"FESTIVAL DE BERLÍN XXXIII"

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Marius tomó la camisa blanca de Lou con cuidado, desplegándola. Lou estaba de pie frente a él, aún un poco somnoliento, mientras Marius sonreía con ternura y le guiñaba un ojo.

-A ver, mi pequeño príncipe, levanta los brazos -le dijo en un tono suave y amoroso, alzando la camisa en el aire-. Esta noche vamos a hacer que todas esas cámaras se enamoren de ti.

Lou rió, aunque sus mejillas se tiñeron de un leve rubor.

-Eres un exagerado, Marius. Solo soy uno más del festival, no hay para tanto.

Marius negó con la cabeza y, con una sonrisa radiante, le deslizó las mangas sobre los brazos.

-¿Solo uno más? ¿Sabes lo difícil que es estar tan guapo sin apenas intentarlo? -dijo, como si hablara con un niño al que estaba consintiendo-. No, no... tú eres el príncipe de esta noche, Lou. Te lo digo yo. Además, ¿cómo no voy a exagerar cuando te veo así?

Lou bajó la mirada, intentando ocultar una sonrisa, mientras Marius abotonaba la camisa con una delicadeza casi reverente, sus dedos moviéndose con precisión.

-No sé, creo que tú serías mejor príncipe que yo -replicó en un tono juguetón-. Yo solo soy el chico que intenta no tropezarse en la alfombra roja.

Marius dejó escapar una pequeña risa, terminando de abrochar el último botón antes de colocar sus manos sobre las caderas de Lou.

-Pues si fueras un príncipe torpe, serías el príncipe torpe más adorable de todos -dándole un golpecito en la punta de la nariz -. Y no tienes de qué preocuparte, porque, si tropezas, voy a estar justo ahí para atraparte. Siempre.

-Sabes, me haces sentir que todo va a salir bien. Como si esta noche... fuera nuestra.

Marius lo miró con dulzura, sosteniendo su mano y besándola suavemente.

-Es que lo es, Lou. Esta noche es tuya... nuestra. No eres solo mi príncipe, eres mi estrella. Esta noche todos verán lo que yo ya sé: que eres el chico más especial que existe.

Lou soltó una risa nerviosa, pero en sus ojos brillaba un destello de alegría. Cuando Marius le dio un pequeño abrazo antes de ajustar el cuello de la camisa.

-Gracias.

-No tienes que agradecerme nada.

Después de un rato, Marius se dio cuenta de que Lou se estaba mirando al espejo, frunciendo el ceño mientras intentaba peinarse el cabello con las manos, sin mucho éxito. Movía los dedos entre sus mechones, sin decidir si dejarlos hacia un lado, despeinados, o darle más volumen. A los pocos segundos, Marius soltó una risa suave.

-¿Necesitas ayuda ahí, príncipe indeciso? -preguntó, acercándose y colocando sus manos en los hombros de Lou, mirándolo a través del espejo con una sonrisa.

-La verdad... sí. No tengo idea de cómo dejarlo. ¿Liso o algo más...?

-Déjamelo a mí. Voy a hacerte lucir como si hubieras salido de una revista. -tomó el peine y se paró detrás de él, inclinándose un poco para pasarlo con delicadeza por el cabello.

Mientras lo peinaba, sus dedos se movían con una suavidad sorprendente, acariciando a veces la base del cuello de Lou, lo que le sacaba pequeños escalofríos. Lou cerró los ojos por un momento, disfrutando la sensación de tener a Marius tan cerca.

-¿Te estás quedando dormido ahí? -susurró cerca de su oído.

Lou sonrió, abriendo los ojos.

-Es que... ¿qué puedo decir? Tienes manos mágicas. Creo que me podría acostumbrar a esto.

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