Me desperté con un fuerte dolor de cabeza y una sensación de confusión, rodeada de la oscuridad de la noche y el sonido de la lluvia.
— ¿Que mierda pasó? — me pregunté a mí misma mientras rebuscaba en el cajón de la mesa de luz una vela para prender e iluminar la habitación, luego de intentar encender la luz y que eso no funcionara.
De repente, recordé el libro, el texto en latín que leí y el cortocircuito.
La llama de la vela iluminó la habitación, y mi mirada recorrió el espacio en busca de algo que me ayudara a recordar.
Y entonces, vi una figura en la esquina de la habitación.
Era un hombre, alto y delgado, con rulos despeinados y negros como la noche. Su cabello caía en mechones sueltos sobre su frente, enmarcando su rostro pálido y angular.
Sus ojos eran rojos como la sangre, con una intensidad que me hacía sentir como si estuviera siendo consumida por ellos. Nariz recta y labios gruesos y de un color claro.
Sus alas negras como la mismísima noche se extendían desde sus hombros hasta el suelo. Eran grandes y poderosas, o al menos así se venían reflejadas por la luz de la luna. También observé que, en su pie derecho, llevaba una cadena gruesa y oxidada que estaba sujeta a un anillo en su tobillo, y parecía ser un recordatorio constante de alguna prisión o compromiso.
A pesar de su apariencia oscura y peligrosa, había algo en él que era irresistible. Una aura de poder y confianza que parecía atraerme.
— La puta madre, ¿y vos que mierda sos? — pregunté, intentando no revolearle con el libro que estaba en mis piernas
— ¿Esa es tu primera pregunta? — chaqueó la lengua y luego sonrió ampliamente — ¿no te parece muy obvio lo que soy?
— Y si te lo estoy preguntando es porque no me parece obvio — rodee los ojos
— Soy un demonio — dijo encogiéndose de hombros — pero no cualquiera, soy el príncipe del infierno y el futuro heredero al trono
— ¿Qué sos un qué? — consulte largando una pequeña carcajada
— Un demonio, nena, que lentita que sos — respondió dando unos cuantos pasos hacia mí
— Bue, ¿que te haces el piola? — chanquee la lengua — no soy adivina cómo para saber exactamente qué sos con solo verte
— ¿Ah no? — indagó analizándome de arriba a abajo — algo más que tenés que trabajar entonces.
— ¿Qué haces acá? — tragué saliva al verlo recorrer la habitación y darme cuenta de la dimensión que realmente tenían sus alas. No estaba asustada. Contactaba a seres como él en algunas ocasiones, pero era demasiado intimidante tener uno enfrente— te estoy hablando — le dije al ver que no me respondía.
— Y yo te estoy ignorando — aclaró mirándome de reojo — cállate un segundo.
Su mirada se detuvo en un objeto en la habitación, y su expresión se volvió aún más oscura. Luego chasqueo los dedos haciendo que la luz volviera y permitiéndome a mi, saber que era lo que estaba frente a mi.
Su rostro estaba marcado por una pequeña cicatriz que descendía desde arriba de su ceja derecha hasta la ojera; sus ojos rojos brillaban aún más de lo que parecía, y sus pestañas largas y oscuras parecían envolverlos creando una sombra. Su sonrisa era perfecta, con dientes blancos y rectos que contrastaban con su piel pálida. Las cejas eran algo definidas, enmarcando su rostro perfectamente y... sus labios... eran carnosos y de un color rosa que se mezclaba armoniosamente con el resto de las partes de su cara.
— Si sos el príncipe del infierno, ¿qué haces acá? — volví a cuestionar comenzando a desesperarme.
— No tengo idea — contestó con un tono seco mientras se encogía de hombros — yo estaba en... otro lugar, y segundos después estoy en este rincón incómodo
Me miró fijamente, y luego frunció el ceño.
— Cuius cutis candida qua nitet luna... oculi smaragdini... capilli noctis tenebrae — susurró pausadamente.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. ¿Qué significaba eso?
— ¿Qué... qué hiciste? — pregunté, mi voz apenas audible.
Él se acercó caminando lentamente
— No, que hiciste vos — indagó con un tono seco —¿qué hiciste para que yo terminara acá?
Mi corazón latía con fuerza. ¿Qué quería decir? ¿Qué había hecho yo?
— No entiendo — afirmé, intentando mantener la calma.
— No entendés porque no querés — exclamó, burlesco riéndose irónicamente — tampoco es tan difícil... solo te tenes que acordar.
— ¿Acordarme de qué? — consulte, sintiendo una creciente frustración.
— Lo que hiciste — me acusó — no se que fue pero me arrastraste con vos
— ¡No sé de qué hablas! — exclame subiendo un poco el tono de mi voz
— No mientas — me interrumpió, agarrando mi brazo con fuerza — que no se te ocurra mentirme.
Su mirada se deslizó hacia el libro que estaba sobre mi cama, y su expresión cambio totalmente.
— ¿Qué es eso? —preguntó, sin quitarle la vista de encima
— Un libro — respondí sarcástica, y respirando algo agitada
— No — chasqueó la lengua — ese libro no es solo un libro... ¿porqué lo tenes?
— Es... interesante — aclaré encogiéndome de hombros— practico brujería así que supongo que va a ser algo útil
El ser frente a mi arqueó una ceja.
— ¿Brujería? — repitió notablemente sorprendido.
— Sí — asentí arqueando una ceja al igual que él — ¿no se lavan los oídos en el infierno?
— ¿Lo leíste? —preguntó, cortante y restándole importancia a mis comentarios
— No — mentí, intentando mantener una expresión neutral.
— Puedo sentir cuando me mentís — negó con la cabeza
Suspiré algo cansada mientras lo veía recorrer mi habitación, susurrando cosas que no entendía.
— Ergo, ea est progenies Lunae Sanguinis
— Nunca me dijiste cómo te llamas — exclame sacándolo de su trance
— Soy... Mateo, tu fiel servidor, aunque... debería de ser al revés
Me sentí aterrorizada.
— ¿Qué querés de mí?
Mateo se rió.
— Todo — aclaró pausadamente con voz baja y algo aterradora — vas a ser la que me ayude a llegar al trono o... a destruir todo lo que hoy conoces, pero que pase uno de los dos — chasqueó la lengua — eso... eso depende de vos, Hija de la Luna Roja
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hola putas
bueno al final cambie la mitad del cap 😔☝🏻