Eros.
No puedo dejar de pensar en Abbie, siento la necesidad de saber si esta bien después de lo que sucedió con Aysha. Ayer al verla llorar por esa pelea algo en mí corazón se rompió, no me gustó verla así, era comí si quisiera quitarle ese dolor para que ella no sufriera.
Pero lo único que hice fue levantarle un poco el ánimo llevándola a la antigua casa de mis padres. No se porque lo hice, pero me sentí bien al compartir ese lugar con ella y estar con ella, aunque me preocupa lo que estoy comenzando a sentir, lo que me hace sentir...
—Hola hermano —Cédric entro de repente a mi oficina en la editorial.
—Justo a ti te quería ver —dije con un tono firme.
—Si, ya se lo que me vas a decir, pero te juro que Aysha y yo no queríamos lastimar a Abbie —me miro con sus ojos llenos de sinceridad—Se que Abbie se siente mal, pero Aysha también.
Me relage un poco tenía razón Aysha también debía estar pasandosela muy mal al igual que Abbie, pero si Cédric hubiera visto esos lindos ojos cafés llenos de tristeza no estaría tan tranquilo.
—Esta bien te entiendo —le digo y el tomo asiento frente a mí.
—Deberías ver a Aysha esta inconsolable —dijo con un deje de tristeza.
—Abbie también estaba triste —le digo con un tono más suave de lo que esperaba—. Me partió el corazón verla así. Lo único que quería era abrazarla, que dejara de estar triste... Hice lo que pude para mejorar su ánimo y creo que llevarla a la casa de mis padres y ver el atardecer le ayudó un poco.
Cédric me miró, visiblemente sorprendido.
—¿En serio la llevaste a la casa de tus padres? —preguntó, asombrado.
Asentí, tratando de darle un aire casual, pero sin lograr disimular demasiado.
—Sí... Estaba preocupado por ella. No me gustó verla así... Bueno, sí me gusta, pero no me gusta cuando está triste —le dije, revolviéndome un poco en la silla al escuchar mis propias palabras.
Cédric levantó las cejas, divertido y desconcertado a la vez.
—Espera, ¿acabas de decir que Abbie te gusta? —insistió, con una sonrisa cómplice.
Intenté negar rápidamente.
—Escuchaste mal. No es eso... —Pero no pude terminar la frase antes de que él me cortara.
—Eros, escuché perfectamente. Solo admítelo, hermano. Te gusta Abbie.
Sin saber cómo responder, me levanté de la silla y comencé a caminar por la oficina, tratando de aclarar mis pensamientos. Finalmente, exploté, como si hubiera algo dentro de mí que ya no podía contener.
—No, no me gusta... —exclamé, casi gritando—. ¡Me encanta! Me vuelve loco. Hace que mi corazón haga ‘bum’ y, por alguna razón, no sale de mi cabeza. Es como si ella invadiera cada pensamiento, al despertar, al dormir, al comer, al escribir, cuando voy conduciendo... ¡en todo momento! Por más que intento sacarla de mi cabeza, no puedo. Cada vez que me repito "no te enamores, no te enamores," ella llega con una sonrisa y me tiene... Y no sé qué hacer.
Sentí una pequeña sonrisa formarse en mi rostro al recordar sus ojos cafés, ese brillo tan especial que me hacía pensar en un atardecer suave y cálido.
—Cuando está cerca, todo parece más brillante. Como si el mundo tuviera más sentido... y cuando se ríe, siento que es la mejor melodía que he escuchado. Solo quiero verla feliz, hacerla reír, protegerla... Cédric, es como si cada vez que cierro los ojos ella estuviera ahí.
Cédric parpadeó, procesando cada palabra, antes de sonreír suavemente.
—Y cada vez que la veo sonreír... siento que podría hacer cualquier cosa. Me encantaría ser el motivo detrás de esa sonrisa. La verdad es que... ella me ha hecho darme cuenta de cosas que creía que nunca volvería a sentir. Estoy perdido en ella, Cédric, y no sé cómo escapar, ni siquiera sé si quiero hacerlo.
