"FESTIVAL DE BERLÍN VII"

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Lou estaba sentado en el sofá de la habitación del hotel, hojeando un libro que realmente no estaba leyendo, su atención fija en cualquier ruido que viniera de la puerta. Finalmente, el sonido de pasos rápidos en el pasillo y el giro de la llave en la cerradura lo hicieron levantar la vista.

Marius irrumpió en la habitación, con una sonrisa amplia y los ojos brillantes, todavía lleno de energía a pesar de haber regresado de un concierto que parecía haberlo dejado sin aliento.

—¡Lou, no tienes idea de lo increíble que fue! —exclamó, cerrando la puerta tras él mientras se quitaba la chaqueta con entusiasmo—. ¡Fue como estar en otro mundo! Zoe Wees en vivo es… wow, no hay palabras.

Lou intentó no mostrar lo que sentía y le dedicó una sonrisa mientras cerraba el libro y lo dejaba a un lado.

—¿Sí? ¿Tan bueno estuvo? —esforzándose por sonar casual.

Marius asintió rápidamente, sentándose en el sillón frente a él.

—No te lo puedes imaginar. Las luces, la música, ¡todo! Saar y yo estábamos tan cerca que parecía que Zoe nos estaba cantando directamente a nosotros. Además, la forma en la que interpretó cada canción... fue como si el lugar entero respirara al ritmo de su voz.

Lou sonrió con un toque de ironía, intentando disimular la punzada de celos que sentía. A pesar de que quería estar feliz por él, no podía evitar pensar en cómo Marius y Saar habían compartido algo tan especial, dejándolo a él de lado.

—Vaya, suena como si te hubieras enamorado.

Marius se rió, sin notar el trasfondo de la broma.

—¡Casi, te lo juro! Zoe tiene algo mágico. En serio, deberías haber venido. Creo que incluso tú habrías caído rendido.

Lou suspiró y se encogió de hombros.

—Sí, claro. Aunque, ya sabes, no soy tan fan de la música nueva —tratando de disimular la incomodidad—. Pero me alegra que lo hayas disfrutado.

Marius, aún entusiasmado, continuó sin darse cuenta del tono de Lou.

—Y hubo un momento donde todos en el público sacaron sus teléfonos y las luces llenaron el lugar… Te habría encantado. Aunque pensándolo bien —añadió, con una sonrisa traviesa—, seguro habrías estado todo el rato criticando la acústica.

Lou intentó reír, aunque un leve rubor traicionaba sus emociones. Intentaba convencerse de que no era gran cosa, de que solo estaba siendo un buen amigo. Sin embargo, una parte de él deseaba haber estado allí con Marius.

—Bueno, al menos alguien lo pasó bien —dijo Lou, levantándose del sofá para disimular la incomodidad—. Tal vez para la próxima me invites, ¿no?

Marius le dio un leve golpe en el brazo, riendo.

—Para la próxima, entonces. Aunque quien sabe, quizás hasta te vuelves fanático.

Lou intentó sonreír de vuelta, aunque en el fondo sabía que ese deseo de estar cerca de Marius no iba a desvanecerse tan fácilmente.

Observó cómo Marius entraba al baño, escuchando el sonido del agua correr al encenderse la ducha. Aprovechando el momento, se dirigió hacia la cama, donde Marius había dejado su mochila. Algo en su interior lo impulsaba a revisar. Con cuidado, abrió la cremallera y comenzó a hurgar entre las pertenencias de su amigo.

Dentro de la mochila, encontró varias cosas que lo desconcertaron. Fotos de Marius con Saar, sonrientes y con las manos entrelazadas en algunas. Un par de pulseras con sus iniciales grabadas y pequeños recuerdos de eventos en los que ambos habían estado juntos. Lou sintió un nudo en el estómago; aunque no quería sentirse así, el ver esos objetos confirmaba el vínculo especial que compartían Marius y Saar.

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