17 - 𝔣𝔞𝔠𝔱𝔬𝔰

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Estaba de pie en el salón de mi casa, mi vestido verde esmeralda estaba manchado de sangre... la sangre de un hombre, que yacía muerto frente a mí.

Una mujer estaba de pie frente a mí, y tenía el rostro distorsionado por la ira a la vez que lloraba señalando al que había sido su esposo por años. Me hablaba, pero no podía escuchar lo que decía. Sus palabras eran un zumbido ininteligible en mis oídos.

De repente, su cuerpo inmóvil se desplomo hacia adelante, y su cabeza golpeo el suelo con un sonido sordo. Sus grandes ojos marrones llenos de rabia perdieron cualquier señal de vida, y posteriormente, una mancha oscura se extendió por el suelo, causada por el hombre que estaba detrás de ella con aquella brillante espada, ahora manchada de la sangre de esas personas, en la mano.

Me desperté con un grito ahogado en mi garganta, llorando desconsoladamente y con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. La oscuridad de mi habitación me envolvió instantáneamente y por un momento, no supe dónde estaba ni qué había pasado. Pero luego, la memoria volvió a mí, y recordé con claridad aquella visión de esas personas muriendo frente a mi.

— ¿Por qué lloras? — indagó Mateo, apareciendo sorpresivamente frente a mi cama. Su voz era baja y suave, pero había una nota de preocupación en ella que me hizo sentir un poco más tranquila.

Estaba en su forma humana. Tenía el torso desnudo, un pantalón negro largo y los rulos más despeinados de lo normal.

Pude notar que tenía una marca de beso en el cuello, unos cuantos signos de uñas clavadas y también algunos rasguños. A pesar de eso, su mirada era intensa y preocupada, así que se acercó a mí con una suavidad que no era característica de él.

— ¿Dónde estabas? — dude sacando mi rostro

— Estaba... atendiendo algunas cosas — respondió, para luego carraspear. No me dio más detalles, y yo no insistí, ya que era algo más que obvio — ¿por que llorabas? — repitió

Tuve un sueño malo, nada más — conteste llevándome las rodillas al pecho

— ¿Queres hablar sobre eso? — indagó moviéndose con suavidad, y destapándome con cuidado para sentarse a mi lado.

Su mirada se desplazó sobre mí, y se detuvo en la remera oversize y la tanga de color negro que traía puesta. Levantó una ceja, dejando la vista fija en mí, como si estuviera absorbiendo cada detalle de mi cuerpo.

— Que hija de puta — se quejó riéndose levemente — deja, no me acuesto nada con vos

Mi rostro aumentó su temperatura inmediatamente. En realidad todo mi cuerpo lo hizo.

— ¿P... por qué decís eso? — titubee sin quitar la vista de Mateo, cuyos ojos parecían haberse vuelto aún más oscuros y profundos en la penumbra de la habitación. El aire parecía vibrar con la tensión entre nosotros, y mi corazón latía pesadamente.

El ojimarrón se acostó por encima de las sábanas, colocando ambas manos por detrás de la nuca. Su postura era relajada, todo lo contrario a la forma intensa en la que me observaba.

— Porque me estás matando — respondió en voz baja y ronca, haciendo que mi piel se erizara y varias partes de mi cuerpo palpitaran — no puedo evitar mirarte, boluda, sos... — se detuvo, como si no supiera cómo continuar, y su mirada se desplazó por mi rostro, como si estuviera buscando la palabra perfecta. — hipnotizante

𝐏𝐄𝐑𝐅𝐔𝐌𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora