"FESTIVAL DE BERLÍN XXI"

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Lou despertó lentamente, sintiendo algo húmedo y suave en su mejilla. Entreabrió los ojos, aún algo somnoliento, y se encontró con unos ojitos brillantes y una lengua rosada lamiéndole el rostro. Soltó una risa suave, y al enfocar bien, notó que era un pequeño perrito golden, moviendo la cola con energía y dándole una bienvenida llena de lamidas y pequeños ladridos.

—¿Y tú quién eres, pequeñito? —dijo aún riendo, mientras se incorporaba y lo alzaba en sus brazos, acariciándole la suave y dorada pelusita de su pelaje.

El perrito ladró alegremente en respuesta, como si ya lo conociera desde siempre. Lou lo abrazó contra su pecho, sintiendo la calidez y el entusiasmo del cachorro que se movía feliz en sus brazos. Al levantar la mirada, notó que Marius estaba sentado a un lado de la cama, observándolo con una sonrisa y sosteniendo una pequeña caja envuelta en papel brillante.

—¿Marius? —sorprendido pero con una enorme sonrisa en el rostro—. ¿Esto es... es tuyo?

El asintió, inclinándose un poco hacia él y ofreciéndole la caja con una sonrisa tímida.

—Es para ti —pasándose la mano por el cuello con un toque de nerviosismo—. Sé que estos días no han sido fáciles y… bueno, pensé que una pequeña alegría sería justo lo que necesitas. Quería que te sintieras un poco más en casa, incluso aquí en el hotel.

Lou lo miró. Sin decir nada, dejó la cajita a un lado y extendió sus brazos para abrazar a Marius, cerrando los ojos.

—Gracias —murmuró, soltando el abrazo y dándole un beso en la mejilla.

El pequeño perrito ladró alegremente desde la cama, como si apoyara el momento y quisiera unirse a la alegría. Lou y Marius rieron juntos al oírlo, y Lou lo acarició de nuevo, mirándolo con una ternura que no podía ocultar.

—No tenías que hacer todo esto, pero… realmente es el mejor regalo que me han hecho.

Marius le devolvió la sonrisa y pasó una mano por su cabello, despeinándolo un poco de forma juguetona.

—Tú mereces esto y más, Lou. Además, míralo, ya parece que se ha encariñado contigo —comentó, mirando al cachorrito que seguía moviendo la cola con energía—. Creo que hasta va a ser celoso de aquí en adelante.

—No sé cómo agradecerte. Realmente, has hecho que este lugar se sienta… especial.

Lou, aún con la sonrisa en los labios y el cachorro entre sus brazos, levantó la mirada hacia Marius.

—¿Y hay alguna forma en la que pueda devolverte el favor?.

Marius levantó una ceja, sorprendido por la insinuación, y no perdió tiempo. Sin decir palabra, se acercó y, en un movimiento rápido, lo tumbó suavemente en la cama. Lou se dejó caer, riendo, mientras Marius se inclinaba sobre él, manteniendo una mirada traviesa.

—Creo que puedo pensar en una forma —susurró, mientras acercaba sus labios a los de Lou y lo besaba. La mano de Marius se deslizó despacio por el costado de Lou, rozando la tela suave de las sábanas mientras sus dedos recorrían la línea de sus caderas.

Lou cerró los ojos y sonrió en medio del beso, dejándose llevar por los labios de su amigo… hasta que el perrito decidió unirse. El pequeño golden, al ver la escena, saltó sobre la espalda de Marius y comenzó a morder juguetonamente su camiseta, tironeando como si quisiera separarlos.

—¡Ah! —Marius se apartó de Lou con una risa ahogada—. ¡Ey, pequeño! ¿Qué pasa? —intentó protestar, pero el cachorro no soltaba, mordisqueando su camiseta y ladrando como si lo estuviera regañando.

Lou se echó a reír, incapaz de contenerse, mientras el perrito hacía todo lo posible por interrumpir el momento.

—Parece que tenemos competencia —se burló, acariciando la cabecita del cachorro—. Creo que está celoso.

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