27 - 𝔢𝔩 𝔦𝔫𝔣𝔦𝔢𝔯𝔫𝔬 𝔢𝔵𝔦𝔰𝔱𝔢 (𝔶 𝔢𝔰 𝔲𝔫 𝔪𝔬𝔯𝔬𝔠𝔥𝔬 𝔠𝔬𝔫 𝔯𝔲𝔩𝔬𝔰)

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mateo's pov:

— ¿Todavía no te moriste? — chasquee la lengua mientras caminaba lentamente hacia Uriel, que estaba encadenado de cabeza, con la espalda contra la pared de piedra fría y húmeda. La luz de las velas que iluminaban la habitación oscurecida dejaba ver su rostro desfigurado por mis golpes además de la cantidad de cortes que seguro le dejarían cicatrices.

Me agaché frente a él, sintiendo una oleada de rabia y desprecio hacia el humano que se había atrevido a tocar a Nicole. Lo agarré del pelo con fuerza, mientras escuchaba su tos débil. Su mirada se encontró con la mía, y por un momento, vi un destello de miedo en sus ojos.

— ¿Sabes por qué estás en este lugar, Uriel? — pregunté, en voz baja y amenazante, mientras me inclinaba hacia adelante — ¿sabes cuál es la razón por la que estás así?

El castaño tragó saliva con dificultad antes de responder en un tono de voz que apenas se oía:

— Por... por la loca esa.

Al escucharlo, lo agarre del cuello y lo presione con fuerza, clavándole las uñas y haciéndolo gritar. Su cuerpo se retorció de dolor mientras trataba de zafarse de mi agarre.

Repito la pregunta y te convendría pensar bien lo que me vas a decir... ¿sabes cuál es la razón por la que estás así? — consulté sin soltarlo, con un tono aún más bajo y amenazante

Uriel logró articular una respuesta pausadamente:

— Por... Nicole.

Lo solté finalmente, luego me paré, rompí la cadena que lo mantenía suspendido y lo observé desplomarse, respirando alterado.

— Muy bien eh, nos estamos... entendiendo — dije, mientras me recostaba en la silla que estaba frente a él.

Mi mirada se dirigió a su brazo derecho, y se detuvo en la extremidad que le faltaba porque yo se la había cortado. Él siguió mi mirada, y su rostro se distorsionó de dolor y miedo.

— ¿Qué sos? — indagó observándome completamente aterrado

Soy alguien que te puede hacer sufrir... mas de lo que imaginas — conteste, riendo de forma sutil — pero me subestimas

— Solo estás obsesionado con ella — trago saliva arrugando la nariz con asco.

Puede ser... — reconocí subiendo y bajando los hombros — pero acá no estamos para hablar de mí... si no de vos, Uriel Santiago Díaz

El ojimarron se estremeció al escuchar su nombre completo, desviando la mirada a su alrededor buscando una escapatoria.

— ¿Cómo sabes cómo me llamo? — indagó, intentando retroceder pero gritando cuando la herida tuvo contacto con el suelo

Sé muchas cosas... como por ejemplo, que tu tiempo en este plano se está... acabando — chasquee las lengua disfrutando y alimentándome del miedo que sentía la persona frente a mi

— No me mates... hago lo que sea — suplicó, comenzando a llorar desconsoladamente, su cuerpo sacudido por sollozos.

Me miré las uñas, mientras me encogía de hombros de nuevo. Luego, me acerqué a él y le palmee el hombro dos veces, mi gesto parecía amistoso, pero mi mirada era fría como el hielo mismo.

— Te voy a dar... una sola oportunidad más — le propuse en voz baja y suave, pero con un tono de advertencia implícita — no es un problema para mí desaparecerte... — pausé, mientras lo miraba fijamente — pero supongo que, que te haya cortado la mano, con la que te atreviste a agarrarla, te sirvió para aprender que no tenés que andar de mano larga con Nicole, ¿o no?

Uriel se estremeció al recordar la dolorosa lección que había aprendido. Su mirada se desvió hacia el muñón de su brazo, y su rostro se distorsionó.

— Sí... sí, lo aprendí — respondió asintiendo con la cabeza.

Le sonreí fría y cruelmente.

Excelente — exclame, mientras me daba la vuelta para irme — entonces, quiero que vayas y de rodillas le pidas perdón a ella... después, te tomas el palo y no me traes más problemas... porque estás situaciones me estresan

Me di la vuelta y me dirigí hacia la puerta, dejándola abierta detrás de mí. La noche en el campo era oscura y silenciosa, solo interrumpida por el canto ocasional de un grillo o el susurro de las hojas de los árboles que se mecían suavemente en la brisa.

La luz de la luna se filtraba a través de las ramas y las hojas, dibujando figuras fantasmagóricas en el suelo. El bosque que nos rodeaba era denso y oscuro, con árboles altos y retorcidos que parecían tener vida propia. La hierba que cubría el suelo era alta y húmeda, y el aire estaba lleno del olor a tierra y vegetación.

La casa en la que habíamos estado era una antigua cabaña de madera, con un techo de paja y ventanas pequeñas que parecían estar siempre cerradas. Estaba rodeada de un jardín descuidado, con flores silvestres que crecían entre las piedras y los arbustos.

Me detuve en la puerta y me volví hacia el masculino, que seguía sentado en el suelo, mirándome con una mezcla de miedo y desesperación. Sabía que no podría llegar muy lejos en su estado, pero también sabía que no podía quedarse ahí. La puerta abierta era una invitación a que se fuera, a que intentara escapar de su destino.

Dudaba que fuese a encontrar ayuda en el lugar donde estábamos. Unos pocos cientos de kilómetros nos separaban de la casa de Nicole, así que si sobrevivía, era de milagro.

Nos vemos, Uriel — me despedí, hablando en un tono un poco divertido — si es que... sobrevivís

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créanme cuando les diga q Mateo esta loquito loquito

𝐏𝐄𝐑𝐅𝐔𝐌𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora