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El aire estaba cargado con una energía electrificada, los destellos de los ataques del mega iluminaban la oscuridad del bosque en el que se encontraban. Las tres brujas, aunque poderosas, sentían que el terreno se les escapaba de las manos. La niebla morada y roja se movía como si tuviera vida propia, serpenteando entre los árboles y rodeando al omega, como una extensión de su furia interna.

La bruja de capa carmesí, la más experimentada de las tres, reunió toda su magia en un intento desesperado por detener la tormenta que se desataba.

—¡Detente, Omega! —gritó, su voz firme, pero llena de incertidumbre.

Sabía que el poder que estaba viendo no era el mismo que había enfrentado antes, algo había cambiado, algo oscuro había despertado en él, definitivamente era la magia del caos en su máximo esplendor.

Jimin, como si no escuchara ni comprendiera, continuó su ataque. Con un grito salvaje, levantó sus manos al cielo, desatando una lluvia de rayos rojos y morados que cayeron como cuchillos desde el cielo, destruyendo todo a su paso. La bruja de cabello negro logró esquivar el primer ataque, pero la fuerza de la explosión fue tal que la empujó contra un árbol, dejándola atónita y débil.

La más joven de las brujas, que se encontraba ahora tendida en el suelo, intentó conjurar una barrera de energía, pero su magia estaba siendo drenada por el extraño humo que se había formado alrededor del omega.

—¡No podemos detenerlo así! —exclamó, viendo cómo sus hechizos se desvanecían en el aire sin hacerle mella.

La bruja de capa carmesí sabía que solo había una forma de enfrentarse a la fuerza destructiva del omega: debían cortarle el vínculo con el humo que lo envolvía, pero ¿Cómo hacerlo si el mismo humo parecía ser parte de su furia descontrolada? El poder que se desbordaba del omega era más grande que cualquier hechizo que pudieran conjurar.

—¡Usa el sello! —gritó la bruja más vieja a la joven, refiriéndose a un antiguo hechizo de contención, un sello de poder que requería sacrificios de energía mágica.

La joven, aún aturdida, asintió lentamente y comenzó a recitar el encantamiento. Pero justo cuando comenzó a invocar el sello, el omega giró su mirada hacia ellas, sus ojos completamente negros ahora, como pozos sin fin.

Una risa gutural surgió de su garganta, una risa llena de desesperación y furia. El humo morado y rojo aumentó su intensidad, como si respondiera a su ira, y la energía del omega se desbordó aún más. Las brujas sabían que el tiempo se agotaba, y que no solo su vida estaba en juego, sino la estabilidad misma del mundo que conocían.

Jimin se había convertido en una fuerza de pura violencia, estaba al borde de liberar algo mucho más oscuro que su rabia: algo primordial, antiguo y peligroso, algo que ni siquiera las brujas podrían controlar.


The omega sorcerer [Y.M][✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora