Susurros en la Ausencia

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"Te dije lo que sentía,

Con el corazón en la mano,

Sin esperar que tus palabras

Fueran un eco de mis propios deseos.

Era un desahogo,

Una necesidad,

Una forma de liberar

Las cadenas de mi alma.

No pensé que eso nos llevaría

A este vacío ensordecedor,

Donde tus ojos ya no buscan los míos,

Y nuestras risas se desvanecen

Como sombras en la noche.

Sin interacción, sin habla,

Solo un abismo entre nosotros,

Un espacio que no se llena

Ni con los recuerdos más dulces.

Pero respeto tu decisión,

Aunque el peso de la ausencia

Se siente como una losa en mi pecho.

No quise atarte a mis sentimientos,

No quise ser la tormenta

Que interrumpe tu calma.

Así que aquí estoy,

En esta quietud compartida,

Sintiéndome como un susurro

En el viento,

Un eco perdido

En un mar de soledad."

Te dije lo que sentía, y al hacerlo, creí que al menos podría liberarme de ese peso que me oprimía el corazón. No buscaba una respuesta, ni un abrazo que sellara mis sentimientos, solo necesitaba soltar esas palabras que llevaban tiempo atrapadas en mi interior. En mi mente, pensaba que la honestidad era el camino hacia la paz, pero lo que no anticipé fue que esa sinceridad nos llevaría a un silencio que parece eterno.

Después de confesar mis sentimientos, observé cómo el aire entre nosotros se volvía denso, casi palpable. Cada encuentro se tornó incómodo, cada mirada se desvió, y las conversaciones que solían fluir con facilidad se transformaron en un eco sordo. Lo que alguna vez fue un lugar de risas y confidencias se convirtió en un terreno lleno de tabúes, donde nuestras palabras parecían temer tocar temas que podrían reabrir viejas heridas.

No sabía que, al abrir mi corazón, también estaba abriendo la puerta a una distancia que no habíamos previsto. Al principio, intenté ignorar el vacío, convencido de que el tiempo podría sanar las cosas. Pero el tiempo se convirtió en un compañero silencioso que observaba cómo nuestras interacciones se esfumaban, dejando solo un rastro de lo que una vez fuimos.

El silencio comenzó a convertirse en nuestro idioma. Se tornó tan familiar que podía reconocerlo incluso en los momentos más cotidianos. Un "hola" que no se decía, una sonrisa que no se compartía, y una conexión que se había convertido en un espejismo. Era como si estuviéramos atrapados en un juego de ajedrez, donde cada movimiento debía ser calculado, y el temor a perder era más grande que el deseo de ganar.

Y sin embargo, en medio de esta calma tensa, nunca dejé de respetar tu decisión. Sabía que a veces el amor no es suficiente para mantener a dos personas unidas. Que las emociones, aunque intensas, pueden ser un peso demasiado grande para llevar. Así que, aunque mi corazón anhelaba la interacción, acepté que a veces el silencio es lo único que queda.

La vida siguió su curso, y aunque el eco de nuestras palabras se desvaneció, los recuerdos perduraron. Respetar tu decisión se convirtió en un acto de amor, una forma de honrar lo que alguna vez tuvimos. Pero en las noches solitarias, cuando el silencio se siente más pesado, a veces me pregunto si las palabras nunca dichas habrían cambiado nuestro destino.

Y así, sigo aquí, navegando por este silencio compartido, recordando los momentos que fueron y los que pudieron ser. Porque aunque haya elegido respetar tu decisión, el eco de lo que sentía nunca se apaga por completo.

Para ti, que aún no llegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora