Me desperté en medio de la noche, sintiendo un frío helado que me recorría la espalda. La oscuridad era total, solo interrumpida por la luz de la luna que se colaba por las ventanas, iluminándome a mi y al morocho que me acompañaba, que curiosamente, tenía su brazo rodeando mi abdomen, y su mano descansando suavemente en mi cadera.
Me senté en la cama y miré a mi alrededor, intentando ubicarme en la oscuridad. La habitación estaba en silencio, excepto por el sonido de la lluvia que caía afuera con un ritmo constante y monótono. El aire estaba lleno de la esencia fresca de la lluvia, pero también había un toque de humedad que me hacía sentir a gusto.
Me di cuenta de que la ventana estaba abierta, y la lluvia que caía afuera estaba entrando en mi habitación, creando un charco de agua en el suelo. Sin hacer mucho ruido, me levanté de la cama y me dirigí hacia la ventana para cerrarla. Pero justo cuando estaba a punto de llegar a la ventana, escuché la voz de Mateo detrás de mí.
— ¿Adónde vas? — preguntó, en voz baja y ronca
Me di la vuelta y lo miré, notando que estaba con el brazo estirado, tocando la zona donde yo estaba acostada segundos antes. La luz de la luna se filtraba a través de la ventana, iluminando su rostro y haciendo que sus ojos brillaran en la oscuridad.
— Solo voy a cerrar la ventana— le dije en voz baja— está lloviendo y hace frío... tranqui, no me voy a ningún lado
Él se rió y se sentó en la cama, colocando sus manos detrás de la nuca.
— Más te valía — exclamó observando mis movimientos con mucha concentración — apúrate que me está dando frío
Seque el agua del suelo y luego volví a la cama, donde Mateo me abrazó posicionándome, acostada, sobre su cuerpo.
— Pero si estas ardiendo, mentiroso — chasquee la lengua y él me abrazó más fuerte, permitiéndome notar su cuerpo cálido y firme debajo del mío — puras excusas
Luego, sin decir una palabra, metió sus manos por debajo de mi remera, acariciando mi espalda con un tacto suave pero firme. Sus dedos se hundieron en mi piel, aplicando una presión suave, como si estuviera dándome un masaje lento y sensual, que relajaba mis músculos y me daba un placer intenso.
— ¿Es un montón si te digo que dejes de hacer eso porqu...
— Te calentas — me interrumpió, deteniéndose por un momento para mirarme con una expresión curiosa. Luego, movió sus manos hacia abajo, acariciando suavemente mi cadera y mis glúteos — me doy cuenta... aunque no me lo digas... ¿que queres que haga? ¿paro o no?
Negué lentamente con la cabeza y Mateo sonrió ampliamente. Acto seguido, me giró, colocándome debajo de él pero boca arriba, y se me tiro encima.
— Dios, que tortura es esto — me quejé tragando saliva
— ¿Qué queres, Nicole? — pregunto dejando pequeñas mordidas en mi cuello — necesito que me des tu... consentimiento
— Quiero que me toques... — susurre enredando mis dedos en sus rulos — o no se, lo que vos quieras, pero basta de estos jueguitos
— ¿Te molesta si te dejo marcas? — consultó empezando, lentamente, a levantarme la remera
— Me gusta que me marquen — respondí, observando cómo su expresión cambiaba y tensaba la mandíbula
— No me importa saber quien lo hizo antes... — hizo una mueca con los labios acercándose al piercing de mi ombligo y rozándolo con su lengua — pero a partir de ahora solo lo hago yo... ¿estamos, morocha?
Me sentí un poco mareada por la intensidad de su mirada y la forma en que su voz me hacía sentir. Asentí lentamente con la cabeza, sintiendo que mi corazón latía con fuerza en mi pecho, entonces el ojimarron sonrió y acercó su rostro al mío. Me tense inmediatamente, pensando que iba a besarme, pero en lugar de eso, solo rozó sus labios con los míos. Fue un contacto suave y ligero, pero me hizo sentir un estremecimiento en todo el cuerpo.
Bajo nuevamente, dejando pequeñas mordidas por mi cuello, pero al llegar a mi pecho se detuvo y, sin previo aviso, terminó de sacarme la remera.
Mi espalda se arqueó al sentir que su lengua tuvo contacto con uno de mis pezones, y Mateo aprovecho esto para colocarse entre medio de mis piernas.
— Menos mal que me odiabas... que no me querías ni ver — dijo riéndose mientras pasaba su mano lentamente por encima de mi bombacha
Sabía a qué se refería. Y por eso mismo me sonroje.
Justo en ese momento, el silencio de la habitación se rompió con el sonido insistente de mi celular. Dude por algunos segundos si agarrarlo o no, y cuando lo hice, mi corazón se aceleró un poco al ver el nombre de Uriel en la pantalla.
Me sentí un poco abrumada por la situación, y mi mirada se cruzó con la de Mateo, que me estaba observando con una expresión intensa.
— ¿Quién es Uriel?
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chicas, algo q me gustaría q sepan, es q las escenas sexuales van a ser cochinas a otro nivel JAJAJAJ (pero q les van a gustar, se los prometo)