27. El peso de una ausencia

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Era el tercer día sin saber nada de Tony. Ninguna notificación, ninguna llamada. Era como un repentino silencio, uno que ninguno sabía cómo romper.

Charles había optado por el silencio, al menos hasta estar seguro de lo que realmente sentía. Pero no era fácil. La idea de dejarse llevar por un impulso equivocado lo atormentaba, atrapándolo en un dilema. Y luego estaba Erik, ese fantasma del pasado que había regresado, trayendo consigo la nostalgia de los días en los que ambos tenían una relación.

Los días de labor en la mansión se habían detenido momentáneamente por petición de Charles, sumiéndolo en un viejo y conocido silencio. La ausencia de movimiento le devolvía ecos de un pasado que prefería enterrar, pero que ahora se hacía presente con cada rincón vacío. Una vez más, estaba solo. Y con ello, regresaban los recuerdos amargos que intentaba esquivar. Respiró hondo, esforzándose por mantener la calma ante aquella soledad que amenazaba con envolverlo.

El tiempo a solas, aunque difícil, le servía para descifrar si lo que le inquietaba era la soledad en sí o la ausencia de Tony, dos cosas muy distintas. La respuesta no era sencilla, pero estaba decidido a encontrarla sin atajos ni distracciones. No tocó ni una sola gota de alcohol. No esta vez. No quería disfrazar sus sentimientos tras la distorsión de la bebida, necesitaba enfrentarlos con claridad, por incómodos que fueran.

Solo estaba ahí, hundido en la silla de su escritorio, con la mirada perdida en el vacío, mientras el silencio se acomodaba a su alrededor, envolviendo cada uno de sus pensamientos.

—Quizá un poco de lectura. —mencionó mientras miraba los libros en el estante de al lado.

Se levantó de la silla, intentando encontrar un libro que le trajera comodidad en medio del silencio. Un mensaje de texto lo sacó de sus pensamientos. Era Raven.

"¿Cómo estás? Me enteré que suspendieron las labores con la mansión"

Sonrió al ver el mensaje. A veces, aún olvidaba que hablaba otra vez con su hermana, que las conversaciones entre ellos ya no eran solo un recuerdo lejano. Pequeños mensajes en las tardes, cuando ambos tenían un momento libre, a veces en las noches.

"Todo bien. No te preocupes"

Continuó mirando los libros, acariciando la textura de las pastas mientras miraba los títulos en los bordes. Su mirada se desvió en el pintoresco cuadro que Tony había colocado en su oficina, nada más pretencioso que un cuadro de su característica armadura.

Suspiró hondo y continuó mirando los libros hasta que logró encontrar el indicado, un viejo libro de su madre. Lo tomó y se sentó de vuelta en su escritorio, pasando a la primer hoja. De alguna forma, no podía concentrarse; de vez en cuando miraba hacia su celular casi por instinto.

A esas horas, Tony ya estaría enviándole mensajes, quejándose del aburrimiento en una de sus juntas. Charles, como siempre, le respondería. Tony criticaría a sus compañeros, especialmente a Fury. Charles le recordaría que se concentrara en la reunión.

Se había vuelto una costumbre difícil de ignorar.

El telépata sabía que no debía presionarse en tomar una decisión, pero a veces deseaba poder hablarle al vengador, saber cómo estaba. No podía.

Un nuevo mensaje llegó.

"Charles, ¿Qué quieres para la cena? Estoy haciendo las compras de esta semana".

"Cualquier cosa está bien, Hank".

Agradecía tener al menos los mensajes de Hank y Raven en su bandeja, ambos preocupándose por su bienestar. Se quedó unos instantes mirando su celular, percibiendo un pequeño detalle que había dejado pasar por desapercibido. No estaba solo. Tal vez nunca lo estuvo.

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