ver los ojos oscuros con fondo rojo volver a brillar. Una mañana, la mucama acomodaba a la mujer dormida, luchando para mantener la flexibilidad de sus articulaciones entumecidas, cuando levantó la vista y encontró esos ojos oscuros mirándola fijamente. La expresión era diferente, cargada de algo que nunca había visto antes.


La mucama salió corriendo para despertar a todos, y en poco tiempo la casa entera estaba reunida a su alrededor, haciéndole preguntas frenéticas y asegurándose de que realmente estuviera despierta. La mujer movió las manos con una elegancia que nunca había mostrado antes; sus ojos revelaban la sabiduría de muchas vidas. Sonrió suavemente a su hermano más cercano, susurrándole palabras de aliento, y se apoyó en el tercer hermano, quien la llevó hasta su lugar favorito junto a la ventana.Después de un rato, sentada frente a la ventana y observando los cambios ocurridos en los años de su letargo, pidió disculpas a su familia por la preocupación causada; no había sido su intención. Sintiéndose un poco más fuerte, se atrevió a dar unos pasos vacilantes sobre el piso de madera. Se giró hacia su hermano segundo y, con una voz suave y melancólica, pidió:—Quisiera ver a la mujer sabia, por favor.


Varias noches después, durante un apagón masivo en la ciudad, una anciana llena de vitalidad para su edad se escabulló tras las puertas de metal de la casa, ubicada cerca del antiguo barrio central. La entrevista entre las dos mujeres fue extraña: la anciana la bombardeó con preguntas, y la joven respondió a todas sin pausa. Finalmente, la mujer sabia le entregó una hoja peculiar.La mujer, ahora consciente y completa en sí misma, tomó la hoja y, con una letra firme, segura y adornada de florituras, escribió:*"Lo lograste, al fin aprendiste a recibir amor."* Una lágrima corrió por su mejilla, manchando ligeramente la última palabra.*"Recuérdalo, suelta y sigue,"* susurró con la voz temblorosa,*"no hay nada más bonito que recibir amor del bueno, de personas que te aman de verdad."*La hoja fue doblada hasta convertirse en una pequeña nota, que se deslizó entre las manos de ambas.—Cuando regrese para mi última vida, por favor, recuérdale que debe ver con los oídos y escuchar con los ojos. Que el amor es infinito y siempre hay espacio para más. Que la gente hace lo que puede con lo que tiene, y que incluso la maldición no fue creada con la intención de hacer daño.Pocos días después, la mujer completa en sí misma cayó nuevamente en un sueño profundo, uno del que no volvió a despertar. Años más tarde, sus hermanos la llevaron a la ría para que su cuerpo descansara en ella, y la ría les devolvió el lirio, como siempre lo hacía.En la cueva profunda, el altar lejano finalmente reveló la pieza oculta que había estado protegiendo durante siglos. La mujer incomprendida estalló en carcajadas, al darse cuenta de que sus hijos habían sido lo suficientemente listos para romper la maldición. Al fin, ella también estaba lista.

Camino de agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora