La mujer de ojos alegres decidió recorrer el camino inverso; deseaba obtener el poder y los dones de las mujeres de agua, pero sin hacer los sacrificios ni servir. Pensaba que tomar lo ajeno sería cosa de niños. Salió de la ciudad emergente, que avanzaba con brío y finura, un pueblo exitoso lleno de gente valiente y amable, que luchaba por lo que quería y defendía con bravura a los suyos.Caminó hasta la orilla de la ría, en las afueras de la ciudad, y miró el agua con recelo. Aunque parecía tranquila, la ría arrastraba con ferocidad todo lo que caía en ella. La mujer desató el bote que estaba en el embarcadero y descendió con la corriente hasta la entrada del bosque profundo. Al internarse en el bosque, no saludó ni tocó a la naturaleza protectora. Los árboles, ofendidos, bajaron sus ramas, marcando su piel con arañazos de madera impregnada de aroma a palo santo. Sus copas se cerraron, impidiendo el paso de la luz del sol, y sus cuerpos se movieron lentamente para confundirla. Los animales emitieron sonidos siniestros, y sus ojos brillaban en la penumbra.
La mujer cerró sus ojos y oídos a las amenazas, ignorando los cortes en su piel. Continuó avanzando con las manos extendidas al frente, arrancando con furia las ramas cortantes y esparciendo trozos en el suelo, sin importarle los lamentos que brotaban de los árboles. Siguió su camino hasta llegar al otro lado, frente a la cueva lejana. Tocó la roca, tratando de iluminar el interior con su mente.Después de todo ese tiempo, de las tribulaciones, los problemas y las burlas, ella lo había logrado. Avanzó hasta el altar ubicado en el fondo de la cueva, apartando todo lo que se interponía en su camino. Sus ojos brillaban de emoción, su mente no procesaba la naturaleza del triunfo, encerrada en la vanidad de su falso logro. Al llegar al altar, sintió un rayo de energía que la golpeó, dejándola inconsciente en el suelo.
La mujer incomprendida llegó a la cueva lejana en ese preciso momento. Pasó por encima del cuerpo inerte, pisando sin querer los dedos de la mano extendida. Se acercó a su trono hecho de ramas de árbol. Ella, la mujer que no podía morir, contempló con satisfacción el resurgir del calor en su pecho, un calor que creía perdido. La sonrisa en sus labios se ensanchó; el glamour que la envolvía se desvaneció por completo. Extendió la mano hacia la mujer caída, que aún intentaba engañarla.
Aunque su corazón latía lento y con un sonido de muerte, dolorido por lo que podría haber sido, la mujer incomprendida absorbió la energía de la otra, reforzando la maldición: el amor verdadero no existía, y no importaba lo que hicieran, jamás serían libres.
ESTÁS LEYENDO
Camino de agua y Fuego
Short StoryEn un futuro distopico e una ciudad costera, donde nunca llego la conquista, donde se desarrollaron a su ritmo, aqui se desarrolla esta busqueda de amor que es una busqueda de uno mismo.