"FESTIVAL DE BERLÍN XXXI"

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Marius, bajó lentamente hasta quedar de rodillas frente a Lou. Con una mano temblorosa, tomó la de él y la apretó, sus ojos llenos de algo más profundo que solo cariño.

—Lou… —comenzó, con una voz suave pero firme—. Por favor, ¿dejarías de hacerme sufrir? Llevas días, semanas... ¿No te das cuenta de que estoy muriendo aquí, esperando que me digas que sí? ¡No puedo más!

—Oh, ¿en serio, Marius? ¿Te estás muriendo? No lo sabía… Yo solo pensaba que te gustaba un poco de suspenso.

—No es un poco de suspenso, Lou. ¡Es una tortura! Me tienes aquí, rogándote como si… como si fuera el fin del mundo —apretando su mano con más fuerza—. ¿Qué tengo que hacer para que por fin me digas que sí? ¿Te hago un poema? ¿Te hago un hijo? Dime, haré lo que quieras.

Lou sonrió aún más, disfrutando cada palabra, y fingió pensarlo un momento.

—¿Un hijo, eh? —murmuró, con una expresión pensativa—. No sé… Podría ser interesante, pero… ¿qué más tienes?

Marius puso los ojos en blanco, divertido, antes de mirarlo directamente con una intensidad que hizo que Lou casi se olvidara de bromear.

—Te estoy pidiendo… —volviendo a ese tono sincero—. Sé mi novio. De verdad. Lo digo en serio, y no quiero que te rías de mí —intentando ocultar una sonrisa—. Me gustas...Mucho.

Lou suspiró, encantado, y con una sonrisa, se inclinó hacia él.

—Marius, no tienes que rogar tanto… pero, ¿sabes qué? —dijo, acariciándole el rostro suavemente—. Me gusta verte así, ¿sabes? Tan… chiquitito.

Marius soltó una risita, pero volvió a tomar un tono de súplica.

—Lou, por favor, déjame demostrarte que podemos ser algo más que amigos con derechos. Déjame enseñarte que esto… no es solo un juego para mí. Porque no lo es.

Lou lo miró con ternura.

—¿De verdad lo quieres así, Marius? —preguntó, mordiéndose el labio—. ¿Estás dispuesto a ser paciente? Porque, advertencia, no soy fácil de soportar.

—Lou, podría soportar cualquier cosa —tomándole la otra mano también y mirándolo con una devoción absoluta—. Si es contigo, soportaría lo que sea. No me importa cuánto tardes en decidirte, solo necesito saber que hay una oportunidad de que puedas amarme tanto como yo a ti.

—Vaya… ¿tan grave es la cosa, Marius? —susurró, inclinado un poco más cerca—. No sabía que estabas tan… enamorado.

—¿Tan enamorado? —repitió, sonriendo —. Lou, tú eres todo para mí. Y no tengo miedo de decírtelo.

Lou, conmovido, no pudo evitar acariciarle la mejilla y sonreír.

—Eres un tonto, Marius… pero creo que me gustas así.

—¿Eso es un sí?

Lou soltó una risa encantadora, pero no respondió de inmediato. En lugar de eso, se inclinó y le dio un beso suave en la mejilla.

—Puede ser… si me sigues convenciendo, puede que termine diciendo que sí.

Marius dejó escapar una carcajada y abrazó a Lou con fuerza, incapaz de contener su felicidad.

—¡Voy a convencerte cada día de mi vida!.

—¡Voy a convencerte cada día de mi vida!

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