naiki's pov:
Mis pasos resonaban en la calle mojada y eran el único sonido que rompía el silencio de la mañana. La lluvia de la noche anterior había dejado un rastro de charcos y gotas de agua que brillaban como diamantes en la luz suave del sol, que junto al aire fresco y limpio que olía a tierra mojada, había subido mi ánimo haciéndome sentir menos nerviosa.
Metí ambas manos en los bolsillos del tapado negro que tenía puesto, para protegerlas del frío intenso. Mis dedos juguetearon con la tela, buscando calor. Luego, le di una mirada rápida a la falda corta de color negro que sobresalía levemente por debajo de mi abrigo y a mis botas que estaban mojadas y sucias por el contacto con el pavimento mojado.
—No, bueno —me quejé para mí misma, sacudiendo la cabeza y chasqueando la lengua — Uriel me va a ver con las botas todas sucias.
Ayer a la tarde, Uriel me había propuesto ir a tomar un café, y había aceptado, solo para saber qué sentimientos aún tenía por él. La verdad es que no estaba segura de qué esperar de ese encuentro, pero estaba dispuesta a enfrentar mis sentimientos y ver qué pasaba.
La sensación de frío en mi cara me disgustaba, me hacía extrañar el calor del verano, la comodidad que tenía antes de salir de mi casa... y el calor que me transmitía Mateo cuando me besaba y abrazaba por la noche. Su calor era como un refugio, un lugar seguro donde podía esconderme y sentirme protegida. Pero al menos en este momento, no estaba donde quería estar, era todo lo contrario. Estaba en la calle cagada de frío, con las botas sucias y el corazón lleno de dudas.
— Buen día, Andre — le dije a la mujer a cargo de la librería, mientras ingresaba y la encontraba tomándose un café apoyada en el mostrador, rodeada de papeles.
La luz suave de la mañana se filtraba a través de las ventanas, iluminando las estanterías, haciéndome sentir en un espacio igual de acogedor como los brazos de Mateo.
Andrea se volvió hacia mí, con una sonrisa amplia en su rostro, que se desvió hacia mi cuello y a las marcas que el demonio me había dejado el día que nos besamos. No dijo nada y yo tampoco.
— Ey, Nicole — me saludó, mientras se acercaba a mí con los brazos abiertos para darme un abrazo cálido y envolverme con su olor característico, a libro y café— no te veo desde hace muchísimo tiempo
— Creo que... desde que me llevé a mi casa el libro de brujería — respondí recordando aquel día algunos meses atrás — Si... solo que mi mamá... falleció — le expliqué, con la voz notablemente temblorosa — y ya no voy a la escuela presencialmente
La mujer de pelo gris se quedó en silencio, supongo que mi confesión la había tomado desprevenida y no sabía que decirme, solo apretó el abrazo y me sostuvo durante un momento
— Lo... siento mucho, hija... es tristísimo lo que me estás contando... — susurró pausadamente — deberías de haberme buscado, yo podría haberte acompañado en el proceso...
Me separé secándome las lagrimas que no me había percatado que caían por mis mejillas. Le sonreí, y ella volvió a abrazarme, mostrándome el apoyo que tanto necesitaba.
— ¿Y qué te trae por estoy lados en un día como hoy, Nicole? hace frío para que estés afuera así de desabrigada — consultó con voz suave y cuidadosa, como si no quisiera perturbar mi estado emocional — no solo viniste a contarme sobre... todo esto, ¿verdad?
Me encogí de hombros, sintiendo un poco de alivio al cambiar de tema.
— En realidad, vine a encontrarme con alguien — respondí, dando un largo suspiro que pareció liberar un poco de la tensión que había acumulado — Uriel me pidió que nos encontráramos en el café de enfrente.
Andrea frunció el ceño, recordando al chico que años antes también me acompañaba a buscar mis libros en ese lugar.
— ¿Uriel? ¿tu ex? — preguntó, reflejando la sorpresa en su voz — ¿él no estaba en...
— Canadá — agregué completando la frase y sintiendo un poco de nerviosismo al hablar sobre él. — llegó hace unos días y me dijo que quería verme.
La mujer hizo una mueca de disgusto, reflejando su desaprobación.
— Ni siquiera se despidió cuando se fue — exclamó, indignada — ¿cómo le da la cara para pedirte que se vean?
Su pregunta fue como un golpe, recordándome el dolor y la confusión que había sentido cuando él se fue sin decir nada.
Pasaron los minutos, y el café de enfrente comenzó a llenarse de gente. Yo me quedé sentada en la librería, esperando a que Uriel llegara. Pero los minutos se convirtieron en horas, y él nunca apareció.
Comencé a sentirme nerviosa y frustrada. Saqué mi teléfono y marqué el número del masculino. Sonó varias veces, pero él no contestó. Dejé un mensaje de voz, esperando que él me llamara de vuelta.
—Holi — hice una pausa para suspirar — estoy en el café de enfrente de la librería, como habíamos acordado. ¿dónde estás?... llamame cuando puedas.
Pero nunca me llamó. Pasaron más minutos, y yo seguí esperando. Volví a llamarlo, y dejé otro mensaje.
— Me estoy empezando a preocupar... ¿te pasó algo? por favor, llámame
Pero el silencio fue la única respuesta que recibí. Comencé a sentirme enfadada y herida. ¿Por qué me había pedido que nos encontráramos si no iba a aparecer? ¿Qué había pasado?
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este capítulo se hizo largo pero ya en el próximo sí hay sexo JAJAJAJA (se necesitaba este contexto antes)