Vesania: Demencia, locura, furia

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El ambiente en la pequeña oficina estaba cargado de una mezcla de incredulidad, tensión, y algo de resentimiento. La voz de Wari, cargada de sarcasmo y dolor, resonaba en el reducido espacio mientras volvía a sentarse por décima vez en la desgastada silla de cuero.—De nuevo, repite la historia despacio, otra vez, explicando cómo sucedió esto punto por punto —pidió, mirándola con ojos agudos y una mezcla de angustia.Nuna se veía pequeña al lado de los tres hombres que la acompañaban, pero la luz dorada que brillaba sobre su piel la hacía parecer inmensamente poderosa. Ella mantuvo la calma, mirando a su hermano con paciencia infinita.—Solo sucedió, no es como si lo hubiera estado buscando —respondió con firmeza, manteniendo su postura serena—. Te recuerdo que soy una adulta, y te pido que respetes mis decisiones.


La respuesta provocó una reacción en los hermanos, quienes siempre la habían visto como la pequeña e indefensa Nuna. Pero esta vez, algo en su tono y en su postura les hizo verla de manera diferente.Antay, recostado en el sofá, soltó una exhalación y preguntó, con más curiosidad que enojo:—Sí, respetamos tu decisión. Lo que queremos saber es... ¿por qué tres?Nuna dejó escapar una sonrisa de comprensión, una que denotaba haber hecho las paces con sus propias decisiones.—Porque si me falta uno, no podré vivir tranquila jamás —respondió con convicción, recibiendo con alegría la revelación final de la "mujer completa en sí misma"—. Tengo conocimiento y dones especiales; no proyecto sombra porque no tengo miedo, y no necesito de nadie para ser completa. —Apoyó una mano en el dorso del hombre más cercano—. Pero tengo amor para dar, para aprender a vivir, crecer y respirar en un amor que es correspondido y sano. No me completa, pero me acompaña. Y ellos —señaló a los tres hombres detrás de ella—, nosotros decidimos y aceptamos juntos este acuerdo. No hay conflicto entre ellos ni conmigo.El esfuerzo por expresar su verdad hizo que su voz comenzara a quebrarse; su chakra de la garganta se cerraba, luchando contra las palabras que intentaban abrirse paso. Con lágrimas retenidas, siguió adelante, enfrentando el peso de la maldición con una valentía feroz.


—Yo... —lo intentó de nuevo, llevando una mano a su cuello mientras luchaba por mantener su voz firme—. Al fin he aprendido que el amor no es simplemente fluir y ver qué pasa. Es compromiso, acuerdos, aceptación y crecimiento. Eso duele, y da miedo, pero... —su voz se atragantó por un momento, pero el roce de unas manos firmes en sus hombros, el suave toque de unos dedos sobre su cabello y un beso en el hombro le dieron la fuerza que necesitaba—. Yo los amo y, aunque podría estar bien sin ellos, no quiero. Los quiero a los tres por igual, y soy mejor persona cuando ellos están cerca.La luz dorada que brillaba en la piel de Nuna explotó en un resplandor violento, llenando la habitación. En ese instante, se escuchó una explosión procedente de uno de los cajones. Illa sacó rápidamente la caja y la abrió, mostrando la parte central del amuleto completamente rota, destruida.


Un grito de dolor resonó en el plano astral, desgarrador y profundo, como un eco de la mujer incomprendida. Durante un segundo, su imagen se reflejó en la pared: ojos encendidos de ira y lágrimas de arrepentimiento que pedían perdón a sus hijos. Detrás de ella, la abuela les saludaba con una mano, mientras la pareja de elementales, sus ancestros, sacudían la cabeza ante la decisión insólita —no por equivocada, sino por la enorme exigencia— que su hija había tomado. Sin embargo, con ternura en los ojos, los elementales guiarían a las mujeres que habían cumplido su ciclo hacia una tierra donde el pasto siempre es verde, la lluvia es abundante, la caza es generosa y el agua fresca siempre está cerca. La tierra en presencia del Gran Espíritu.


La maldición había terminado, y con ella, el peso que durante siglos había oscurecido el amor verdadero y la libertad del linaje finalmente se había desvanecido. Nuna, junto a sus hermanos y sus tres hombres, se quedó de pie en medio de la oficina, bañada por la luz dorada que ahora los envolvía a todos. El ciclo había concluido, y la paz por fin estaba presente en su destino compartido.

Camino de agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora