"FESTIVAL DE BERLÍN XXV"

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En la entrada del lujoso restaurante, el auto de los chicos se detuvo, y Lou observó el elegante lugar con un toque de nerviosismo, poco acostumbrado a sitios tan extravagantes. Marius, siempre atento, se bajó primero y rodeó el auto para abrirle la puerta a Lou.

—¿Una mano? —preguntó con una sonrisa , extendiéndole su mano con galantería.

Lou, algo sorprendido, sonrió, aceptando la mano.

—¿Desde cuándo tan caballeroso, eh? —sintiendo la calidez en el apretón de Marius.

—Digamos que algunas ocasiones ameritan un poco más de estilo —respondió con un guiño—. Y pensé que así tendría más posibilidades de impresionarte.

Lou soltó una risa ligera.

—Claro, porque no tengo ya suficientes razones para impresionarme. ¿Pero acaso estás diciendo que no siempre vas con todo?

—Ah, no te creas, suelo reservar mis encantos... pero por ti, hago excepciones —respondió, y sin soltarle la mano, lo guió hacia la entrada del restaurante.

Lou lo miró de reojo, sonrojándose ligeramente.

—Vas a hacer que todo el restaurante piense que soy tu novio con tanta caballerosidad.

Marius se inclinó hacia él, susurrando:

—¿Y eso te molestaría?.

Lou se quedó en silencio por un instante, atrapado en la mirada de Marius, antes de dar una respuesta con un tono retador.

—No me molesta... siempre y cuando no sigas intentando comprarme con tu "estilo".

Ambos se echaron a reír mientras entraban al lugar, y Marius, en un último gesto caballeroso, se acercó y le susurró al oído:

—Si te quedas conmigo esta noche, te prometo que esto es solo el comienzo de un sinfín de citas inolvidables.

—Bueno, caballero... ya veremos si puedes cumplir esa promesa —siguiéndolo al interior del restaurante.

Apenas entraron, varias miradas curiosas se posaron sobre ellos. Reconocieron algunas caras sonrientes y, como buenos profesionales, se detuvieron a saludar a cada persona que se les acercaba. Algunos querían una foto, otros los felicitaban por la película. Lou y Marius se mostraban encantadores, dejando claro cuánto apreciaban el apoyo de sus fans.

Finalmente, un mesero se acercó y les indicó que lo siguieran. Los guió hasta el último piso, donde se abría un espacio de lujo que Lou solo había visto en las películas. Las paredes estaban decoradas con cuadros, muebles de madera oscura que parecían antigüedades, y lámparas de cristal que daban una luz cálida y elegante.

—¿Es... este nuestro lugar?.

—¿Qué te puedo decir? Por ti, soy capaz de explotar la luna solo para conseguir un pedazo de queso.

Lou soltó una risa, dándole un empujoncito en el brazo.

—¿No crees que es un poco exagerado? —le preguntó con una sonrisa, aún sin creerse que Marius realmente hubiera preparado algo tan lujoso.

—Para nada —respondió, mirándolo a los ojos —. Para alguien como tú... no existe la exageración.

Lou sintió que su rostro se calentaba y desvió la mirada, tratando de disimular su sonrisa.

—Eres un cursi.

Marius se inclinó hacia él mientras seguían caminando y le poso una mano en la cintura.

—Cursi, tal vez. Pero solo por ti.

Lou intentó mantener la compostura, pero Marius le hacía difícil ocultar lo mucho que disfrutaba de toda esa atención.

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