Socavar: Excavar algo por debajo, dejándolo en falso.

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La mujer se sentó a la orilla del río y miró su reflejo en el agua, sonriéndose amigablemente. Jugó un rato con el agua, divirtiéndose con los colores y formas que tomaba según su voluntad. Era una mujer joven, de unos 20 años, aún en plena etapa de investigación y exploración, conociéndose a sí misma y descubriendo el mundo. Su largo cabello negro caía liso sobre sus hombros, cubriendo generosamente su espalda y rizándose en las puntas, que acariciaban sus brazos. Tenía el rostro en forma de corazón, con ojos oscuros que, en el fondo, reflejaban un destello rojo, revelando las emociones que pugnaban por salir a la superficie constantemente. Su cuerpo delgado, ágil y firme se mecía con la ansiedad de descubrir, aprender y *ser*. Tenía tantas ganas que no podía esperar más.


Miró hacia el otro lado del río, donde vivía la tribu vecina. Tenían una relación pacífica y compartían el uso de los elementos, pues sus ancestros eran comunes, lo que hacía natural emparentarse. Sin embargo, ella aún no estaba interesada en eso. Contempló con tranquilidad cómo los niños jugaban con pequeños aros, empujándolos con palos de un lado a otro del claro cercano. Al fondo, mujeres de diferentes edades desgranaban maíces, separaban semillas y amasaban tortillas mientras conversaban alegremente, sin dejar de vigilar a los niños.Estaba por levantarse para volver junto a su hermano, quien la llamaba desde el interior del bosque, cuando lo vio. Un hombre de largo cabello agitado por el viento, con ojos oscuros y una mirada inteligente. De complexión delgada, mostraba seguridad en cada paso que daba. En ese mismo momento, ella se olvidó de todo: de su hermano que la llamaba, de su deseo de ver el mundo, de su afán por explorar y aprender lo que aún no sabía de la vida. Lo único que quería era llenar el vacío profundo que sentía en el centro de su pecho, un vacío que socavaba toda su voluntad, la llevaba a desear ser todo lo que la otra persona necesitaba para recibir atención, amor y respeto, aunque aún no comprendía qué era todo eso. Solo sabía que tenía una necesidad constante de dar más de lo que podía ofrecer.


El hombre saludó amablemente con la cabeza y siguió de largo, sin darse cuenta de lo que acababa de despertar en ella. Para él, ella no era más que una niña de la tribu vecina: demasiado joven, demasiado inexperta. Bonita, sí, pero nada más. Continuó caminando, se acercó a las mujeres y acarició el cabello trenzado de su compañera, quien conversaba alegremente con las demás. Luego, siguió hacia el interior del pueblo, donde varios hombres presumían lo que habían cazado ese día para alimentar a todos. Saludó cortésmente y sacó de su bolsa, atada a la cintura, algunos cangrejos, ostiones, varias conchas y, al final, un gran pez que sería una excelente sopa.Desde aquel día, cada vez que él pasaba, la joven lo miraba con ojos intensos. Siempre le sonreía y lo saludaba con la mano, hasta que, sin saber cómo, ella comenzó a acompañarlo en sus cacerías. Durante esas salidas, la pesca era más abundante y productiva, lo que hizo que él empezara a anhelar su compañía, pero solo con un fin práctico, no amoroso. También notó que los gestos mínimos de amabilidad la hacían cada vez más interesada en él. Se sentía halagado por el interés de una mujer tan joven, pero nunca se tomó la molestia de aclararle que no tenía otras intenciones.


Ella, por su parte, se sentía cada vez más atraída por él. Su corazón latía con emoción cada vez que lo veía llegar. Lo acompañaba, lo ayudaba, y recibía palabras de gratitud por cada buena acción que realizaba. Para ella, esas palabras eran señales de un interés sincero, cuando en realidad él la olvidaba apenas apartaba la vista y regresaba a los brazos de su compañera y sus hijos. El día en que ella descubrió que él ya estaba emparejado, el agua se levantó, inundando las cosechas de ambos pueblos. Fue entonces cuando él entendió que ella era una mujer de agua, una mujer sagrada. Un terror frío le recorrió la espalda, y trató de alejarse de ella de todas las maneras posibles. Pero cuanto más intentaba separarse, más se aferraba ella.No importaba que él ahora estuviera siempre acompañado y que ella no pudiera acercarse. Usaba sus habilidades para observarlo, rogándole y suplicándole que la escogiera, pero él solo movía la cabeza en señal de negación. Esto enfurecía a la joven, quien elevaba el agua con su ira, ahuyentando a los peces y dejando entrar el agua salada llena de sus lágrimas. Entonces, los ancianos del pueblo lo llevaban para que la calmara, y él solo decía palabras amables, pero sin ningún compromiso, lo cual era suficiente para que ella volviera a ilusionarse y perderse en su propia fantasía.


Si ella hubiera sido mayor, si hubiera tenido algo de experiencia o amor propio, si hubiera contado con alguna actividad significativa, o si hubiera tenido a alguien con quien compartir sus dudas, tal vez la historia habría sido diferente. Pero ella siguió ahí, sin que nada cambiara. Se sentía cada vez más usada, más sola. Su magia se desvaneció, su cuerpo perdió color, el brillo de sus ojos se apagó, y sus movimientos, antes fluidos y gráciles cuando danzaba junto a la fogata como parte de las mujeres sagradas, se tornaron rígidos y vacíos. La sensación de desmoronarse la sobrepasó, y una vez más el agua se levantó, cubriendo los campos, inundando las cabañas y llegando al borde del bosque. Cuando las aguas finalmente bajaron, una sola flor blanca, un lirio de agua, llegó a la puerta de la cabaña de él. El cuerpo de la joven no se volvió a ver; la habían buscado por todas partes, pero el agua se la había llevado, tal como ella siempre había deseado.


Los hermanos de la joven, abatidos por el dolor, desaparecieron del pueblo y nunca se les volvió a ver. El hombre también desapareció un día, dejando solo su bolso de pesca como señal de partida. Se dice que, al entrar al agua, esta lo arrastró hasta las profundidades, de donde no pudo regresar.


Y así, la primera mujer de agua con corazón de fuego, incapaz de amar ni de ser amada, dio inicio a una rueda de dolor que marcó a todo un pueblo.

Camino de agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora