CONTRA LAS CUERDAS

Capítulo 21. la música no es una competición

El padre de Martin hizo el trayecto hasta el piso mucho menos incómodo preguntándole al maño detalles de su vida. Martin y Juanjo pudieron destensar los hombros recostándose en los asientos posteriores del coche viendo el atardecer de mediados de noviembre. Eran las 20:00 de la tarde. Ambos entrelazaron de manera disimulada sus dedos meñiques mientras Juanjo y el padre de Martin conversaban alegremente conociéndose mejor. 

Martin observaba la escena pletórico. Las dos personas que más le animaban esta racha tan horrible de su vida estaban juntas, hablando y llevándose bien. Solo quería pellizcarse para ver si estaba soñando. Recostó su cabeza sobre el hombro de Juanjo cerrando los ojos cansado después de la tensión del día. Aunque estuviera acostumbrado a tocar para mucha gente desde que era apenas un niño, nadie le quitaba la dificultad de la obra y la inseguridad que pesaba en sus hombros desde el comienzo del curso.

El padre de Martin observó la posición a través del espejo retrovisor y le dedicó una mirada cómplice a Juanjo, el cual se ruborizó hasta las orejas. Con su familia esta escena no habría sido tan natural ni queriendo.

No tardaron en aparcar el coche debajo del portal y entrar en el piso del padre de Martin. No era nada ostentoso, estaba situado en un barrio a las afueras, que brindaba a ambos una tranquilidad en comparación con el bullicio del centro de la ciudad. Nada más entrar pudo inhalar el olor característico del vasco, mezclado con otros aromas desconocidos para el maño. La casa estaba decorada con mucho gusto, lleno de fotografías del mar y las paredes pintadas de color blanco y azul cielo.

 En la entrada había un jarrón con flores y una foto de Martin junto a su padre en la playa. Juanjo se acercó para mirarla con detenimiento, sonriendo de manera inconsciente al ver al pequeño Martin con el ceño fruncido.

-Hasta de pequeño eras un picón - rió Juanjo, señalándole la foto a Martin.

-No deberías de estar viendo esto, anda venga - dijo avergonzado el vasco ganándose una risa del maño y un beso en la mejilla para evitar que se enfadase.

-Chicos, dejad las cosas en el cuarto y venid a poner la mesa cuando terminéis - pidió el padre de Martin, mientras sacaba cacharros de la cocina con la cena que había dejado medio hecha antes de ir a la audición.

Martin agarró de la mano a Juanjo y se adentraron por el pasillo hasta llegar a la puerta de su dormitorio. El vasco entró y se recostó cómodamente en su cama dejando la funda del violín en una esquina.

-¿Qué? - dijo entre risas Martin - ¿no vas a pasar o qué? - añadió colocando los brazos alrededor de la cabeza - no muerdo eh - una sonrisa juguetona apareció en su rostro mientras daban varios golpecitos a su lado en la cama, para que tomara asiento junto a él.

Juanjo negó con la cabeza cerrando la puerta. El cuarto de Martin era como lo imaginaba. Tan recto y responsable como él.  Todo en orden, lleno de discos y partituras por todas partes correctamente clasificadas en estanterías. Un ordenador reposaba sobre la mesa de estudio. El atril que utilizaba para ensayar estaba doblado sobre la mesa. Las paredes de color blanco liso a juego con los muebles daban una imagen a la habitación de amplitud, como si fuera más grande de lo que en realidad era. En la pared tenía colgados un par de cuadros con premios que había ganado cuando aún no se conocían y en la mesita de noche una foto de Martin junto a su padre de pequeños en alguna ciudad europea.

-Es muy tú - habló el maño mirando a su alrededor.

-¿El qué?

-El cuarto, es muy tú. Me lo imaginaba así totalmente - explicó Juanjo.

-Y eso que aún no está decorado del todo, apenas llevamos viviendo aquí 4 meses ... - susurró con pena - ya sabes...

Juanjo se sentó en la cama para acercarse a abrazarlo. Martin lo recibió con gusto, cerrando los ojos al sentir cerca al maño.