La mujer inconstante despertó de su sueño en la trigésimo tercera encarnación de los hermanos, tras la conversación con los guardianes de la ría y del bosque profundo. Durante mucho tiempo había reflexionado sobre lo que le dijeron, observando el cuerpo de su enemiga blanquear sus huesos ante sus ojos. Después de que sus hijos fracasaran una vez más, había entrado en letargo, despertando inútilmente en cada ocasión. Cada vez que sus hijos perdían, su corazón se henchía de satisfacción, confirmando que tenía razón; pero también sentía una profunda tristeza, pues sus corazas despojadas la dejaban vulnerable al peso de los años sobre su piel. Ahora ansiaba descansar, olvidarse de todo y poner fin a lo que ella misma había creado, aunque la maldición que forjó había cobrado vida propia.
El paso de los años y el dolor que había experimentado nublaron su juicio en repetidas ocasiones, llevándola a cometer errores, como aquel que ahora nutría el suelo de su cueva. La mujer incomprendida entendió al fin que era intensa, que sus emociones carecían de límites, lo que la llevaba a exagerar y lastimar incluso a quienes amaba. En su afán por proteger, no había permitido que sus hijos vivieran sus propias vidas; los destinos predestinados que intentaba preservar ahora la atormentaban. Su ceguera emocional había llevado a la pérdida de treinta y tres vidas, más un encuentro cercano con la muerte, para poder comprenderlo.
Durante tres encarnaciones de los hermanos, se preparó para enfrentarse al infierno de su destino. Luchó contra los sentimientos que se arremolinaban en su interior, ajustando su altar para resistir lo inevitable, rebelándose con todas sus fuerzas. En las dos siguientes encarnaciones, al no obtener resultados, comenzó a calmarse y reflexionó sobre la intensidad de sus acciones, el odio con que se abría cada vez que los hermanos regresaban. A medida que avanzaban hacia la resolución de la maldición, la mujer retiró elementos de su altar que podían interferir en su hechizo, pero algún tipo de intervención hacía que sus esfuerzos fueran en vano.En esta última reencarnación, sabía que sería la definitiva: si fallaban esta vez, serían arrastrados al abismo sin posibilidad de retorno, pues las almas estaban demasiado gastadas. Ahora consciente de sus errores y habiendo aprendido su lección, la mujer incomprendida revisó las líneas genealógicas y encontró un error: una mujer de agua, que debió desaparecer hace décadas, seguía en la tierra preparando el camino para la generación final.
Salió de su cueva una última vez, arrastrándose por el bosque profundo que tanto amaba. Llegó a la orilla del agua y saludó groseramente al guardián en el fondo del río. Luego caminó por la ciudad, que la aturdía con su movimiento, ruido y belleza. Llegó hasta las casas de los antiguos hombres del cacao y del banano, que ahora estaban abandonadas mientras la riqueza huía de los cinturones de pobreza. Algunas pocas casas seguían operativas, y una de ellas tenía una luz encendida esa noche. La mujer incomprendida atravesó los dispositivos de seguridad y llegó a la ventana de la planta baja.Desde allí, observó a la mujer que representaba su encarnación más reciente. Estaba en uno de los partos más difíciles jamás vistos, mientras su esposo se retorcía las manos en una esquina, acompañado por cuatro niños de diferentes edades que miraban a su madre con los ojos desorbitados. La sanadora en ella quería intervenir, conocía las hierbas que podrían salvar tanto a la madre como a la criatura, pero cerró los puños en su necedad, enterrando las uñas en sus palmas hasta que gotas de sangre cayeron al suelo. La sangre de la sanadora, que ahora era la mujer incomprendida, fortaleció el suelo y, junto a la ventana, siempre crecieron peregrinas de un color negro extraño.
Observó a los cuatro niños, quienes alguna vez fueron suyos y ahora eran sus víctimas. Eran la encarnación de su linaje, con belleza, inteligencia y actitud. Sin embargo, sus dones estaban dormidos. Se preguntó si había cometido algún error, pero sus cálculos eran correctos: esta era la trigésimo tercera vida, el último intento. Debían recordar y actuar en consecuencia. Al acercarse más, apoyó la mano en el vidrio, pero el desgarrador grito de la mujer en parto la obligó a apartar la mirada.La bebé se negaba a nacer, enredada con el cordón umbilical, retrocediendo en cada contracción y amenazando con llevarse a su madre. La mujer incomprendida miraba sin entender, dividida entre su deseo de servir y el anhelo de que todo terminara de una vez por todas.
La puerta de la habitación se abrió de golpe, y una anciana entró apresurada. La madre confiaba plenamente en ella, y la anciana trabajó sin descanso hasta que, tras un último grito desgarrador, nació un pequeño cuerpo cubierto de cabello negro. La recién nacida fue envuelta en mantas sagradas con los colores de los descendientes del fuego y el agua. La mujer sabia acercó su frente a la de la bebé, murmuró palabras sagradas, y el cuerpecito brilló momentáneamente en un resplandor azul y rojo que bloqueó temporalmente sus recuerdos.La niña fue entregada al padre, quien la mostró a los hermanos, que se inclinaron curiosos y luego se cerraron en escuadra alrededor de ella, entre risas divertidas. La mujer incomprendida observó a la mujer sabia luchando por salvar a la madre, quien finalmente sobrevivió lo suficiente para nutrir a su hija con amor. Sin embargo, su cuerpo debilitado la apartó pronto de sus seres queridos. Los niños quedaron al cuidado de una anciana que los guió en sus instintos, permitiendo que cada uno se liberara del bloqueo temporal para encontrar el amor verdadero que los haría libres.
La mujer incomprendida regresó a su cueva y miró el altar, donde las ataduras concéntricas de cuatro aros y un centro brillaban. Gritó de ira cuando el cuarto aro cayó primero, en lugar del segundo hermano, como esperaba. La estructura tembló cuando el segundo hermano aceptó el amor. El primer hermano también encontró su amor en una extranjera, casi destruyendo la cueva con la aceptación de sí mismo. El tercer hermano y la niña, el centro del hechizo, aún no habían completado sus tareas, por lo que la mujer decidió enfrentar a quien estaba destruyendo todo.
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Camino de agua y Fuego
Short StoryEn un futuro distopico e una ciudad costera, donde nunca llego la conquista, donde se desarrollaron a su ritmo, aqui se desarrolla esta busqueda de amor que es una busqueda de uno mismo.