Ambos tomamos aire y nos sumergimos en la profundidad del lago estrellado. Cruzamos la capa viscosa y aparecimos nuevamente en el charco, en medio del oscuro callejón.
- ¿Qué es esto?- preguntó Kael con la garganta seca, mientras sus ojos miraban la cercanía entre nosotros y las estrellas, y los rascacielos metálicos que reflejaban su brillo.
- No lo sé.- respondí en apenas un susurro. Esa pregunta también deambulaba por mi cabeza.
Salí por completo del charco hacia aquel extraño lugar; la curiosidad me incitaba a explorar cada rincón de ese oscuro callejón, y lo que podría haber más allá.
Kael siguió mis pasos y se paró a mi lado.
- Sé lo que quieres hacer- dijo sonriendo. - Quieres explorar todo esto: Un mundo nuevo, cosas nuevas... Una aventura nueva.-
- ¿Cómo lo sabes?-.
- Eres mi mejor amiga desde que tengo memoria, ¿qué esperabas?-. Su tono carismático fue acompañado por su gran y dulce sonrisa; esa sonrisa que mostraba sus dientes blancos y hacinaban sus ojos color miel.
- Desgraciadamente, debemos irnos. A menos que quieras que tus padres te castiguen hasta que tengas 80 años por desaparecer de tu casa en medio de la reunión familiar.-.
Es verdad, nunca volví a la merienda. Mi tía ya se habrá ido y no creo que las almohadas bajo las sábanas para simular que estaba dormida distraigan a mi madre por mucho tiempo.
Kael trató de ver la hora, pero las manecillas de su reloj de mano se movían tan lento que casi parecían inmóviles, señalando las 21:50 hs.
Tal vez aún tenga tiempo, pensé. Tal vez pueda llegar a mi cuarto antes de que mi madre sospeche.
La esperanza era débil, pero seguía presente.
Ambos nos dirigimos hacia el charco para volver a nuestro verdadero mundo. Kael abandonó el lugar primero, sin dejar rastro. Sumergí la parte inferior de mi cuerpo en el agua y eché un último vistazo a mi alrededor. Y ahí fue cuando lo vi.
Una figura humana, oculta entre las sombras y la oscuridad de la noche, de pie sobre uno de los edificios que rodeaban el callejón.
Su rostro estaba casi oculto por una capucha negra, pero alcancé a distinguir la parte superior del rostro de un chico joven. Sus ojos, de una intensa mezcla entre azul y violeta, se posaron sobre mí, haciendo que me estremeciera.
Me sumergí rápidamente en el pequeño charco y nadé por el lago hasta llegar a la superficie, donde encontré a Kael alistándose para volver a casa.
Recorrimos el bosque tan rápido que no nos detuvimos para admirar su belleza bajo las estrellas.
Cuando llegué a mi casa, me despedí de Kael, quien me ayudó a entrar por la ventana de mi cuarto; moví las almohadas y me dispuse a descansar el poco tiempo que me quedaba para dormir.
Sentí que apenas cerré mis ojos cuando sonó el despertador. Mi cuarto se llenó de la luz del sol que atravesaba mis cortinas e iluminaba mis carteles y discos colgados en las paredes grises, mientras las plantas de mi escritorio recibían el calor de los primeros rayos.
Mis ojos amenazaban con cerrarse mientras me levantaba de la cama y estiraba mis músculos.
Tomé una ducha para quitarme los restos de ramas, hojas y piedras pequeñas que habían quedado desde mi aventura de anoche.
Lo primero que vieron mis ojos cuando llegué a la sala de estar fue una expresión de seriedad absoluta en el rostro de mi madre.
- ¿Dónde estuviste anoche?- dijo fríamente, sin dirigirme ni una sola mirada.
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Tenebris: del otro lado del lago
Teen FictionHailey y Kael son dos mejores amigos que disfrutan de explorar a fondo nuevos lugares, pero todo cambia cuando encuentran un lago estrellado en la cima de una montaña. La profundidad los cunduce a un mundo nuevo por descubrir: rascacielos metalizado...