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- Jefe, creo que ya es hora de volver.- dijo Quinn mirando el reloj en su brazalete. - No pienso perderme la pizza casera de mamá.- susurró ella en mi oído.

- Está bien, tomen sus cosas y vuelvan a casa. Mañana quiero verlos aquí a la misma hora de siempre, y más les vale no llegar tarde, ¿quedó claro?- respondió Volt.

- Sí, señor.- dijimos al unísono antes de separarnos y bajar por las escaleras de emergencia hacia la sala que conectaba todos los pasillos de Blood Moon.

Salí de mi habitación con ropa cómoda y deportiva; me sentía liviano sin los guantes y las armas crónicas en cada bolsillo. Podía escuchar el ruido de los miembros del grupo caminando por los pasillos, entrando y saliendo de sus habitaciones, preparándose para volver a casa. Caminé por la sala hasta llegar al ventanal de vidrio polarizado, donde podía ver el reflejo de las estrellas en los edificios y los autos voladores recorriendo la Ciudad Imperial.

- ¿Volviste tan pronto de tus vacaciones?-.

- Te extrañaba demasiado como para quedarme un día más en la playa.- bromeé.

Giré la cabeza para encontrarme con los ojos rosados de Astrid; su cabello blanco caía sobre sus hombros, y mi respiración se entrecortó cuando mostró la más dulce de las sonrisas.

- Me halaga, señor Harris.- rió suavemente, acomodándose para quedar a mi lado, apoyada en la baranda del ventanal con los brazos cruzados.

- ¿Desde cuándo me llama por mi apellido, señorita Van Hill?-. Acerqué disimuladamente mi mano a la suya, y acaricié sus pálidos nudillos.

- Nosotros también te extrañamos.- murmuró y apoyó su mano en mi hombro con gentileza.

El teléfono vibró dentro de su bolso y Astrid leyó el mensaje tan rápido como pudo.

- Lo siento, Klay, debo irme, mi hermana salió antes del trabajo hoy, así que cenaremos todos juntos.-.

- Es una gran noticia.- sonreí.

¿Le pregunto?

- Sí, emm... supongo que nos veremos mañana.-.

Está a punto de irse a casa, ¡solo dilo!

- A-amm... Astrid...- titubeé.

- ¿Sí?-.

- Que... que llegues bien a casa.-.

- Gracias, igualmente, Klay.- dijo con una sonrisa antes de irse.

Solté un suspiro.

- Pero que idiota.- susurré, apoyando la cabeza con fuerza contra el ventanal. Nunca podré decirle nada si me mira con esos ojos tan brillantes como la Ciudad Imperial en la noche más oscura.

- Oh, Klay, olvidé decirte algo -. Su rostro reapareció en el marco de la puerta. - Yo también te extrañé.- sonrió.

Podía escuchar sus pasos saliendo del pasillo, ¿o acaso era mi corazón retumbando tan fuerte como un tambor?

Sonreí. Que bueno es estar de vuelta en casa.

Tenebris: del otro lado del lagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora