CAPÍTULO 45

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"Nunca pensé que en la felicidad hubiera tanta tristeza"

Mario Benedetti.

Lykos.

Decisión razonable.

La tiro hacia mi cuerpo comiéndole la boca a mi antojo. Ella me sostiene el ritmo aferrando sus manos sobre mi camisa de una manera tan fuerte que sus uñas atraviesan la tela raspando la piel de mis costillas.

—¡Lykos!

Grita mi nombre soltando mis labios y enterrando su cara en mi cuello al abrazarme por completo. No dejo de entrar y salir en ella moviendo mis caderas para recordarle que solo con ella me pongo así. Que solo con ella me dejó llevar a tal punto que me pierdo a mi mismo.

Bajo con mis labios a su cuello, saco con mis dientes el vestido de sus hombros para tener acceso libre a su piel y poder prenderme de ella a mi gusto.

El ruido de nuestro cuerpo al chocarse me hace aumentar el ritmo con un nivel de éxtasis impresionante en mis venas. Me suelta y se deja caer por completo sobre el escritorio sosteniendo su cuerpo agarrando los bordes de la mesa. La imagen que tengo de ella justo ahora es adictiva. Tiene la cara sudada, el vestido corrido de lado dejándome admirar sus lindos pechos y sus ojos cerrados mientras se muerde su labio para no gritar más de la cuenta. Está imagen es el detonador para ir más allá y amarla más que nunca.

Con mi mano derecha sobre su cabeza controlando las embestidas y la izquierda sobre su cara dando pequeñas caricias, abre sus ojos en mi dirección suplicante.

Su iris está más negro que de costumbre, dejándome ver lo mucho que lo está disfrutando, igual como yo lo estoy haciendo.

—Mírame cuando te corras —digo al sentir como me aprieta el miembro con su vagina— ¡Mírame, Calypso!

Niega ejerciendo una presión sobre su labio inferior aferrándose a las bordes del escritorio. Cuando bajo con mi mano sobre su clítoris y con solo un roce de mi índice sobre el la tengo temblando y desplomándose completamente sobre su escritorio con su puño en la boca ahogando sus gritos.

La sigo segundos después vaciando en ella hasta la última gota.

Me inclino sobre ella besando su boca. Me devuelve el beso lento y delicado que le doy por unos segundos antes de recomponerse y alejarme como si acababa de darse cuenta de la enorme estupidez que ha hecho.

No me mira, se sube el vestido y se acomoda el escote dejando sus senos dentro de la prenda. La tanga negra de hilo la saca de sus tacones antes de ponerse de pie.

—Tenemos que hab...

—Vete —me corta seca.

Se apresura a recomponerse sin darme la cara. Con la camisa destrozada por sus uñas y el pantalón medio abierto, doy un paso en frente quedándome delante de ella. No voy a dejar que termine esto así como así. Ella es la mujer de mi vida y no voy a dejar que se aparte de mi lado, me niego a resignarme a la idea de perderla para siempre.

—No me voy a ir. Tú y yo vamos a tener esta conversación que te niegas a tener conmigo hace ya tres días.

Levanta la cara ante mi tono decidido y como la mujer dura que siempre quiere aparentar alza el mentón desafiante.

LA RULETA NEGRA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora