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Cuando estuve lo suficientemente lejos de todo, me senté en el borde del edificio en el que había aterrizado, mirando los asteroides que rodeaban a Urano y las estrellas que llenaban el cielo; pero esta vez... sola. O al menos eso creía.

- ¿Qué haces aquí?-. Una voz suave me habló, haciendo que saque un cuchillo crónico del cinturón; la figura de una chica mayor que yo, con el pelo tan blanco como el papel y un traje, como los que usábamos en Tenebris, gris con detalles rosados, se acercó con calma.

- Tranquila, no voy a hacerte daño- susurró. - yo también soy parte de Tenebris, te ví con los demás del grupo hace rato.-. Suspiré y guardé el cuchillo.

- Solo... vine a despejarme un rato.-.

- Las personas no suelen venir a despejarse sin razón- dijo sentándose a mi lado; ella se miraba los pies cubiertos con tela gris, moviéndolos sobre el vacío entre los edificios. - pasó algo con ese amigo tuyo, ¿no?-.

- ¿Cómo lo sabes?-.

- Estás muy triste y él no apareció para abrazarte como lo hizo hoy cuando Lexi y tú casi mueren.-. Ella, pensé; la sombra gris que había visto a lo lejos... era ella.

- No sé por qué quiere regresar a nuestro mundo tan aburrido, donde todos los días son iguales, ¿por qué alguien querría renunciar a todo esto para volver a lo mismo de siempre?- dije al fin.

- A veces las personas siguen rutinas para sentirse cómodas y seguras de lo que hacen, como si tuvieran un camino recto que seguir.-. Sus ojos rosados me miraron y la brisa acomodó su flequillo a un costado, dejando ver la palidez que la caracterizaba como albina. - Estoy segura de que estar contigo en el otro mundo es parte importante de la rutina de tu amigo; tú eres la chispa que lo hace salir de su zona de confort, porque si está contigo no tiene miedo. Eres su lugar seguro.-. Ella puso su mano sobre mi hombro y sonrió cuando nuestros ojos se encontraron.

Tiene razón. ¿Por qué estar sola cuando puedo compartir momentos increíbles con mi mejor amigo en cualquier lugar?

Me levanté tan rápido que los mareos ni siquiera amenazaron con aparecer.

- Debo encontrar a Kael.- murmuré, mientras me ponía la capucha que la brisa me había quitado, y miré a la chica. - Gracias... em...-. Es verdad, aún no sabía su nombre.

- Astrid- dijo en apenas un susurro. - fue un placer.-. Sonrió y volteó para apreciar la belleza de la Ciudad Imperial desde la distancia.

Tenebris: del otro lado del lagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora