Mateo no me seguía a todo lados porque, por alguna razón que no quiso contarme, solo podía estar en mi casa.
De todas maneras era un alivio. La gente iba a pensar que era una rara que escuchaba voces o que hablaba con la nada misma.
— ¿Pac? — llame a mi gato apenas cruce la puerta de entrada de mi hogar — llegué
— ¿Sabías que los gatos negros son medios que usan las brujas para comunicarse con fuerzas como yo? — dijo Mateo provocando que me sobresaltara
Estaba parado en el medio de la sala y Pac estaba sobre su hombro lamiéndose una pata.
— Dame a mi gato, Mateo — le pedí intentando agarrarlo
— Háblame con más respeto, nena — chasqueó la lengua mirándome con aires de superioridad — sos poderosa pero no mejor que yo.
Asintió con la cabeza mirando a Pac, y este bajó al suelo, posicionándose frente a mis pies.
— Ah, y otra cosa... hay una mujer congelada en tu habitación — dijo, sonriendo ampliamente.
Fruncí el ceño confundida y me dirigí al dormitorio, seguida por el morocho.
— ¿Qué mujer? — pregunté
Al entrar, vi a mi mamá congelada en el centro de la habitación. Sostenía un peluche en su mano izquierda y tenía una expresión de horror en su rostro.
— ¿Ma? — la llamé, pero no respondió — pero... ¿cómo...
— Todo el mundo puede verme, Hija de la Luna Roja, ella no es la excepción.
— No, ¿cómo pasó esto?
Mateo se encogió de hombros.
— No sabía quién era, empezó a gritar como una loca y quiso pegarme con eso — explicó, como si fuera la cosa más normal del mundo, mientras me señalaba el peluche
— ¿Y por qué está así? — pregunté, intentando mantener la calma.
Él se rió.
—Te voy a ser sincero — se poso frente a mi mamá y empezó a analizar sus uñas, sin dejar de hablarme con aquel tono burlesco que ya comenzaba a detestar— la iba a matar en vez de congelarla... pero después conecté dos neuronas y se me ocurrió que podían ser familia así que solo pare el tiempo — chasqueo la lengua — fue muy humano de mi parte, cosa que es irónico porque yo humano no soy
— ¿La ibas a matar? — consulte, aterrada, tragando saliva
— Y si la hubieras visto — largo una carcajada — cuando me acerqué empezó a rezar
Lo mire totalmente desconcertada y sintiendo como mi corazón latía con fuerza. ¿Cómo podía reírse de algo así? ¿Cómo podía ser tan insensible?
— Sos un monstruo — exclame en voz baja — y un pelotudo insensible
El morocho se rió de nuevo, sin dejar de analizar las uñas de mi mamá.
— Sí, algo así — contestó sin siquiera mirarme.
— ¿Por qué no la mataste? — consulte notando como mi voz temblaba un poco — si tan poco te importa la vida de los demás
Mateo se encogió de hombros.
— Hubiese estado bueno la verdad. pero quiero ver qué pasa si la dejo vivir — hizo una mueca — además, ángel no soy para estarme preocupando por la vida de los demás