—Está claro, Eros. Te gusta, y mucho. Ahora lo que tienes que hacer es decírselo a Abbie.
Sentí un nudo en el estómago al pensar en esa posibilidad.
—No puedo —le respondí, desviando la mirada.
—¿Por qué no? —insistió, esta vez en un tono más serio.
Tomé aire y respondí, casi en un susurro.
—Porque, ya sabes por qué, Cédric. No quiero lastimarla. Tampoco quiero salir lastimado otra vez.
Cédric me puso una mano en el hombro.
—Eros, no todas las relaciones van a ser como la que tuviste con Scarlet. Abbie no es como ella.
Suspiré, sabiendo que tenía razón, pero el miedo aún me retenía.
—Sé que Abbie no es Scarlet... Pero no sé qué pueda pasar si vuelvo a confiar. No sé si soportaría arriesgarme otra vez.
Cédric me miró con comprensión y firmeza.
—Créeme, si no lo intentas, será peor. Tienes que dejar ir el pasado y darte una nueva oportunidad de creer. Tienes dos opciones: dejas pasar lo que sientes por ella o enfrentas la situación y se lo dices.
Me quedé en silencio, pensando en sus palabras. Finalmente, asentí.
—Está bien, Cédric. Lo pensaré... y aclararé mis sentimientos.
Cédric sonrió, satisfecho.
—Bien, porque mi mejor amigo no es un cobarde.
Nos miramos por un momento y ambos sonreímos.Cédric me observó con una sonrisa de satisfacción y alzó las cejas, divertido.
—Ya veo que es verdad eso de que los escritores son unos románticos empedernidos —dijo, con un tono burlón.
Puse los ojos en blanco, aunque no pude evitar una sonrisa al responder.
—Es imposible no hacerlo cuando se trata de Abbie.
Cédric se cruzó de brazos y, entre broma y con una sonrisa, añadió:
—Si yo fuera Abbie, ya estaría completamente enamorado de ti.
Lo miré, fingiendo indignación, y le di un golpe en el hombro.
—No exageres —le respondí, tratando de sonar indiferente.
Él solo se encogió de hombros, como si no pudiera evitar divertirse a mi costa.
Nunca había puesto en palabras lo que Abbie significaba para mí, y ahora que lo había hecho, me sentía vulnerable, expuesto.
—¿Y ahora qué? —murmuré, más para mí mismo que para él.
Cédric me miró con una mezcla de comprensión y simpatía.
—Pues... —dijo encogiéndose de hombros—, yo ya te dije las dos opciones a elegir.
Fruncí el ceño, incomodado por su insistencia, pero sabiendo que tenía razón. Ese miedo a salir lastimado, a confiar de nuevo, se me había convertido en una coraza, un escudo con el que justificaba mantener a todos a distancia.
—¿Y si no es suficiente? —le pregunté, sin poder evitar que el tono de duda saliera en mi voz—. ¿Y si me abro a esto… y al final todo se desmorona?
Cédric suspiró y puso una mano en mi hombro.
—Eros, en esta vida todo puede desmoronarse, hasta el suelo en el que pisas —dijo—. Pero a veces tienes que correr el riesgo. Porque Abbie no es cualquier persona. Si tú mismo admites que te hace sentir diferente, entonces merece que te des la oportunidad.
Su sinceridad me dejó sin palabras. Me quedé en silencio, escuchando el eco de sus palabras en mi mente. Quizá Cédric tenía razón. Tal vez, en algún rincón de mi corazón, ese miedo ya no podía seguir gobernando mi vida.
Y en ese momento, supe que esta conversación había cambiado algo en mí. No es que todo mi miedo desapareciera de inmediato, pero por primera vez en mucho tiempo, consideré la posibilidad de dejar entrar a alguien. Quizá, porque ese alguien era Abbie.
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En Cada Atardecer
RomanceLa felicidad no llega cuando conseguimos lo que queremos, si no cuando disfrutamos lo que tenemos. Pero serias capaz de dejar ir tu felicidad solo para que la persona que amas consiga la suya. Abbie Evans ha tenido que lidiar toda su vida, con lo...