"En un jardín donde los sueños florecen,
Camino solo, buscando tus huellas.
Las estrellas susurran tu nombre,
Y el viento lleva mi amor a donde tú estés.
Las mariposas danzan en un vaivén,
Mientras mi corazón late por lo que vendrá.
En cada hoja, en cada rayo de sol,
Siento que un día, al fin, te encontraré."
Había una vez un pequeño pueblo rodeado de montañas, donde se decía que un puente mágico conectaba el mundo de los sueños con la realidad. Este puente antiguo, construido con piedras gastadas por el tiempo, se extendía sobre un río que parecía murmurar historias cada noche. Los habitantes, aunque incrédulos a veces, mantenían la tradición de cruzarlo y susurrar sus deseos al viento. Decían que el puente era un portal, una especie de camino que llevaba sus anhelos al otro lado del universo, donde esperaban que alguna vez un eco de sus palabras encontrara respuesta.
Entre ellos, ella cruzaba el puente cada noche. Con el corazón lleno de sueños y ojos brillantes, se detenía justo en el centro, donde el agua reflejaba el cielo estrellado, y cerraba los ojos. En su mente, imaginaba una vida junto a esa persona que aún no había llegado, pero que sentía tan real como su propia existencia. Se veía paseando de la mano por campos de flores silvestres, riendo de cosas sin importancia, compartiendo pequeños secretos que solo ellos entenderían. Imaginaba noches de verano, tendidos bajo el cielo, hablando de todo y de nada, y sentía cómo el latido de su corazón se sincronizaba con el de esa persona que, aunque aún desconocida, ya habitaba en sus sueños.
Con el paso del tiempo, el ritual de cruzar el puente se volvió más que una simple rutina. Se convirtió en una promesa que hacía al universo y a sí misma. Cada cruce era un acto de fe en que, aunque sus caminos aún no se habían cruzado, cada paso que daba la acercaba a ese amor que tanto anhelaba. En las noches más frías y solitarias, cuando el viento helado le cortaba el rostro, se preguntaba si también él estaría en algún lugar del mundo, imaginándola, buscándola en el silencio de la noche.
Una de esas noches, mientras el viento soplaba más fuerte de lo habitual y las estrellas parecían iluminar el cielo con un brillo especial, ella notó algo diferente. Al final del puente, una luz suave brillaba en la penumbra. Era pequeña y sutil, como si fuera el destello de una estrella caída o una luciérnaga perdida en la oscuridad, pero le pareció tan mágica que sintió que su corazón se detenía por un instante. En ese momento, supo que esa luz era algo más que un simple fenómeno; era una señal, un indicio de que sus deseos habían sido escuchados.
Sintió una conexión tan profunda que su pecho se llenó de una calidez inexplicable. Era como si el universo le estuviera diciendo que su espera no había sido en vano, que aquella persona existía en algún lugar, y que también soñaba con ella. Desde ese momento, cada cruce del puente se volvió un ritual aún más significativo, un compromiso silencioso entre ella y el amor que aún no había llegado.
Y así, noche tras noche, volvió al puente con la certeza de que, algún día, sus caminos se encontrarían. Sabía que en algún lugar, esa otra alma estaba esperando, y aunque no sabía cuándo ni cómo, sentía que el destino uniría sus vidas en una historia que desafiaría el tiempo y el espacio. Porque al final, estaba convencida de que el verdadero amor siempre encuentra la manera de vencer cualquier distancia, de cruzar cualquier puente, aunque sea en un mundo más allá del que conocemos.
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Para ti, que aún no llegas
RomanceEn un rincón del universo, hay almas destinadas a encontrarse, pero no siempre en el mismo tiempo o espacio. Este libro recoge historias y poemas escritos para alguien que aún no ha llegado, pero cuya presencia se siente en cada palabra. Desde susur...