"FESTIVAL DE BERLÍN XXX"

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La cocina estaba impregnada de un suave aroma a café recién hecho y a tostadas doradas. La luz de la mañana se filtraba por la ventana, bañando el gran espacio en un resplandor cálido y acogedor. Marius, vestido con una camiseta gris y pantalones deportivos, estaba concentrado en una sartén mientras preparaba el desayuno, moviendo los huevos con una suavidad relajada. Sobre la mesa había dispuesto un plato con frutas frescas y pan caliente.

En ese momento, Lou salió del baño, con el cabello mojado que le caía en suaves mechones sobre la frente, totalmente limpio y fresco. Llevaba una camisa de algodón y unos pantalones ligeros que le daban un aire relajado. Marius se giró hacia él, dejando el desayuno a un lado por un instante, y lo miró de arriba abajo, sonriendo con cierta picardía.

-Mira nada más, Lou Goossens en su máximo esplendor -bromeó, lanzándole una sonrisa de esas que sólo le dedicaba a él-. Qué bien se te ve cuando no estás ni ebrio ni sucio.

Lou soltó una risa, sus ojos brillaban mientras se acercaba a Marius.

-¿Así que prefieres este lado mío, eh?.

Sin decir más, se inclinó y le dio un beso en la mejilla, suave y cariñoso, antes de alejarse, dejando a Marius con una pequeña sonrisa en los labios. Luego se dirigió hacia donde Amor, su perrito, estaba acostado cerca de la mesa, y se agachó para rascarle la cabeza y acariciarlo.

-¡Amor! ¿Quién es el buen chico? -mientras el cachorro le respondía con un par de saltitos y ladridos felices. Empezó a jugar con él, dejando que el cachorro mordisqueara suavemente su mano y le lamiera los dedos.

Marius, con una sonrisa traviesa, se acercó sigilosamente a Lou desde atrás, justo cuando este se sentaba en el sofá después de jugar con Amor. Sin que lo viera venir, Marius le rodeó la cintura con los brazos y lo empujó suavemente hacia el respaldo, tumbándolo mientras se echaba a reír.

-¿Qué haces? -protestó Lou, mientras intentaba zafarse de los brazos de Marius.

-Nada, solo apreciar la vista -acercándose más a él y dándole una mirada juguetona. Antes de que Lou pudiera responder, Marius levantó a Amor y lo puso justo sobre su cara.

Amor, emocionado, comenzó a lamerle, y Lou no pudo evitar reírse entre las lamidas y las caricias del perrito.

-¡Para, Amor! -exclamó, tratando de apartarse sin mucho éxito-. ¡Marius, quítamelo de encima!

-¿Qué? ¿No te gusta un poco de amor extra? -se rió, mientras retiraba al cachorro y se acomodaba al lado de Lou en el sofá, mirándolo. Le echó una mirada de arriba a abajo, deteniéndose en los pantalones casuales que Lou llevaba puestos, que le quedaban perfectamente ajustados.

-Tienes que admitirlo, esos pantalones... -sin quitarle los ojos de encima-. No sé si los usas para torturarme o si simplemente quieres que me enamore más de ti. Te quedan tan bien que es casi un delito.

-¿Ah, sí? Pues me los puse sin pensar -sonriendo mientras se acomodaba en el sofá-. Pero parece que te hicieron efecto.

-Y cómo no, si eres un espectáculo -le dedicó una sonrisa antes de acercarse y darle un suave beso en la mejilla-. Aunque debo decir que no importa lo que lleves puesto. -Le pasó una mano por el cabello húmedo, mirándolo a los ojos-. Eres hermoso.

Lou, todavía con la sonrisa y una ligera vergüenza reflejada en su rostro, no pudo evitar corresponderle la mirada, sintiéndose a gusto y dichoso en sus brazos.

Se puso encima de Marius, mientras miraba el rostro relajado de su amigo. Con una sonrisa juguetona, levantó una mano y le acarició suavemente la mejilla, observando la forma en que Marius cerraba los ojos ante el roce.

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