Perenne: continuo, incesante, que no tiene intermisión.

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Arrastrada por la corriente demoledora hasta la misma morada del Guardián, que habitaba junto con su esposa de fuego, la mujer incomprendida llegó ese día al río, producto de la impresión de ver esos ojos alegres. La sensación de sentir algún resquicio de emoción la hizo perder el equilibrio y caer al agua. Su cuerpo se volvió tan pesado como el plomo, incapaz de flotar o tomar aire. La mujer cerró los ojos sin poder evitar una sonrisa. No importaba dónde la llevase la corriente, su propia maldición la protegía; ella no podía morir.


Abrió los ojos en un lugar seco, aunque sus ropas dejaban un reguero húmedo en el suelo del salón donde se encontraba. A través de las ventanas, veía pasar el agua torrentosa. Ese espacio seguro, ubicado bajo el agua, era el lugar donde la mujer de fuego solía reunirse con su esposo. Ahora, se convertía en el tribunal donde ella sería juzgada por sus actos.Escuchó una voz a su espalda y se giró rápidamente. La pareja de jóvenes estaba abrazada, mirándose a los ojos y susurrando palabras cariñosas. Sus gestos denotaban intimidad y compromiso. Los ojos de la mujer incomprendida brillaron con furia; ¿cómo se atrevían a exhibir su amor ante ella? Levantó la mano, buscando herir y romper esa visión de amor apasionado y comprometido.


Pero la mirada gris del Guardián la detuvo en seco, mientras la compasión en los ojos rojos de la mujer de fuego le recordó a su hija. La pareja se movió como uno solo, tan sincronizados estaban, y se sentaron en sillas cercanas. La voz atronadora del Guardián resonó en su cabeza:—Explícate.Esa palabra desató su ira contenida. No tenía que dar explicaciones a nadie; podía hacer lo que quisiera con ella misma y con su linaje. Si no era querida, entonces nadie lo sería.—Estás equivocada —la voz melodiosa pero firme de la mujer de fuego resonó desde el otro extremo del salón—. Podemos detenerte, y lo haremos. Sobre todo, queremos entender por qué maldijiste a tu propia gente, tu carne y tu sangre. ¿Solo porque no entiendes lo que es amar? Y lo peor... —la voz se elevó hasta un tono ensordecedor, obligándola a taparse los oídos, aunque el sonido reverberaba en su interior como un volcán en erupción—. Maldijiste a un linaje entero de seres mágicos... mi linaje. Aquellos a quienes maldijiste y contigo misma son mis hijos.La voz se convirtió en un susurro cargado de amor:—Tú eres mi hija.El amor derramado en esas palabras encendió una luz tenue en el corazón endurecido de la mujer incomprendida, pero el odio aún prevalecía. Pisoteó la pequeña chispa hasta apagarla por completo y, con la mirada altanera, se volvió hacia la joven mujer.—Son mis hijos, y jamás tendrán lo que yo no tuve. No permitiré que disfruten lo que yo no pude. La rueda de reencarnación será eterna; no encontraremos descanso en esta vida ni en las próximas.No había terminado de hablar cuando su garganta se cerró por la presión del agua; no podía respirar ni tragar. Sus pulmones ardieron, sus ojos derramaban lágrimas de dolor y estaba al borde de la inconsciencia cuando, de pronto, todo se detuvo. Abrió la boca, tratando de tomar aire desesperadamente, y comenzó a toser, escupiendo agua salobre, ampliando el charco que la rodeaba.—No estoy de acuerdo —dijo el Guardián—. Pero ya nos diste lo que necesitábamos para reparar tu desastre. No intentes detenernos; somos los elementales creadores de tu raza, y estoy harto de recibir los cuerpos de mis hijas, una y otra vez, con el corazón roto por tu culpa. —Un suspiro cansado y triste escapó de sus labios—. Si no te diste cuenta o no supiste detenerlo, eso es tu responsabilidad. Pero el amor no funciona como tú crees. Está presente en las pequeñas cosas de la vida.El Guardián acarició el aire con un gesto suave, como el roce del agua.—Esa sensación que tienes cuando cuidas el bosque, cuando tocas el agua o preparas remedios para los demás, es tu forma de expresar amor. Y la sanación que ves a través de tus esfuerzos es la manera en que recibes amor. —Su voz se tornó más intensa, como una ola arrolladora—. Úsalo para nutrirte y salir de ese pozo en el que te hundiste por tu cuenta.—Si no lo haces —agregó con una sonrisa perversa—, volverás aquí, y yo mismo me encargaré de ti. Ya no puedes morir, pero esta vez tu inmortalidad queda anulada por las próximas cinco reencarnaciones de tus hijos. Si la maldición no se rompe y tú no aprendes a amar, todos seremos destruidos. Así será el fin del linaje del amor hermoso.


El cuerpo de la mujer incomprendida brilló por un instante, y las capas que revestían su corazón desaparecieron, dejándola expuesta como en aquella primera vez en la que amó equivocadamente. El dolor olvidado la golpeó con fuerza, y se abrazó a sí misma, buscando llenar el vacío. Cerró los ojos, concentrada en su sufrimiento, y cuando los abrió nuevamente, estaba al pie del bosque profundo, escuchando a los árboles de palo santo llorar por la intromisión extraña.Se levantó furiosa; ¿quién se atrevía a profanar el lugar sagrado? Llena de ira, avanzó hacia el interior del bosque, quemando todo a su paso. El olor a palo santo la envolvía. Algo había cambiado en ella, pero aún no estaba lista para aceptarlo. Siguió el rastro de ramas muertas y rotas hasta su morada, donde encontró a la mujer de ojos alegres queriendo adueñarse de lo que era suyo. La reacción fue tan violenta que no tuvo tiempo para detenerse, tal como cuando lanzó el hechizo que se convirtió en maldición.


Comprenderlo al fin significó llorarlo, pero todavía no estaba lista para asumirlo.

Camino de agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora