—Bien, si ya acabamos —dijo Aegon, levantándose con la intención de irse—, me voy con Daeron.
—Espera, hijo —interrumpió el rey, su tono grave denotando una preocupación que captó la atención de todos—. Hay otro asunto que debemos tratar, y es delicado.
Todos se giraron hacia él, anticipando qué podría ser tan importante para detener la reunión.
Con un suspiro que parecía pesar siglos, el rey se dirigió a ellos—. Vaemond Velaryon ha solicitado una reunión pública. Se niega a aceptar que Lucerys sea el heredero de Lord Corlys Velaryon.
Un silencio cargado llenó la sala, hasta que Helaena, que había permanecido en silencio durante toda la reunión, rompió el mutismo con una frialdad inquietante—. Dos guerreros terminarán con la vida de quien se atreva a insultar a su foro en la oscuridad.
Aegon giró hacia ella, frunciendo el ceño, intentando entender el significado de sus palabras. La tensión en el aire se hizo palpable mientras su mirada se desplazaba entre los presentes.
El rey, con pesar reflejado en su rostro, continuó—. Vaemond no reconoce la legitimidad de Lucerys como heredero y está dispuesto a desafiar la voluntad del consejo.
—¿Y qué tontería es esa? —replicó Aegon, su voz cargada de indignación—. Mi sobrino tiene todo el derecho de heredar el título. Jacaerys es el heredero de mi hermana, y automáticamente ese título pasa a Lucerys.
Su afirmación resonó en la sala, ganándose una mirada tierna de Lucerys, quien vio en su tío un firme defensor de su derecho. La protección de Aegon era evidente, un escudo frente a los intentos de desacreditar al joven heredero. El ambiente se llenó de una intensidad palpable, como si el destino de la familia estuviera en juego en ese preciso momento.
—Bueno, no me extraña que se niegue —comentó Alicent, casi al aire, con un tono en el que se insinuaba lo que todos sabían, pero pocos se atrevían a decir abiertamente: los hijos de Rhaenyra eran considerados bastardos por muchos.
Daemon, cuya furia era un volcán a punto de estallar, giró la cabeza lentamente hacia ella. Sus ojos brillaban con una ira contenida, y sin dejar de acariciar la empuñadura de su amada espada, declaró con voz firme:
—Mi hijo tiene todo el derecho de poseer ese título —dijo, su tono gélido y cargado de advertencia, como una espada desenvainada lista para cortar el aire.
La tensión en la sala se intensificó. Todos sentían que las palabras de Daemon no solo eran una defensa hacia Lucerys, sino también una amenaza velada para cualquiera que osara desafiarlo.
"Bien, entonces Vaemond morirá, como en mi anterior vida... Daemon lo asesinará," pensó Aegon, su mente viajando a lo inevitable que ya había presenciado antes. Con una decisión fría y calculada, se dirigió al rey.
—Bien, entonces, padre, dígale que aceptamos la reunión de manera pública, que estén también los consejeros reales presentes —dijo Aegon con firmeza, sus ojos brillando de determinación. Lucerys, sentado a su lado, no pudo evitar tensarse, su mirada nerviosa delatando la incertidumbre que lo carcomía.
Los mayores se levantaron de la mesa para comenzar los preparativos de la reunión pública, dejando a los jóvenes sumidos en sus pensamientos. Aegon fue el primero en romper el silencio, con un tono autoritario pero protector.
—Jacaerys y Aemond ya son adultos preparados. Si la situación lo amerita, sabrán defenderse. Las cosas pueden ponerse feas —advirtió, su mirada afilada posándose en cada uno de ellos antes de dirigirse a su hermana Helaena—. Hermana, tú tranquila. Quédate cerca de ellos.
ESTÁS LEYENDO
Segunda vida.
FanfictionAgonizando se encontraba el actual rey Aegon II Targaryen, envenenado por su propia gente, lo mas curioso que en su agonía no tenia deseos de vivir, a estas alturas para que pensaba el joven rey, no tenía a nadie, sus hermanos, sus hijos, su madre...