Día 27: Luego de una Pesadilla.

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Risas arrogantes, oscuridad por doquier, hombres y mujeres con capuchas negras, llevaban mascaras que impedían ver quiénes eran.

En un trono de huego estaba aquel hombre o ser, vestido con una larga túnica de color negro, no podía verse su rostro, tenía una capucha negra, y en su mano una varita que parecía hecha de hueso.

Risas llenaron el salón, oscuro, y luego una luz alumbro, de rodillas, con las manos atadas en la espalda, su rostro demacrado, y piel pálida, cabello oscuro en bucles, un hombre miraba al suelo, rendido, humillado y derrotado.

Todos los presentes reían, y de pronto el señor en el trono hizo un ademan, invitando a dos de sus seguidores a levantar sus varitas contra aquel. Uno joven, que se sacó la capucha y la máscara, tan idéntico a aquel, tan distinto de igual manera, sus ojos carentes de toda emoción. La mujer se sacó la capucha y la máscara, era alta, esbelta, de cabello negro y grandes cejas, levantaba su varita en alto, y señalaba con una sonrisa arrogante.

Miro apesadumbrado, sin nada poder hacer, ocultando sus expresiones tras una máscara blanca carente de facciones, y una capucha que cubría por completo su cabeza.

— Sirius Black — dijo la voz de aquel señor, quien jugaba con su varita en las manos —. El terrible error de la familia Black, traidor a la sangre, pro-Muggles, parte de la orden del fénix, seguidor del acabado Albus Dumbledore, un enemigo de nosotros, es ahora el momento de volver el honor a la familia Black, y demostrar que sucede con aquellos que se enfrenta ante mí, querida Bellatrix, querido Regulus...hagan los honores

"Crucio"

— No — grito

— Verus...Verus — escucho una voz lejana, una mano contra su pecho, y pronto la luz alumbro la habitación.

Estaba en la habitación de Sirius, en la casa de Sirius, en la cama de Sirius, vestido con su pijama de color negro y verde que cubría todo su cuerpo. A cada lado de la cama había dos mesas de noche, con dos lámparas que alumbraran toda la habitación en ese momento, y en frente estaba una cajonera, sobre ella había un enorme espejo, y se miró, agitado, sudado, intentando volver a recobrar su respiración.

A su lado estaba su novio, vestido solo con un pantalón deportivo desteñido, con el pecho descubierto, y su mano contra su pecho. Su novio lo estaba tranquilizando.

Se volvió a recostar, mirando a su lado a su novio, a Sirius, aquel que vio en aquel sueño tan vivido siendo torturado, quizás a punto de ser asesinado. Un sueño que era su peor temor.

Sirius, por lo contrario, quizás no comprendía aquella pesadilla, ni siquiera le pregunto, solo se levantó para poco después ir a la cocina y fue por una taza de té.

— Solo fue una pesadilla, todo estará bien — le dijo esbozando una amable sonrisa —. Vamos, toma un poco, es ese té calmante.

Solo asintió, tomando la taza de té, sin decir más nada, una de las razones por las que amaba a Sirius, el no preguntaba, él estaba ahí y es lo único que necesitaba, que después de una pesadilla el estuviera allí. 

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