La oscuridad y el silencio me envolvieron incómodamente al ingresar al hogar de Nicole e inmediatamente me di cuenta de que algo no estaba bien. La casa parecía vacía, pero no era solo la ausencia de ella lo que me mantenía alerta. Era algo más.
De repente, capté un olor fuerte y característico de una criatura que encontraría en un cementerio. Un olor a azufre y descomposición que me hizo arrugar la nariz.
Las almas en pena. Solo ellas podían dejar un olor tan intenso y desagradable.
Me acerqué al centro de la sala, intentando hallar algún rastro de la ojiverde o de lo que había pasado, encontrando en el piso, una marca brillante y fotoluminiscente, cubierta por una especie de baba que parecía haber sido dejada por algo que se había transportado de un lugar a otro y que solo podía ser vista por seres sobrenaturales como yo.
— Te dejó solo cinco minutos y ya te agarraron de las patas — susurre, en un tono divertido — ¿adonde te metiste?
Recorrí la casa de arriba a abajo, buscando algún indicio de donde se pudieron haber llevado a la morocha, hasta que llegue al patio, deteniéndome en seco al observar la escena que se desarrollaba bajo el árbol.
Nicole estaba flotando por sobre unos pocos centímetros del suelo. La piel le brillaba intensamente de color blanco, como si estuviera siendo iluminada desde dentro. Tenía ambas manos extendidas hacia las almas en pena que estaban frente a ella, iluminándolas levemente con una luz suave y etérea.
— Así que descubriste cómo controlarlas... muy bien — chasqueé la lengua, satisfecho por lo rápido que ella había aprendido
El aire estaba cargado de una energía mágica, que podía sentir en la piel. Era como si la atmósfera misma estuviera vibrando con el poder de Nicole. Me apoyé en el marco de la puerta, observando la escena con incredulidad.
— Abstergo animas, abscindo tenebras — dijo, con voz firme y segura logrando que las almas en pena comenzaran a retroceder, como si estuvieran siendo empujadas por una fuerza invisible
El sonido de sus palabras era como una melodía, que parecía resonar en mi propio corazón. Me sentí orgulloso de Nicole, que parecía tener todo bajo control. No necesitaba mi ayuda, no necesitaba que la salvara. Era fuerte, era poderosa, y estaba manejando la situación con habilidad.
Le di una última mirada rápida y subí a su habitación a recostarme en su cama.
Torturar a Uriel había sido agotador.
[...]
— ¿En qué momento llegaste? — consultó la ojiverde apareciendo en su cuarto, recién bañada, después de 30 minutos. Su cabello mojado caía en mechones sueltos por su espalda, y su piel radiante brillaba con una suavidad que me hizo tragar saliva — ni siquiera te escuché — agregó
—Estabas ocupada, Hija de la Luna Roja — extendí los brazos imitándola, intentando contener una sonrisa — lo hiciste bien... por cierto
— Me da miedo este nuevo Mateo que me tira halagos — levantó una ceja mientras se secaba el pelo con la toalla con una mirada juguetona me hizo sentir un cosquilleo en el estómago — creo que nunca me voy a acostumbrar
— Al menos podrías haberme dicho gracias — exclamé, jugando con el peluche que ella siempre tenía sobre su cama — humana maleducada
Se acercó riendo y dejó un corto beso en mi frente, que envió una especie de electricidad al resto de mi cuerpo. Me sentía atraído por ella, y su cercanía me hacía sentir vivo. Me gustaba la forma en que se reía, la forma en que se movía, y la forma en que me miraba.
Pero no estaba seguro de qué significaba todo eso para mí.
— Gracias por esos halagos raritos... los tengo que valorar si vienen de vos — bromeó, colocándose desodorante — aunque esté no fue del todo así
Seguí sus movimientos hipnotizado, sin poder apartar mis ojos de ella. La forma en que se movía con gracia y confianza, la forma en que sonreía y se reía, todo me parecía fascinante. Me sentía como si estuviera bajo uno de sus hechizos, y no podía hacer nada para romperlo.
— ¿Vas a dejar de mirarme como un psicopata en algún momento? — consultó la ojiverde abriendo la ventana para que la habitación se ventilara, y haciendo que su pelo se moviera sutilmente gracias a la brisa nocturna.
— Yo... no te est... ¿porqué tenes el atrevimiento de suponer esas cosas? — pregunte fingiendo indignación — es un privilegio que alguien como yo te mire... y no lo tenes
— Ajá — exclamó para luego reír — voy a decirte que si solo para que pienses que te creo
Se acercó a la cama, y yo me hice a un lado para dejarle su espacio.
— ¿Te acordas de las reglas que pusimos hace mucho? — indagó parándose frente a mi y dejándome ver su rostro, confundido, sutilmente iluminado por la luz de la luna — vos pusiste una que era específicamente para mi
— ¿La de que no te podías enamorar? — consulte mirando al techo, con las manos debajo de la nuca — ¿que tiene?
— Vos... la rompiste — jugueteó con sus dedos, nerviosa
— Me atraes, pero... no estoy enamorado de vos — le aclaré siéndole sincero — así que, técnicamente no la rompí... además, como dijiste, la regla es solo para vos
— ¿Porque sólo para mi? — frunció el ceño, sentándose en la cama con las piernas cruzadas
Chasquee la lengua, desviando la mirada hacia los grandes ojos verdes que me observaban curiosos.
— Porque yo no pierdo nada si me enamoro de vos... pero en tu caso, perderías más de lo que pensas y eso no está tan bueno
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q te haces el misterioso wachin